El enemigo íntimo. Ashis Nandy

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El enemigo íntimo - Ashis Nandy


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pobreza o la ausencia de movilidad social.

      El segundo ensayo del libro, «La mente no colonizada», estudia las formas de resistencia frente a la colonización psicológica. El ensayo explora las posiciones que se rebelan frente a las jerarquías impuestas por la ideología colonial y que buscan construir alternativas a ella y, por tanto, a las aspiraciones homogeneizadoras de la modernidad occidental.

      La imposición de una versión única de indianidad es clave para comprender el carácter homogeneizador de la modernidad occidental, que instaura la necesidad de la categorización, la codificación y la dicotomía como bases del principio del conocimiento científico-racional. Ese principio de conocimiento moderno ofrece a su vez a la ideología colonial un instrumento de control de la yoidad, tanto del colonizador como del colonizado. Esto es posible porque no solo impone una versión «verdadera» de indianidad, sino también de occidentalidad. Al igual que el indio, el hombre occidental no puede ser identitariamente ambiguo, no puede empatizar o buscar comprender al otro como una alteridad legítima e igual, tiene que verlo como un ser inferior, subdesarrollado, antitético a su propia identidad. Se produce así una absolutización de las diferencias relativas, obstaculizando los puentes de entendimiento entre culturas y formas de conocimiento y, en última instancia, reforzando la supuesta universalidad de la modernidad occidental.

      Ashis Nandy utiliza magistralmente el caso de Rudyard Kipling para ilustrar esa dinámica. Kipling es un anglo-indio que emocionalmente se siente más cercano a la India y sus valores, pero que se ve obligado a elegir y justificar lo británico como superior. El caso de Kipling es valioso porque nos ayuda a explicar el proceso de externalización del sufrimiento interno en forma de violencia extravertida. La sensibilidad de Kipling, el lado femenino de su yo, le hace sufrir en un ambiente hostil en Gran Bretaña, en una escuela dominada por los atributos masculinos de competitividad y agresividad física. Kipling acusa a la India de esa «debilidad» femenina y la exterioriza apoyando la «fortaleza» masculina representada por el imperialismo británico. A través de la figura psicológicamente atormentada de Kipling, Nandy reflexiona sobre la capacidad de autodestrucción humana, que tan a menudo explica el cruel destino de algunos regímenes políticos y culturas.

      También el indio anticolonialista que ha interiorizado la ideología colonial busca indianizar su yo, adoptando una identidad antitética a la del hombre occidental como estrategia de resistencia. Nandy define así la paradoja del nacionalismo hinduista, que exalta la identidad hindú como el yo indio verdadero, pero dentro del marco cultural colonial: apelando a la linealidad histórica hindú, frente a las construcciones mitológicas y atemporales de la tradición itihasa india; promoviendo una identidad hindú monolítica, frente al carácter politeísta y descentralizado del hinduismo tradicional, y excluyendo de la indianidad a otras fes religiosas.

      Este esencialismo clasificatorio inherente a la cultura de la modernidad occidental y de la ideología colonial contrasta, defiende Nandy en el ensayo, con la tradicional ambigüedad identitaria india, nacida del carácter politeísta y descentralizado del hinduismo, pero también de la heterogeneidad social, lingüística y religiosa presente en la sociedad india. Y afirma: «En el caos que es la India lo opuesto a la tesis no es la antítesis, sino la síntesis». Para Nandy, la fuente de la resistencia legítima india a la ideología colonial se encuentra en su ambigüedad cultural e identitaria.

      A partir de esa ambigüedad inherente a la tradición india emerge y se articula la forma de resistencia más exitosa contra la segunda colonización: la filosofía del satyagraha de Mohandas K. Gandhi, basada no en la confrontación dentro del marco cognitivo de la ideología colonial, a través de la violencia física, sino a través de un uso instrumental de las formas del poderoso. El satyagrahi reconoce la fuerza del colonizador, le obedece, se deja humillar de puertas hacia afuera, pero no permite la colonización interna, le niega la asimilación cultural. Es decir, se somete físicamente, pero no psicológicamente; esa es su gran victoria.

      3. El giro decolonial en el psicoanálisis

      El enemigo íntimo se sitúa dentro de una tradición de aplicación del psicoanálisis a la cuestión colonial. El propio Ashis Nandy señala en el libro a Sigmund Freud como una figura que «sobrevuela» toda la obra y menciona una serie de autores destacados dentro de esa tradición, como son Frantz Fanon, Aimé Césaire y Albert Memmi.

      Sigmund Freud, a través de la aplicación de los conceptos de ontogenia y filogenia en el psicoanálisis, abrió una ventana de conocimiento sobre la individualidad y el subjetivismo, englobados en el concepto del yo, desacoplándolo de una idea general y abstracta del ser humano y la humanidad, dominante hasta entonces en la psicología occidental. Ese paso dado por Freud permitió abordar de una manera posestructural y plural el estudio del sujeto moderno. Sin embargo, el psicoanálisis freudiano está limitado al estudio del yo dentro del contexto histórico y epistemológico de la modernidad secular y racional europea.


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