El juicio de Miracle Creek (versión española). Angie Kim

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El juicio de Miracle Creek (versión española) - Angie Kim


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el mundo lo entienda. Además, estabas allí, eres la persona ideal.

      Ideal o no, Matt odiaba la idea de ser el primero en hablar, de ser el que proporcionara el contexto. Sabía lo que opinaba Abe, que este asunto de la terapia curativa con oxígeno era un cuento y que quería decir: “Miren, aquí tienen a un estadounidense normal, un médico de verdad de una facultad de medicina de verdad, y él también se sometía al mismo tratamiento, por lo que tan disparatado no puede ser”.

      —Coloque la mano izquierda sobre la Biblia y levante la mano derecha —le indicó el oficial. Matt puso la mano derecha sobre la Biblia y levantó la izquierda, mirando de frente al oficial del tribunal. Que pensara que era un imbécil que no distinguía la derecha de la izquierda. Era mejor eso que mostrar su mano deforme y que todos hicieran un gesto de desgano y movieran los ojos sin control, como pájaros que revolotean sobre un montón de basura y no saben dónde posarse.

      Abe comenzó con lo fácil: de dónde era Matt (Bethesda, en el Estado de Maryland), a qué universidad había ido (Tufts), dónde había estudiado Medicina (Georgetown), dónde había hecho la residencia (también en Georgetown), las becas (mismo lugar), qué titulación había obtenido (Radiología), en qué hospital había trabajado (Fairfax).

      —Ahora bien, tengo que hacerle la primera pregunta que me vino a la mente cuando me enteré de la explosión. ¿Qué es Miracle Submarine y por qué se necesita un submarino en medio de Virginia, que ni siquiera está cerca del mar? —Varios miembros del jurado sonrieron, como satisfechos por el hecho de que alguien más se hubiera preguntado lo mismo que ellos.

      Matt esbozó una sonrisa forzada.

      —No es un submarino de verdad. Solamente está diseñado como uno, con ojos de buey, una escotilla y paredes de acero. En realidad es un equipamiento médico, una cámara para oxigenoterapia hiperbárica. La llamamos O-T-H-B, pronunciado O-Te-Hache-Be, para abreviar.

      —Explíquenos cómo funciona, doctor Thompson.

      —El paciente se introduce en la cámara sellada y el aire se presuriza entre 1.5 y 3 veces por encima de la presión atmosférica normal. Respira oxígeno puro al cien por cien. La alta presión hace que el oxígeno se disuelva a mayores niveles en la sangre, fluidos y tejidos. Las células dañadas para sanarse necesitan oxígeno, así que esta penetración profunda de oxígeno adicional puede favorecer la recuperación y la regeneración. Muchos hospitales ofrecen OTHB.

      —Miracle Submarine no es una cámara hospitalaria. ¿Cuál es la diferencia?

      Matt pensó en las cámaras hospitalarias esterilizadas, manejadas por técnicos uniformados, y en la cámara oxidada de los Yoo, instalada en diagonal dentro de un antiguo granero.

      —No demasiada. Los hospitales en general usan tubos transparentes para una sola persona. Miracle Submarine es una cámara más grande, para que cuatro pacientes y sus cuidadores puedan permanecer juntos, lo que la vuelve mucho más accesible económicamente. Además, los centros privados están dispuestos a tratar afecciones que los hospitales no atienden.

      —¿Qué tipo de afecciones?

      —Una gran variedad: autismo, parálisis cerebral, infertilidad, enfermedad de Crohn, neuropatías. —Matt creyó escuchar risitas al nombrar la afección que había tratado de ocultar en medio de la lista: infertilidad. O tal vez fue el recuerdo de su propia risa la primera vez que Janine sugirió OTHB después del análisis de semen.

      —Gracias, doctor Thompson. Bien, usted fue el primer paciente de Miracle Submarine. ¿Puede contarnos su experiencia?

      Vaya si podía. Podía extenderse sobre cómo Janine le organizó una trampa perfecta invitándole a cenar a casa de sus padres sin decir una palabra sobre los Yoo ni la OTHB ni —peor aún— sobre la “contribución” que se esperaba de él. Una sucia emboscada.

      —Conocí a Pak en casa de mis suegros el año pasado —comenzó Matt, dirigiéndose a Abe.— Son amigos de la familia; mi suegro y Pak proceden del mismo pueblo en Corea. Me enteré de que Pak iba a instalar una cámara hiperbárica y mi suegro iba a invertir en el proyecto. —Estaban sentados alrededor de la mesa y los Yoo se pusieron inmediatamente de pie cuando entró Matt, como si fuera un miembro de la realeza. Pak parecía nervioso: la tensa sonrisa acentuaba su cara angulosa y cuando estrechó la mano de Matt, los nudillos parecían cumbres rocosas. Young, su mujer, se había inclinado ligeramente, con la mirada baja. Mary, la hija de dieciséis años era una copia de la madre, con unos ojos demasiado grandes para su delicado rostro, sonreía con aire travieso, como si conociera un secreto y no viera la hora de ver su reacción al enterarse, que por supuesto era lo que iba a suceder.

      En cuando Matt se sentó, Pak le preguntó:

      —¿Conoces la OTHB? —Las palabras parecieron dar pie para iniciar una actuación bien ensayada. Todos se agruparon alrededor de Matt, inclinándose hacia él a modo de conspiración, hablando por turnos y sin pausa. El suegro de Matt contó lo popular que era la terapia entre sus clientes asiáticos de acupuntura; Japón y Corea tenían centros de bienestar con saunas de rayos infrarrojos y OTHB. La suegra de Matt añadió que Pak contaba con muchos años de experiencia en oxigenoterapia en Seúl. Janine comentó que investigaciones recientes demostraban que la OTHB constituía un tratamiento prometedor para muchas afecciones crónicas.

      —¿Y cuál fue su reacción ante esto? —quiso saber Abe.

      Matt vio cómo Janine se llevaba el dedo pulgar a la boca y se mordía el pellejo de alrededor de la uña. Era algo que hacía cuando estaba nerviosa, lo mismo que había hecho durante aquella cena, sin duda porque sabía perfectamente lo que él iba a pensar. Lo que iban a pensar todos sus amigos del hospital. Que era una idiotez. Otra de las terapias alternativas de su padre, terapias holísticas en las que caían los pacientes desesperados, locos o estúpidos. Matt nunca decía esto, por supuesto. Bastante lo desaprobaba ya su suegro, el señor Cho, solamente por no ser coreano. Si descubría que Matt consideraba que su profesión —en realidad, toda la “medicina” oriental— era un engaño… No. No sería bueno. Razón por la cual Janine había estado muy acertada al anunciar algo como eso delante de sus padres y sus amigos.

      —Todos estaban entusiasmados —dijo Matt a Abe—. Mi suegro, acupuntor con treinta años de experiencia, apoyaba el tratamiento y mi mujer, que es médica clínica, reconocía su potencial. Eso era lo único que yo necesitaba saber. —Janine había dejado de morderse la cutícula—. Hay que tener en cuenta —añadió Matt— que ella se había graduado en Medicina con calificaciones mucho mejores que las mías.

      Janine y los miembros del jurado rieron.

      —De manera que usted decidió hacer el tratamiento. Háblenos sobre eso.

      Matt se mordió el labio y apartó la mirada. Sabía que llegaría esa pregunta y había ensayado cómo responderla: con humildad. Del mismo modo en que Pak había dicho aquella noche que el suegro de Matt iba a invertir, que Janine había sido “designada” —como si se tratara de una comisión presidencial o algo por el estilo— asesora médica y todos habían estado de acuerdo. “Usted, doctor Thompson, tiene que ser nuestro primer paciente”. Matt creyó haber escuchado mal. Pak hablaba inglés bien, pero tenía un acento muy marcado y cometía errores sintácticos. Tal vez había querido decir “director” o “presidente” y había traducido mal. Pero después Pak añadió: “Muchos pacientes serán niños, pero es bueno tener un paciente adulto”.

      Matt bebió un poco de vino, sin decir nada, mientras se preguntaba qué demonios podía haberle hecho pensar a Pak que un hombre sano como él podía necesitar OTHB. De repente, se le ocurrió una posibilidad. ¿Y si Janine les había contado algo del problema que tenían… que tenía él, mejor dicho? Trató de no pensar en ello y de concentrarse en la cena, pero le temblaban las manos y no podía coger los galbi, esos trozos resbaladizos de costillas marinadas que se le deslizaban entre los finos palillos plateados. Mary lo notó e intentó ayudarle.

      —Yo tampoco sé usar palillos de acero inoxidable —dijo, y le ofreció unos de madera, como los que ofrecen en las casas de comida china para llevar—. Con estos


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