Profunda atracción - Nuestra noche de pasión. Catherine Mann
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Editado por Harlequin Ibérica, S.A.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
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28001 Madrid
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
N.º 466 - febrero 2021
© 2013 Catherine Mann
Profunda atracción
Título original: Yuletide Baby Surprise
© 2013 Catherine Mann
Nuestra noche de pasión
Título original: For the Sake of Their Son
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Estos títulos fueron publicados originalmente en español en 2014 y 2015
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1375-163-4
Índice
Capítulo Uno
La doctora Mariama Mandara nunca había tenido mucho éxito en las clases de gimnasia. Lo cierto era que el atletismo no era lo suyo. Sin embargo, cuando se trataba de deletrear palabras, exponer investigaciones y ganar competiciones de matemáticas, había sido la mejor.
Por desgracia, sus cualidades académicas no le servían de nada para correr más deprisa por el pasillo del lujoso hotel.
Necesitaba darse más prisa que nunca para escapar de los mirones que la acosaban en aquel complejo turístico en la costa de Cabo Verde. Ella se alojaba en Santiago, la mayor de las islas que formaban una especie de Hawái africano.
Pero, por mucho que intentara esconderse, sus acosadores estaban demasiado ansiosos por capturar una foto de la princesa. ¿Por qué no podían aceptar que su presencia allí no era para hacer relaciones públicas, sino para asistir a una conferencia de trabajo?
Jadeando, Mari tropezó con una palmera decorada con luces de Navidad. Dar esquinazo a voraces perseguidores no era tan fácil como parecía en las películas, sobre todo, si no se era experta en volar edificios por los aires ni en saltar por las ventanas. Las escaleras estaban bloqueadas por una pareja de turistas que leía un mapa de la ciudad. Un carrito de la limpieza tapaba la otra salida. Solo podía seguir hacia delante.
Recuperando el equilibrio, continuó caminando deprisa. Si corría, llamaría más la atención o acabaría de bruces en el suelo. Quería que aquel congreso médico terminara cuanto antes y regresar a su laboratorio de investigación, donde podía refugiarse de la locura de las Navidades, enfrascándose en sus estudios.
Para la mayoría de la gente, la Navidad significaba amor, paz y familia. Pero, para ella, esa fechas solo despertaban cruentas rencillas familiares, incluso veinte años después del divorcio de sus padres. Si su madre y su padre hubieran vivido cerca o, al menos, en el mismo continente, las vacaciones no habrían sido tan difíciles. Sin embargo, habían jugado al tira y afloja con sus hijos en una interminable batalla transcontinental durante décadas. De niña, se había pasado más tiempo en el aeropuerto y en los aviones que celebrando las fiestas junto a la chimenea. Incluso, en una ocasión, había tenido que celebrar la Nochebuena en un hotel, cuando su vuelo de conexión había sido cancelado por la nieve.
Por eso, desde que había llegado a la edad adulta y había tomado el control de su vida, Mari prefería que la Navidad fuera lo más sencilla posible.
Aunque la sencillez no estaba siempre al alcance de la mano de una princesa. Su madre se había derrumbado bajo la presión constante que suponía ser la esposa de un príncipe en el oeste africano y había regresado a su Atlanta natal. Mari, sin embargo, no podía divorciarse de sí misma.
Si, al menos, su padre y sus súbditos comprendieran que la mejor manera en que podía servir a su pequeña región era a través de su investigación científica y no sonriendo ante las cámaras y asistiendo a ceremonias de alto rango… Ella prefería las ropas cómodas y sin artificios, en vez de la sofisticada etiqueta real.
Al fin, vio una escalera de servicio despejada y comenzó a subir. Solo necesitaba llegar a la quinta planta, donde estaba su habitación y podía esconderse durante el resto del día antes de acudir a las demás conferencias del simposio. Agotada