Anatomía y cinesiología de la danza. Karen Clippinger
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Iniciamos en este libro la exposición sobre anatomía y cinesiología aplicadas a la danza con el estudio del sistema esquelético. El sistema esquelético proporciona un armazón estructural al cuerpo humano, y sus articulaciones permiten los variados movimientos que se exploran en el lenguaje de la danza. En movimientos como el battement, que se muestra en la fotografía de la primera página, los huesos actúan tanto para sostener como para permitir el movimiento. Los huesos y articulaciones asociadas de la pierna que realiza el gesto permiten que este amplio movimiento ocurra en la cadera derecha, mientras que los de la pierna de apoyo son elementos clave para aportar estabilidad de modo que la bailarina se mantenga de pie a pesar de tan escasa base de sustentación. La función de soporte de los huesos exige que sean resistentes, y conocer el proceso de la remodelación ósea es clave para prevenir la pérdida de su resistencia, algo bastante frecuente entre las bailarinas. El papel de los huesos en las articulaciones es clave para comprender y describir el movimiento humano. Los temas tratados en este capítulo son los siguientes:
· Principales tejidos del cuerpo.
· Composición y estructura óseas.
· Desarrollo y crecimiento óseos.
· El esqueleto humano.
· La arquitectura articular.
· Terminología sobre la orientación del cuerpo.
· Terminología sobre el movimiento articular.
· Consideraciones sobre el esqueleto respecto al movimiento corporal.
Los conceptos y la terminología aportados expuestos en este capítulo se utilizarán y aplicarán con más profundidad en los siguientes capítulos. Este capítulo, por tanto, servirá de introducción y de referencia cuando se vuelva a retomar esta información.
Principales tejidos del cuerpo
El cuerpo se compone de cuatro tipos principales de tejidos, cada uno con una estructura particular para poder desarrollar las funciones encomendadas. Estos cuatro tejidos principales son el tejido muscular, el tejido nervioso, el tejido epitelial y el tejido conjuntivo. El tejido muscular se caracteriza por su capacidad de contraerse y se encuentra en el corazón, en distintos órganos (p. ej., el músculo liso del tubo digestivo) y en los músculos esqueléticos del cuerpo. El tejido nervioso se compone de células (neuronas) capaces de generar y conducir mensajes eléctricos, así como de otras células (neuroglia) que ayudan a sostener estas neuronas. El tejido epitelial se compone de células que se agrupan para formar láminas continuas o membranas, que revisten y tapizan superficies del cuerpo, o forman glándulas. Los tejidos conjuntivos suelen unir, sostener, aislar y proteger estructuras, y se subdividen en tejido conjuntivo propiamente dicho, cartílago, hueso y sangre.
Mientras que los tres primeros tipos de tejidos se componen sobre todo de células, el tejido conjuntivo se caracteriza por la presencia de grandes cantidades de material inerte en el espacio intermedio entre las células (matriz extracelular), el cual contiene distintas fibras y otros elementos que determinan su forma y función. Por ejemplo, el hueso contiene sales de calcio en su matriz extracelular que le confieren la consistencia necesaria para soportar el peso del cuerpo. Algunos tipos de tejido conjuntivo contienen haces muy apretados de fibras proteínicas (colágeno), que le confieren la fuerza necesaria para su función de unir hueso con hueso (ligamentos) o músculos con huesos (tendones). La sangre, un tejido conjuntivo atípico, contiene plasma en su matriz extracelular; sus fibras sólo son evidentes durante el proceso de coagulación.
Estos tejidos principales del cuerpo se pueden agrupar en unidades anatómicas o funcionales llamadas órganos. Un órgano es una estructura que realiza una función especial en el cuerpo y se compone de dos a cuatro tejidos principales. Ejemplos de órganos son el corazón y el encéfalo. Además, los órganos que actúan en cooperación para un propósito común se agrupan de acuerdo con una función común en sistemas, como el sistema esquelético, el sistema muscular y el sistema nervioso. El sistema esquelético se tratará en este capítulo, y el sistema muscular en el capítulo 2. El sistema esquelético se compone de todos los huesos del cuerpo, los cartílagos y ligamentos, y las articulaciones que conectan estos huesos entre sí.
Composición y estructura óseas
En una persona normal, el hueso supone en torno al 1520% del peso corporal total (Huwyler, 1999). El hueso se caracteriza por su resistencia y rigidez, y es uno de los tejidos conjuntivos más fuertes del cuerpo. A diferencia de otros tejidos, la matriz extracelular del hueso contiene sales de calcio. Estos minerales componen en torno al 60-70% del peso óseo (Hall, 1999; Rasch, 1989) y confieren al hueso su enorme resistencia a la compresión (L. pressus, presionar conjuntamente): la capacidad para resistir una fuerza que tiende a comprimir o aplastar un hueso. Esta matriz extracelular también contiene fibras colágenas (G. koila, pegamento + gen, que produce). El colágeno confiere al hueso su enorme resistencia a la tracción (la capacidad de oponer resistencia a una fuerza que tiende a separar el hueso) y su flexibilidad. La composición del hueso se puede comparar con la del cemento reforzado, desempeñando el colágeno el papel del acero, y los cristales de calcio, el papel de la arena y piedra. La resistencia a la compresión del hueso es en realidad mayor que la del cemento reforzado (Guyton, 1976) y se calcula que la resistencia a la tracción del hueso compacto es 230 veces superior a la del músculo de una sección transversal similar (Rasch y Burke, 1978).
Funciones del hueso
La composición del hueso le permite cumplir las siguientes funciones clave:
· Sustentación. Los huesos aportan una estructura interna al cuerpo, esencial para conferirle forma y estabilidad.
· Protección. Algunos huesos protegen las estructuras frágiles que rodean. Por ejemplo, el cráneo protege el encéfalo; la caja torácica, el corazón y los pulmones, y la cintura pélvica, los órganos internos vitales.
· Movimiento. Muchos huesos actúan como palancas para mejorar la capacidad de movimiento (véase Músculos, palancas y movimiento angular en el capítulo 2, pág. 44 para más información). Las largas palancas del cuerpo permiten a las extremidades desplazarse sobre largas distancias, a gran velocidad o ambas cosas.
· Producción de hematocitos. Algunos huesos contienen médula roja responsable de la producción de hematíes. Los hematíes son vitales para el transporte de oxígeno y dióxido de carbono.
· Almacenamiento de minerales. Distintos minerales importantes, como el calcio, el fósforo y el magnesio, se almacenan en los huesos. Cuando es necesario, las hormonas estimulan la liberación de algunos de estos minerales a la sangre para que el cuerpo los utilice. Estos minerales son vitales para procesos importantes como la coagulación de la sangre, la transmisión nerviosa, la contracción muscular y el metabolismo energético.
Tipos de hueso
Los huesos adoptan variedad de formas y tamaños. Se clasifican de acuerdo con su forma en cinco tipos, que se describen a continuación y se ilustran en la figura 1.1.
· Los huesos largos tienen forma tubular y son mucho más largos que anchos. Se hallan en las extremidades, donde actúan como palancas para incrementar el movimiento. Por ejemplo, el hueso del muslo, el fémur, es un hueso largo (figura 1.1). Otros ejemplos comprenden la clavícula, el húmero, el radio, el cúbito y los metacarpianos y falanges de la extremidad superior, y la tibia, peroné y los metatarsianos y falanges de la extremidad inferior (figura 1.4).