Aquellos sueños olvidados. Amy Frazier

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Aquellos sueños olvidados - Amy Frazier


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guiñó un ojo y cerró lentamente la puerta. Neesa se quedó allí un momento, con las rodillas temblorosas, anonadada y frustrada. Anonadada porque acababa de experimentar un caso extremo de atracción hacia un desconocido que, por lo que sabía, bien podía tener esposa e hijos en su rancho. Estaba claro que él era un padre con todas las de la ley. Un auténtico padrazo. Aunque fuera soltero, se le notaba mucho su deseo de tener hijos y eso lo eliminaba de su lista de solteros elegibles.

      Y también se sentía frustrada porque ese pollo le había costado un buen dinero en la tienda de comida para llevar. Por muy bien que oliera, no había logrado siquiera que Hank Whittaker le dijera que era ranchero. Ella no había tenido la menor oportunidad de hablarle de su trabajo ni de su idea.

      Maldijo en voz baja. Tendría que encontrar el bañador y demás cosas de baño para ir a la piscina al día siguiente.

      Capítulo 2

      HANK? ¿Por qué no estás casado? –le preguntó Chris cuando dejó de hinchar la colchoneta.

      ¿Por qué no lo estaba?

      Era curioso que él se sintiera muy capaz de evadirse de una pregunta similar que le hiciera un adulto, pero que fuera incapaz de hacerlo si se la hacía un niño de ocho años.

      Hank tomó un refresco de la nevera portátil y le dijo:

      –Casi lo estuve.

      –¿Y qué pasó?

      –Oh, ella era una chica de ciudad y yo un chico de campo. No estábamos de acuerdo en la mayoría de las cosas.

      –¿La querías?

      –Sí.

      Y era cierto. Le dolió mucho cuando ella lo dejó. Y aún le seguía doliendo a veces. Ese dolor le indicaba que podía buscar por donde quisiera, pero que se necesitaba una mujer muy especial para ser la esposa de un ranchero.

      –Yo te podría ayudar a encontrar otra. Mi profesora es muy bonita.

      –¿Has estado hablando con Willy? –gruñó Hank–. Mira, deja que te infle eso.

      Tomó la colchoneta y se puso a soplar para evitarse las preguntas del niño.

      Pero lo tuvo que dejar para gritarle a Casey que dejara de correr con sus amigos por el borde de la piscina.

      Además de todo eso, estaba el tumulto de gente que no paraba de gritar y chapotear.

      ¿Sobreviviría a ese fin de semana urbano?

      –Parece que tienes las manos muy ocupadas –dijo una voz femenina que le pareció conocida.

      Pero había oído tantas voces nuevas en las últimas veinticuatro horas…

      Miró por debajo del ala de su Stetson y vio una silueta muy bien formada recortándose contra el sol de la tarde. Pero su rostro estaba en sombras.

      –No necesito la colchoneta –dijo Chris de repente.

      Luego le dijo al oído a Hank:

      –Ella es incluso más bonita que mi profesora.

      Antes de que Hank pudiera responder, el niño se marchó corriendo y se tiró haciendo la bomba a la piscina.

      –¿Está ocupado este asiento? –le preguntó la voz femenina.

      –Ahora sí. Es suyo.

      Hank se llevó la mano al ala del sombrero y se levantó galantemente, maldiciendo por dentro esa invasión a su intimidad.

      –Señora… –añadió.

      –Por favor, Neesa.

      Vaya. La chica de los ojos azules y el deportivo rojo. Su fin de semana urbano se complicaba cada vez más.

      Como se había esperado que no la iba a volver a ver, la tarde anterior se había permitido ligar un poco con ella, solo un poco. Pero allí estaba ella, pretendiendo ocupar la tumbona que estaba a su lado. Tal vez durante el resto de la tarde.

      De repente se le aceleró el pulso con su presencia.

      Llevaba los hermosos ojos azules tapados por unas gafas de sol, pero sus demás atributos, tapados solo por un corto top de seda, eran muy evidentes. Se dio cuenta por primera vez de que no llevaba alianza y eso hizo que se le secara la boca.

      Se volvió a sentar y Neesa dejó en el suelo la bolsa de paja que llevaba en la mano y luego echó una toalla en la tumbona. Se quitó las sandalias y se sentó en el borde de la hamaca.

      –¡Bueno! –exclamó.

      A pesar de todo el equipo de piscina, a él no le pareció que fuera a menudo por allí.

      Los niños eligieron entonces ese momento para chapotear como locos y el agua fue a alcanzar la bolsa de ella. Los dos fueron a recogerla a la vez y sus manos se tocaron. Hank se sintió como un idiota cuando el corazón empezó a latirle desenfrenadamente.

      –Lo siento –dijeron los dos a la vez, retirando las manos.

      El agua se acercó más a la bolsa y, de nuevo, ambos fueron a recoger la bolsa al mismo tiempo.

      Esa vez Hank le agarró firmemente la mano y luego, con la que le quedaba libre, retiró la bolsa y sonrió.

      –Tenemos que dejar de encontrarnos de esta manera.

      Ella se ruborizó y Hank pensó que debía de ser por el calor.

      Para su sorpresa, se encontró con que seguía sujetándole la mano. Era una mano frágil y delicada. Su piel era cálida e increíblemente suave. Él nunca antes había entendido el que sus padres fueran siempre de la mano, pero ya sí.

      Podía seguir sujetándole la mano a Neesa hasta que los georgianos perdieran el acento. Tanto le gustaba.

      Ella miró sus manos unidas y se aclaró la garganta y él la soltó de mala gana.

      Deseó que no llevara esas gafas de sol, los ojos reflejan mucho de lo que siente una persona y, mientras ella las llevara puestas, se sentía en desventaja.

      Con movimientos bruscos, ella abrió la cremallera del bolso y sacó de él un ordenador portátil.

      –¿Perdona? –dijo él desconcertado.

      Ese aparato parecía completamente fuera de lugar allí.

      Ella se encogió de hombros.

      –He pensado que podía salir y tomar un poco el aire. Pero estaba en medio de una cosa.

      –¿Negocios o placer?

      –Negocios. Pero es algo que, cuando lo consigo, me produce placer.

      Hank se sintió intrigado.

      –Estoy creando páginas web para nuestros niños difíciles de colocar.

      –¡Vaya! me lo vas a tener que explicar mejor.

      Ella se quitó las gafas de sol lentamente y lo miró fijamente.

      –¿De verdad que quieres saber de qué se trata?

      –Me gustaría saber sobre los niños.

      –Yo trabajo para una agencia privada llamada Georgia Waiting Children. Niños a la Espera de Georgia. Ayudamos a las agencias gubernamentales a encontrar casas adoptivas para niños con necesidades especiales.

      –¿Necesidades especiales?

      –No son los niños saludables que se asocian normalmente con las adopciones. Esos niños son mayores y pueden tener problemas mentales o físicos. O pueden ser hermanos y hermanas que quieren permanecer juntos.

      –¿Y qué es lo que haces tú?

      –Soy una creativa –dijo ella bajando la mirada modestamente–. Yo pienso en programas de apoyo para los niños que nunca dejarán el cuidado del estado. Programas como…


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