¡No valga la redundancia!. Juan Domingo Argüelles
Читать онлайн книгу.electrónicos, debido al ambiente cálido que ahí encuentran, y que pueden llegar a alimentarse del forro plástico de los cables y circuitos de dichos aparatos. Pero, para el ser humano, lo que no es nutritivo, no es alimento. Veamos por qué. El sustantivo femenino “alimentación” posee dos acepciones principales en el DRAE: “Dar alimento a un ser vivo” y “conjunto de las cosas que se toman o se proporcionan como alimento”. Ejemplo: La alimentación es un derecho de todos los seres humanos. El verbo transitivo “alimentar” significa “dar alimento a un ser vivo”. Ejemplo: La madre alimentó al recién nacido. De ahí el adjetivo “alimenticio”: “Que alimenta o tiene la propiedad de alimentar”. Ejemplo: La leche materna es altamente alimenticia. Finalmente, el sustantivo masculino “alimento” (del latín alimentum) posee dos acepciones principales en el diccionario académico: “Conjunto de sustancias que los seres vivos comen o beben para subsistir” y “cada una de las sustancias que un ser vivo toma o recibe para su nutrición”. Ejemplo: El mejor alimento para un recién nacido es la leche materna. Hay alimentos más o menos “nutritivos”, pero no hay “alimentos no nutritivos” ni “alimentos sin nutrientes”, puesto que el contrasentido que encierran dichas expresiones impide que puedan ser “alimentos”. La lógica se impone: El “nutriente” y lo “nutritivo” se definen como “lo que nutre”; la “nutrición” es la “acción y efecto de nutrir”; “nutrir” (del latín nutrīre) es “aumentar la sustancia del cuerpo animal o vegetal por medio del alimento”, y lo “nutricio” (del latín nutricius) es aquello que es “capaz de nutrir”. Queda claro, entonces, de una vez por todas, que lo que no es “nutritivo” o carece de “nutrientes” no puede denominarse “alimento”.
En el ámbito culto de nuestra lengua y, especialmente, entre los nutriólogos, cada vez se abren más camino los contrasentidos “alimento no nutritivo” y “alimento sin nutrientes”. A los profesionales de la nutrición les hace falta usar la lógica o, en su defecto, consultar el diccionario. En el diario argentino La Nación, en un artículo intitulado “11 cosas que hacemos para adelgazar y son un error gigante”, se afirma que una de ellas es
Lo correcto es decir y escribir:
12. ¿alimento orgánico?, orgánico, ¿producto orgánico?
Para comprender claramente qué es lo “orgánico” resulta útil el procedimiento inverso de saber primero qué es lo “inorgánico”, es decir lo “no orgánico”. Como adjetivo, el término “inorgánico” se aplica “a los seres minerales por oposición a los animales y vegetales, y a lo que procede de ellos o se relaciona con ellos” (DUE). Ejemplo: La química inorgánica se ocupa de estudiar las propiedades de la materia que no contiene carbono en sus moléculas. Pasemos ahora al adjetivo “orgánico”, del cual María Moliner ofrece tres acepciones principales en el DUE: “Constituido por órganos; se aplica, por antonomasia, a ‘ser’ para designar a los seres vivos”; “se aplica a las sustancias elaboradas por los seres vivos y a la parte de la química que las estudia”, y también “se aplica a los cuerpos cuyo componente constante es el carbono, y a la parte de la química que los estudia”. En DRAE las acepciones son coincidentes, pero más escuetas: “Dicho de un cuerpo: Que está con disposición o aptitud para vivir” y “dicho de una sustancia: que tiene como componente el carbono y que forma parte de los seres vivos”. Ejemplo: Los desechos orgánicos están constituidos, generalmente, por restos de alimentos. Cabe decir que el sustantivo masculino “carbono” (del latín carbo, carbōnis: “carbón”) es el “elemento químico no metálico, número atómico 6, sólido, componente principal de todas las sustancias orgánicas” (DUE). Quiere decir esto que el carbono es consustancial a los seres vivos (es decir, orgánicos) y no a los seres minerales, carentes de carbono en sus moléculas. Si el adjetivo “inorgánico” se opone al adjetivo “orgánico” es porque el primero se refiere a lo inanimado o inerte, en tanto que el segundo se aplica a los seres vivos y a las sustancias que éstos elaboran. Por todo lo anterior, fue una idiotez suprema la ocurrencia de denominar “alimento orgánico” al producto agrícola o agroindustrial que es el resultado de “procedimientos denominados ‘ecológicos’ que evitan el uso de productos sintéticos como pesticidas, herbicidas y fertilizantes artificiales”; como si el uso de pesticidas, herbicidas y fertilizantes artificiales pudiera quitarles la cualidad de “orgánicos” a los alimentos o productos agrícolas: como si un tomate fertilizado artificialmente dejara de ser tomate y perdiera su cualidad de alimento. Lo cierto es que tan “orgánica” es una lechuga fertilizada con productos sintéticos, como una col que se desarrolló sin fertilizantes artificiales, pues ambos son productos vivos, y su componente principal es el carbono. La lechuga únicamente sería inorgánica si estuviera hecha de piedra o de metal (una escultura, pues), y no sería, entonces, alimento. Ésta es una prueba de que la ideología y la corrección política atentan contra la lógica y el idioma. Veamos por qué. Para que existan “alimentos orgánicos”, tendrían que existir, en oposición, “alimentos inorgánicos”, y resulta obvio, como lo hemos visto en la entrada anterior, que estos últimos no existen, a menos que alguien consuma piedras porque las confundió con papas y cebollas (¡y, desde luego, no serían alimentos!). Hay que dejarnos de tonterías y regresar la lógica a su lugar. ¡Todos los alimentos son orgánicos, en tanto son alimentos, esto es productos de seres vivos o elaborados por seres vivos! A los mal denominados “alimentos orgánicos” se les llama también “alimentos ecológicos” o “alimentos biológicos”, denominaciones menos desafortunadas, aunque de todos modos redundante la última. También, con mayor generalización, se les conoce como “productos