Portugueses y españoles. Federico J. González Tejera

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Portugueses y españoles - Federico J. González Tejera


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aprendizajes y experiencias merecían el mismo trato.

      En tercer lugar, pensaba que un libro de estas características podría ayudar a toda una generación de españoles y portugueses que, yo creo, van a trabajar conjuntamente de forma creciente en los próximos años. Para los españoles que trabajen en Portugal o con portugueses, y en especial para los madrileños (luego explicaré por qué en especial para ellos), este libro podría ayudar a que iniciasen el desafío con una mayor «sensibilidad» ante la diferencia cultural que existe entre los dos países y con un mayor conocimiento de la forma de ser del vecino. Para los portugueses que vayan a trabajar con españoles o en España, este libro podría ayudarles a hacerlo conociendo mejor cómo es su conducta y cuáles son las causas de su comportamiento.

      Antes de terminar, me gustaría detenerme en un punto que, no por evidente, merece menos atención. Yo soy español. Y es fundamental que cualquiera que lea este libro lo asimile, para así encajar mis comentarios y apreciaciones en la dimensión adecuada. Si bien es cierto que desde hace más de quince años, como he dicho, no trabajo en España y que toda mi educación y mi carrera profesional se ha desarrollado junto a ejecutivos tanto europeos como norteamericanos, deben recordarse aquellos versos campoamorianos que afirman: «todo es según el color del cristal con que se mira». Y yo no puedo negar que la óptica que utilizo, cuando hablo de las relaciones entre los dos pueblos, puede venir influida por mi propio origen. Si bien creo que, por mi trabajo y por mi experiencia, tiendo en muchas ocasiones a hablar de los españoles como «ellos», no puedo negar que yo mismo lo soy. (No obstante, y aun a pesar de la clarificación, creo que el estar «del lado portugués» durante los últimos tres años me han permitido crecer en neutralidad en mis percepciones.)

      He tratado de mantener la estructura del libro lo más sencilla posible. Después de un breve repaso de la historia de las relaciones entre los dos países en el capítulo I, se delinea un recorrido sobre las barreras que, a mi modo de ver, hacen más complicadas de lo que debieran las relaciones entre los dos países en el capítulo II. En el capítulo III se realiza un análisis sobre las diferencias en cuatro dimensiones culturales claves entre los dos países. Sigue el capítulo IV con una revisión de las diferencias en las formas de ser y pensar de los ciudadanos de uno y otro lado. Después, pasamos a ver cómo las diferencias culturales se ponen de manifiesto en el mundo de los negocios, en general, en el capítulo V y, en el día a día, en particular, en el capítulo VI. En el capítulo VII se analizan las diferencias en los estilos de comunicación, tanto en el ámbito social como en el profesional. Finalmente, en el epílogo, se abre paso a la imaginación y al futuro, aventurando mi punto de vista sobre el mismo.

      Espero que disfruten del «viaje» que a partir de aquí comienza.

      Me gustaría expresar mi reconocimiento a todos aquellos que con su paciente comportamiento me han permitido conocer cómo son los portugueses, desde el punto de vista profesional y personal, y cómo responden a distintas situaciones. Y la verdad es que debería agradecerles no solo su paciencia, sino también su cariño, su honestidad y su respeto.

      Especialmente me gustaría agradecer a todos los empleados de Procter & Gamble en Portugal. Gracias en especial a Marta Uva y a Carlos Hernández Ojeda. ¡Cuánto nos hemos reído juntos hablando de los españoles, los portugueses y los ibéricos!

      El libro no habría sido el mismo sin los valiosos comentarios y discusiones que, en distintos momentos de su escritura, recibí de Marta Uva, Antonio Sabino, Rafael Mazón, Claudia Brito, Ricardo Carrasquinho, Rui Neves Dossantos y Nuno Melo.

      No puedo más que también reconocer la contribución «espectacular» de las conversaciones que durante muchas horas, días y noches tuvimos con Tomás, Silvia, Pedro, Patricia, Quique y Carol. Serán amigos para el resto de nuestras vidas, y siempre tendremos en común las experiencias que, como españoles, vivimos en Portugal.

      Gracias con mayúsculas a Carlos Ramalho y a su mujer Ana, a Nuno Bernardo, Filipe Salsiña, Carlos Reis, Antonio Franco (Nico), Verónica, Emanuel Brito y Nuno Ogando. En algunos casos, sus experiencias de trabajo en España siendo portugueses o sus aprendizajes como portugueses al tener responsabilidades ibéricas en sus empresas; en otros, su mero interés por las relaciones entre ambas culturas o incluso sus experiencias personales, me han permitido profundizar en muchas de las realidades de los dos pueblos tanto desde el punto de vista cultural como desde el ámbito de las relaciones y percepciones de las diferencias en los estilos de trabajo y liderazgo. Las horas que hemos pasado discutiendo han sido, sin duda, en beneficio del contenido del libro.

      Gracias a Ricardo Bauluz en especial. Siempre comparto con él mis originales para que me oriente sobre «si hay o no un libro». Culpa de él es, por tanto, que se publique este. Gracias por último a Aleixandre Vasconcellos por su apoyo desde el inicio del trabajo.

      Igual que en la nota siguiente a los lectores portugueses, debo pedir a mis compatriotas, y en particular a los madrileños y castellanos, paciencia al leer las notas que siguen. Hay quien con seguridad se sentirá ofendido por lo que digo sobre «nosotros». En más de un caso, el lector podrá considerar las posibles «críticas» que hago a nuestra forma de relacionarnos con los portugueses como falsas. Seguro que, en muchos casos, se podrán incluso considerar hasta ofensivas. En ningún caso soy un «renegado», un «traidor» o un «vendido». Solo utilizo mis experiencias como medio de reflexión, cierto que con sentido crítico, pero el primero que es objeto de la crítica soy yo mismo.

      Quede claro que no hay intención en mis palabras de ofender a nadie. Solo existe una motivación por provocar la reflexión y ayudar a que exista un mejor «conocimiento del otro» por parte de los ciudadanos de ambos países. Solo así, las relaciones entre los españoles y los portugueses puede que estén un día a la altura que la coyuntura histórica que existe demanda de los dos pueblos.

      Como también diré al lector portugués, el libro contiene generalizaciones que son obligatorias para describir el comportamiento de los colectivos. Y la generalización lleva irremediablemente a la injusticia. Aun a pesar de lo escrito en las páginas que siguen, he conocido a muchos profesionales y particulares españoles que siempre han sido respetuosos con el extranjero, en general y con el portugués, en particular. La generalización es el mal necesario al que me obliga la escritura de mis reflexiones.

      Pido disculpas, pues, si en algún momento alguien no se siente reconocido en las definiciones. Al final del día, lo que cuenta es el cotejo y no tanto la palabra que se utiliza para denominar los extremos cotejados. Así lo creo yo al menos.

      Como espero que se pueda comprobar a lo largo de las páginas que siguen, tanto mi familia como yo hemos aprendido a apreciar a los portugueses. Los portugueses son gente abierta y acogedora, y nosotros nos hemos sentido muy cómodos y muy bien recibidos en Portugal. Aun así, el lector encontrará a lo largo del libro comentarios y apreciaciones sobre las creencias y los estilos de ser o pensar, tanto en el aspecto social como profesional, sobre sus hábitos y comportamientos, que acaso parezcan críticos o negativos. El lector más irascible puede considerar incluso ofensivas algunas de esas apreciaciones. Quiero dejar claro que, si en algún caso lo que digo suena como he descrito, no hay, ni en mi espíritu ni en mi actitud, una sola gota de mala intención. Detrás de todas esas afirmaciones anida un respeto profundo por lo portugués.

      Aunque resulte obvio, cuando se trata de un libro como este, en el que se describen la cultura y el proceder de una comunidad, es importante reconocer que, detrás de la definición de los prototipos de comportamiento, existe sin duda una injusta generalización. La generalización es necesaria para la definición de los estilos, y por ello es injusta con muchos de los portugueses con los que he trabajado y con muchos otros que puedan leer el libro. Pero es imposible hacer particular justicia a todos y cada uno de ellos.

      Como ser humano que soy, mi análisis no es necesariamente perfecto. Cualquiera de las afirmaciones o juicios de valor que hago, son susceptibles de estimaciones alternativas


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