Los números de la felicidad en dos Perúes. Enrique Vásquez H.

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Los números de la felicidad en dos Perúes - Enrique Vásquez H.


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dilema ético. ¿Se debe denunciar la injusticia o quedarse callado por conveniencia? ¿Para avanzar más rápido con los proyectos personales es lícito evadir ciertas reglas sociales? Estas dos preguntas enuncian situaciones en las que la inteligencia práctica, que indica cómo orientar la vida, es necesaria. El animal humano debe usar su razón para resolver estas cuestiones. Es tan inteligente el que puede resolver un problema de cálculo avanzado como el que sabe usar su intelecto para conducir su vida de manera justa y honrosa.

      Lamentablemente, estas observaciones sobre el fondo de la felicidad o su contenido han sido descuidadas en muchas de las escuelas contemporáneas que la investigan. Estas la reducen, quedándose supuestamente con lo más característico de Aristóteles –los elementos formales–, a preguntas como el estar satisfecho con la vida. Pero, al no incluir elementos del contenido, no es posible evaluar si las metas son dignas, justas, nobles o valiosas más allá del propio punto de vista del agente. Así, el elemento aristotélico del fondo o contenido queda relegado y, hoy, a veces se suele llamar solo eudaimonista al conjunto de propiedades formales. Básicamente, el eudaimonismo contemporáneo –como aparece en el Informe mundial de la felicidad (Helliwell et al., 2012)– solo se limita a evaluar si alguien logró sus metas, sin importar si estas son buenas, malas o banales.

      Escuela hedonista de la felicidad

      Ahora se revisará otra influyente escuela del mundo clásico que también sigue presente hoy en las aproximaciones a la felicidad. Se trata del hedonismo. Promovida en especial por Epicuro, la escuela hedonista sostiene que el contenido de la felicidad, o el máximo fin de la vida, debe ser la búsqueda del placer (Epicuro, 2012). Ya en la época de Epicuro, decían sus críticos que, si el placer fuera el fin más importante de la vida humana, se la estaría reduciendo a una vida de cerdos. Le imputaban: ¿no son acaso los licenciosos quienes viven más cerca de la bestialidad que del mundo humano? A esta crítica se sumaban los rumores que corrían sobre un estilo de vida desenfrenado que Epicuro y sus discípulos practicaban (Fernández-Galiano, 1988). Sin embargo, el propio Epicuro desmentía que su doctrina sostuviera tales afirmaciones. «Así pues, cuando afirmamos que el gozo es el fin primordial, no nos referimos al gozo de los viciosos y al que se basa en el placer [físico o sensual], como creen algunos que desconocen o que no comparten nuestros mismos puntos de vista o que nos interpretan mal, sino al no sufrir en el cuerpo ni estar perturbados en el alma» (Epicuro, 2012, pp. 90-91). La cita anterior es tomada de la célebre Carta a Meneceo. Del texto, se destaca que él no se refería a los placeres desenfrenados. Sabía bien que los excesos traen sufrimiento, lo cual es por naturaleza contrario al placer.

      Epicuro analiza los placeres y propone una tipología muy rica de ellos. Enseña que se debe explorar mediante la razón la manera correcta de disfrutar de los placeres, pues no todos poseen el mismo valor. Un hombre feliz es quien aprende a disfrutar de los placeres necesarios. Por ejemplo, es importante eliminar la situación de hambre, es decir, pasar de la insatisfacción del hambre a la satisfacción vital por una comida sencilla aunque nutritiva. En cambio, quien busca el placer de la comida exquisita abundante a menudo puede terminar en lo contrario. ¡Qué buen consejo para el mundo contemporáneo! El hombre de hoy a veces termina indigestado de tanto alimento o padeciendo los males de una comida que considera «deliciosa» pero que sabe que es insana, como la fast food. Puede bastar, entonces, el placer de las pequeñas cosas, el saber disfrutar de la vida que uno tiene. No se trata de almorzar en el mejor restaurante del mundo, sino de comer con agradado aquello que realmente alimenta el cuerpo. Lo mismo se podría decir de los placeres del alma: una buena amistad o una buena conversación pueden nutrir el espíritu más que los excesos de placeres físicos innecesarios. En suma, es el saber vivir y el saber disfrutar de los placeres lo que conduce a la felicidad. Consumir en abundancia, en cambio, no nos lleva a la felicidad sino al desperdicio (Schuldt, 2013).

      En los debates contemporáneos, las escuelas denominadas hedonistas hacen hincapié en el cómo uno disfruta o cómo uno vive la vida. A diferencia de la escuela eudaimonista, entonces, puede que uno no haya logrado todas las metas que se propuso pero haya conseguido disfrute y gozo con aquello que sí obtuvo. Las escuelas hedonistas contemporáneas ponen poca atención en el hecho de que Epicuro concedía a la sensatez o prudencia un lugar especial en la búsqueda de la felicidad. Los placeres nos conducen a la felicidad, pero no se trata de una entrega ciega a ellos, sino por medio de la sabiduría. Esta enseña si conviene un placer o su postergación, o qué placeres son preferibles a otros, etcétera. Este elemento coincide también con la sabiduría o virtud presente en la filosofía aristotélica, y hoy en día pasa desapercibido incluso en las mediciones econométricas y psicométricas.

      «Felicidad» en este libro

      Como se acaba de apreciar, las escuelas eudaimonista y hedonista tuvieron un gran impacto en la historia de la felicidad. A veces también son identificadas como felicidad evaluativa –evaluative happiness– y felicidad afectiva –affective happiness– (Helliwell et al., 2012), aunque los acentos de estos términos no recogen todo aquello que la tradición consideraba importante. Actualmente, no hay una teoría alterna que se considere dominante. Muchos teóricos ensayan concepciones varias que recogen algunos aspectos de la discusión apenas reseñada. La literatura es abundante y muestra la dispersión de las visiones asociadas, como muestran las reseñas o estados de la cuestión provistos por Veenhoven (1997) y Prasoon y Chaturvedi (2016). Con casi 20 de años de diferencia entre ambas revisiones, se constata una explosión de concepciones de la felicidad.

      Entre los esfuerzos internacionales destaca también el Better Life Index, desarrollado por la OCDE (OECD, 2020). A diferencia del Informe mundial de la felicidad, este indicador equipara a la felicidad con 11 dimensiones de bienestar: vivienda, empleo, educación, compromiso cívico, satisfacción, balance vida-trabajo, ingresos, comunidad, medio ambiente, salud y seguridad. Año a año, indicadores para estos atributos son calculados para los 37 países que conforman la OCDE. Sin embargo, estos no son agregados en un único índice de felicidad. Asimismo, resalta también la labor del Banco Mundial (2014), que viene alentando el encuentro entre los países latinoamericanos Ecuador, México, Venezuela y Bolivia con el asiático Bután, pionero en la felicidad de Estado, con el objetivo de aterrizar algunas de las políticas butanesas en esta parte del globo.

      El equipo de la presente investigación decidió comprender la felicidad en términos amplios, incluyendo más de una dimensión y definición como las presentadas. Se utilizó un instrumento aceptado internacionalmente, el cual fue desarrollado por Hills y Argyle (2002). Se lo conoce como el «Cuestionario de la felicidad de Oxford» (The Oxford Happiness Questionnaire, OHQ). Este fue a su vez inspirado por una versión más temprana conocida como el «Inventario de la felicidad de Oxford» (OHI por sus siglas en inglés), desarrollado por Argyle, Martin y Crossland (1989). Estos autores definieron la felicidad a partir de tres componentes psicológicos principales. El primero se centra en la frecuencia y grado de sensaciones, emociones y/o sentimientos positivos. El segundo corresponde al nivel promedio de satisfacción a lo largo de un período determinado. El último mide la ausencia de sentimientos negativos como la ansiedad y la depresión.

      Para el presente estudio, el instrumento que se aplicó (OHQ) permitía tal comprensión de la felicidad mediante 29 preguntas (Hills & Argyle, 2002). Así, la definición de felicidad que se utilizó es compleja, amplia, comprehensiva y,


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