E-Pack HQN Susan Mallery 1. Susan Mallery
Читать онлайн книгу.–Nevada, me gustaría que fueras uno de mis directores de construcción. ¿Sí o no?
–Eso no es suplicar, exactamente.
–Tal vez no, pero es sincero.
–Los dos vamos a fingir que el pasado nunca sucedió –le dijo, más que lanzarle una pregunta–. Empezaremos de cero.
–Hecho.
–Pues entonces sí que quiero el trabajo.
Complacido, él extendió la mano.
–Bien. Vamos al pueblo para hablar de los detalles.
Nevada le estrechó la mano, pero Tucker no estaba preparado ni para el roce de su piel, ni para el cosquilleo que recorrió su entrepierna.
Después del apretón de manos, él la soltó e hizo todo lo que pudo por actuar con normalidad. Nevada, por su parte, parecía haberse quedado como si nada tras el contacto, lo que hizo que se sintiera estúpido por partida doble.
–¿Vas a alojarte en un hotel mientras estés aquí? Si quieres alquilar una casa, podría preguntar.
–Prefiero un hotel. Es más sencillo.
–¿Porque otros te hacen la comida y limpian por ti?
–Por supuesto.
–Eres el típico chico.
–La mayoría de los días lo soy –la acompañó a su camioneta–. Nos vemos en el vestíbulo del Ronan’s Lodge dentro de veinte minutos. Llevaré el contrato de trabajo.
Ella asintió y se subió al coche, pero no cerró la puerta.
–¿Hablas con ella? ¿Con Cat?
La pregunta lo sorprendió.
–No. Hace años que no. No, desde que rompimos. ¿Y tú?
Nevada sacudió la cabeza.
–Cat no era mi amiga.
–Le caías bien. Todo lo bien que podía caerle alguien.
–Que ya es decir mucho.
–Ya sabes cómo era.
En ese momento, Nevada sí que lo miró y él vio algo iluminarse en sus ojos. Incapaz de identificar la emoción, no pudo más que preguntarse: ¿Será dolor? ¿Será rabia? Pero no había forma de adivinarlo. Los sentimientos eran una complicación que se les escapaba a la mayoría de los hombres mortales.
Una camioneta pasó por la carretera y aparcó junto a ellos.
–Ese es Will –dijo Tucker–. Tienes que conocerlo. Es mi mano derecha, aunque te dirá que él está al mando.
–Yo estoy al mando –dijo Will caminando hacia ellos–. Pregúntale cuántas veces le he salvado el trasero.
–¿Alguien puede contar tanto? –preguntó Nevada saliendo de su camioneta y sonriendo.
Will le guiñó un ojo y después se giró hacia Tucker.
–Sabía que me caería bien. Dime que ha dicho que sí.
–Ha dicho que sí.
–Bienvenida al equipo –dijo Will estrechándole la mano–. Will Falk.
–Nevada Hendrix.
–Tucker iba a darme el contrato de empleo para que le echara un vistazo. ¿Quieres venir a verme firmar?
–No hay nada que pudiera gustarme más. Nos vemos en el pueblo.
«Probablemente sea mejor así», se dijo Tucker mientras se subían a vehículos distintos y se ponían en marcha hacia Fool’s Gold. Hasta que descubriera por qué le había impactado tanto el roce de Nevada lo último que necesitaba era pasar tiempo a solas con ella en el hotel. Ahora que iban a trabajar juntos, cualquier cosa dentro del ámbito personal tenía que quedar al margen. De eso estaba seguro.
–¿Qué? –preguntó Ethan–. ¿Algo va mal?
Denise Hendrix miró a su hijo mayor. Aún recordaba el día que lo llevaron a casa desde el hospital. Llevaba casada un año, apenas era una veinteañera y no tenía idea alguna de lo que estaba haciendo. Su suegra aún vivía por entonces y, aunque las dos mujeres nunca habían estado unidas, Eleanor se había presentado en la casa a los quince minutos de que Denise y Ralph hubieran llegado con su bebé.
–Estoy aquí si me necesitas –había anunciado la algo severa y delgada mujer–. Sé por lo que estás pasando, pero no quiero entrometerme.
Denise le había asegurado que estaría bien, pero ese grado de valentía duró solo hasta la mañana siguiente, cuando Ralph se marchó a trabajar y Ethan empezó a llorar. No paró, no comió y aunque no tenía fiebre, a Denise le entró el pánico. Había llamado a Eleanor y le había suplicado que fuera.
La abuela de Ethan no tardó más de dos minutos en calmarlo. Había estado al lado de Denise mientras ella aprendía a cuidar de su bebé, le había ofrecido consejos de lo más sensatos y nunca le había dicho ni una sola palabra a Ralph sobre sus visitas diarias.
–Echo de menos a tu abuela –dijo Denise.
Ethan la miró.
–¿Por eso has venido a la oficina? Hace como veinte años que murió.
–No es eso por lo que he venido, pero estaba pensando en ella. Fue maravillosa conmigo. ¿Te acuerdas de ella?
–Claro. Cuando nos quedábamos a dormir con ella podíamos estar levantados hasta la hora que quisiéramos y podíamos ver lo que quisiéramos por la tele. Yo siempre elegía alguna peli de miedo de las que tú no me dejarías ver, y me asustaba tanto que luego no podía dormir. Después me metía en la cama con ella y el abuelo y ella me cantaban hasta que se me pasaba el miedo.
Denise sonrió.
–Eso es muy propio de ella.
–Pero no es la razón por la que estás aquí.
–No. No sé qué hacer con Tucker Janack y necesito tu consejo –nada de lo que dijo era cierto; sabía muy bien qué hacer con Tucker, pero eso no se lo dijo a Ethan. Mejor dejarle sacar sus propias conclusiones.
Ethan frunció el ceño.
–¿Sobre qué? Nevada va a trabajar para él, me ha dicho que iba a aceptar el trabajo.
–Lo sé y me alegro. Es solo que... –respiró hondo–. Tienen un pasado juntos. ¿Te acuerdas de cuando Nevada fue a la universidad y le pediste que buscara a Tucker?
–Claro. Pensé que era bueno que lo conociera por si pasaba algo o necesitaba algún consejo sobre la universidad. Ingeniería es muy difícil y él ya había pasado por ello.
–Sí que fue a verlo y se hicieron amigos. Y entonces... –sacudió una mano–. Bueno, da igual. No debería hablar esto contigo.
–Pues ya es demasiado tarde. ¿Qué pasó?
–Él se emborrachó y se acostaron. Tucker tenía una relación con otra persona, pero acababan de romper. Se aprovechó de Nevada y después volvió con su novia. Nevada se quedó hundida, por supuesto. Me pongo enferma solo de pensarlo. Ese hombre y mi pequeña.
Lo cierto era que a Denise no le hacía ninguna gracia lo que había pasado y sí que quería ver a Tucker castigado. Por otro lado, creía que a veces los hijos tenían que aprender de sus errores y asumir las consecuencias, pero Tucker había ido demasiado lejos.
Ethan asintió.
–Me ocuparé de ello, mamá. No te preocupes.
–Sabía que podía contar contigo. Siempre has estado a mi lado y al lado de toda la familia.
Se levantó y Ethan hizo lo mismo para acompañarla hasta la puerta.
–No te