Breve historia de la Arqueología. Brian Fagan

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Breve historia de la Arqueología - Brian Fagan


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se parecían a los indígenas americanos, como había sugerido John Aubrey (véase capítulo 1)? Nadie sabía qué sociedades humanas habían vivido en Europa antes de los romanos.

      Pocos europeos se tomaron la arqueología tan en serio como los daneses. Los romanos nunca conquistaron Dinamarca, por lo que sus ciudadanos sentían un fuerte vínculo hacia sus antiguos habitantes. La arqueología, la única manera de estudiarlos, se desarrolló de manera paralela al fuerte interés patriótico por los restos precristianos. No obstante, al igual que sus colegas ingleses y franceses, los excavadores daneses lidiaron con una maraña de hallazgos arqueológicos. No es una coincidencia que los primeros intentos de ordenar ese caos surgieran en Escandinavia.

      En 1806, el gobierno danés estableció una Comisión de Antigüedades para proteger las zonas arqueológicas y fundar un museo nacional. En 1817, sus miembros eligieron a Christian Jürgensen Thomsen (1788-1865) para poner en orden las colecciones nacionales y exhibirlas (en esa época estaban apiladas en el desván de una iglesia). Thomsen, hijo de un rico comerciante, era un entusiasta coleccionista de monedas. Gracias a su mente ordenada y precisa, era la persona idónea para ordenar y organizar el museo. Quien se dedica seriamente a la numismática se convierte en un clasificador acostumbrado a disponer los objetos según su estilo. Además, Thomsen disfrutaba conociendo personas y conversando con ellas. Si a esto añadimos un talento extraordinario para la escritura de cartas, lo cual le granjeó contactos a lo largo de Dinamarca y más allá, tenemos al encargado de museo ideal.

      El meticuloso Thomsen comenzó registrando las colecciones en cuadernos de contabilidad, al igual que en los negocios. Cada objeto recibía un número. Las nuevas adquisiciones también se catalogaban y numeraban. De esta manera, tenía acceso inmediato a cualquier objeto del museo. En unos cuantos meses había catalogado 500 artefactos. El engorroso proceso de catalogación y registro le permitieron familiarizarse con una amplia variedad de artefactos prehistóricos. Las colecciones de Copenhague incluían miles de herramientas de piedra de las primeras zonas de caza e hileras de hachas de piedra y azuelas (herramientas de corte con una hoja afilada colocada perpendicularmente al mango) utilizadas para carpintería primitiva. Había dagas de piedra bellamente talladas, espadas de bronce y numerosos broches.

      Realizar el catálogo era una cosa, pero organizar el embrollo de hachas y cuchillas de piedra, azuelas de bronce, escudos y algunos ornamentos de oro, era otra. Thomsen se dio cuenta de que muchas piezas de la colección provenían de sepulcros en los que se enterraba a las personas junto con vasijas de arcilla o hachas de piedra, y tal vez con broches y alfileres. Los grupos de ofrendas mortuorias diferían los unos de los otros según los artefactos que los componían. Después de examinar varios enterramientos, comprobó que algunos de los sepulcros contenían metal y otros artefactos de hueso o piedra. Decidió emplear la materia prima utilizada para elaborar las herramientas como base para la clasificación.

      En 1816, dividió la historia danesa en tres períodos. Llamó al primero «Período pagano», que comprendía el tiempo antes de la historia escrita y correspondía con lo que actualmente llamamos Prehistoria. A su vez, subdividió el período en tres edades: la Edad de Piedra, la Edad del Bronce y la Edad del Hierro. Así nació el famoso sistema de las Tres edades, el cual transformó las percepciones de los tiempos prehistóricos.

      El sistema de las Tres edades está completamente basado en las colecciones del museo de Thomsen. La Edad de Piedra es el período en el que solo se usaban piedras, cornamentas, huesos y madera para elaborar herramientas y armas. A esta le sigue la Edad del Bronce, en la que la mayor parte de los utensilios y armas que se fabricaban ya eran de bronce y cobre. Luego está la Edad del Hierro, en la que se comenzaron a utilizar las herramientas de hierro. Thomsen concebía las Tres edades como un marco cronológico para el pasado prehistórico. Lo desarrolló cuidadosamente, por medio de diferentes grupos de hallazgos de sepulcros intactos y zonas habitacionales.

      Se podría esperar que Thomsen hubiese sido un curador de museo obsesionado con los objetos, pero no fue así. Aunque las salas del museo exhibían artefactos de las Tres edades, ofrecían algo más, pues Thomsen se había encargado de que los visitantes comprendieran que la arqueología se basaba más en el estudio de las personas que de los objetos.

      Thomsen les hablaba a los visitantes del museo sobre los túmulos esparcidos a lo largo y ancho de las zonas rurales donde yacían hombres y mujeres que alguna vez vivieron ahí; describía los ornamentos de oro y de bronce que alguna vez relucieron en el cuello de una mujer o relumbraron al sol en un campo de batalla olvidado hace mucho tiempo. Al principio, el museo abría dos días a la semana, pero luego tuvo que ampliar más tiempo. Cada jueves a las dos de la tarde, Thomsen guiaba rebosante de entusiasmo a los visitantes; incluso ponía collares de oro alrededor del cuello de alguna muchacha. Hacía que el pasado regresara a la vida.

      Thomsen escribió un solo libro, la pequeña Guía de la Antigüedad escandinava (Guidebook to Northern Antiquity), publicada en 1836 y leída por toda Europa. En ella describe el sencillo sistema de las Tres edades basado en las colecciones de museo bien documentadas. Las Tres edades de Thomsen acabaron con la confusión. Asombrosamente, en muy poco tiempo, el sistema se convirtió en el método utilizado para subdividir el pasado prehistórico.

      La arqueología se basa en las excavaciones y en los estudios de campo, pero la investigación desarrollada en los laboratorios es igualmente importante. Nadie consideraría a Thomsen un investigador de campo. Él era, ante todo, un hombre de museo. Dedicó su quehacer profesional a las salas del museo. Solo excavó una vez, en 1845, cuando él y un colega analizaron una tumba de la Edad del Bronce. Allí enterrado, estaba el cuerpo incinerado de un hombre, su espada y un broche fino estaban dispuestos sobre una piel de buey. La excavación de Thomsen era notable por su registro riguroso, fiel reflejo de su mente precisa y su pasión por el detalle.

      Aunque Thomsen dedicó mucho tiempo al estudio de hallazgos pequeños y artefactos diminutos, también revolucionó los grandes esquemas del pasado. Con el desarrollo del sistema de las Tres edades, nacieron la ciencia moderna de la arqueología y la clasificación arqueológica.

      Aún faltaba demostrar si las Tres edades se sucedían una a la otra en el tiempo, así como establecer las fechas correspondientes. En 1838, Jens Jacob Worsaae (1821-1885), un joven estudiante universitario, se acercó a Thomsen. Hacía mucho tiempo que estaba interesado en la arqueología y había adquirido una gran colección de antigüedades. Worsaae era muy inteligente y rápidamente se convirtió en voluntario del museo sin ninguna retribución. Sin embargo, pronto incomodó a Thomsen por no tener miedo a expresar sus opiniones y se desenvolverse muy bien como escritor.

      Afortunadamente, el rey Christian VIII avaló completamente el trabajo de Worsaae. Patrocinó la investigación del joven y su primer libro, Las antigüedades primitivas de Dinamarca (The Primeval Antiquities of Denmark), publicado en 1843 y traducido al inglés en 1849. Esta obra es un ensayo magistral sobre el sistema de las Tres edades. Worsaae insistía en que la excavación de emplazamientos arqueológicos era la única manera de escribir la historia antigua de Dinamarca, empleando los artefactos hallados de la misma forma que los historiadores utilizan los documentos. El rey quedó tan impresionado con Worsaae que lo comisionó para integrar una expedición por las islas británicas para estudiar los vestigios de los vikingos, marineros y comerciantes escandinavos que vivieron entre los siglos VIII y el XI. Esta experiencia inspiró otro libro, gracias al cual el rey nombró a Worsaae inspector para la conservación de las antigüedades.

      Worsaae viajaba constantemente, registrando los sitios y salvando muchos de su destrucción. Sobre todo, excavó numerosas tumbas selladas de la Edad de Piedra y de la Edad del Bronce de las que pudo recuperar cadáveres, así como sus posesiones: espadas, escudos, vasijas de arcilla y restos de vestimentas de cuero. Estos hallazgos ofrecieron imágenes precisas de los diferentes pueblos y sus tecnologías. Gracias al sistema de las Tres edades se desvelaban retazos del pasado. Las excavaciones de Worsaae fueron muy significativas y concluyentes. Sus cuidadosas observaciones confirmaron que las Tres edades de Thomsen estaban en el orden cronológico correcto. Hasta entonces, el esquema había dependido única y exclusivamente de las colecciones de los museos; ahora, también se fundamentaba en las excavaciones.

      Con el


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