Breve historia de la Arqueología. Brian Fagan

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Breve historia de la Arqueología - Brian Fagan


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La relación entre las herramientas humanas y los animales extintos estaba fuera de duda.

      En 1859, justo antes de que Charles Darwin publicara El origen de las especies, dos miembros principales de la comunidad científica hicieron una breve visita al yacimiento de Somme. Se trataba del geólogo Joseph Prestwich y el anticuario John Evans, el mayor experto en herramientas de piedra. El propio Evans desenterró un hacha de piedra en el mismo nivel en el que encontró el hueso de un elefante extinto. Ambos regresaron a Londres convencidos de que los seres humanos habían vivido en la tierra mucho antes que la creación bíblica. Publicaron sus hallazgos en artículos que leyeron ante la Real Sociedad y la Sociedad de Anticuarios de Londres, donde seis décadas antes se había presentado la carta de John Frere sobre Hoxne. Los tiempos habían cambiado finalmente y la evidencia científica era irrefutable. No había más dudas respecto a la larga historia de la existencia humana.

      Los descubrimientos de Brixham y Somme originaron serias preguntas sobre los ancestros de la humanidad. Evidentemente, la existencia humana se remontaba a mucho más que seis mil años. Pero, ¿cómo era de antigua? La famosa teoría de la evolución de Charles Darwin y el descubrimiento de cráneos humanos de aspecto exótico en Alemania prepararon el escenario para el estudio abierto del pasado humano.

      8

      UN GRAN CAMBIO

      La bomba explotó unos pocos meses después de que John Evans y Joseph Prestwich regresaran de su visita a los yacimientos de grava de Somme con hachas y huesos de elefante. El origen de las especies, de Charles Darwin, situó a la arqueología en el centro de las discusiones sobre el origen de la humanidad. Los arqueólogos y los geólogos habían probado que los seres humanos convivieron junto a animales ahora extintos. Ahora, la teoría de la evolución y la selección natural de Darwin proporcionaban explicaciones sobre cómo los animales y otros seres vivos se habían desarrollado a lo largo del tiempo.

      La nueva teoría de Darwin desechó cualquier posibilidad de una frontera entre el mundo moderno y cualquier otro anterior habitado por animales extintos. Ningún diluvio atroz o gran extinción separaban a los científicos de mediados del siglo XIX de los paisajes habitados por los primeros animales o humanos. Nadie podía dudar de que las personas y los animales ahora desaparecidos habían vivido en la tierra al mismo tiempo.

      El año de 1859 fue un periodo crucial para la arqueología (y para la ciencia, en general). Nuevas preguntas asediaban a arqueólogos y biólogos por igual. ¿Hubo formas primitivas del ser humano anteriores a nosotros en la Tierra? Si es así, ¿hace cuánto tiempo aparecieron? ¿Y cómo podrían estudiarse las grandes diferencias entre las sociedades humanas vivas y las de sus ancestros? La bomba darwiniana envió a los arqueólogos a la busca de respuestas para estas preguntas (y de los primeros humanos y sus herramientas).

      Charles Darwin (1809-1882) se había convertido en un biólogo entusiasta cuando aún era estudiante en la Universidad de Cambridge. El largo viaje alrededor del mundo que emprendió a bordo del HMS Beagle entre 1831 y 1836, le proporcionó información sobre varias plantas y animales. Muy pronto comenzó a llevar libretas para registrar los cambios de los animales a lo largo del tiempo. En Sudamérica observó las capas geológicas y ratificó que los argumentos de Charles Lyell sobre la teoría de la uniformidad eran correctos. Sin embargo, el momento decisivo llegó cuando Darwin leyó el Ensayo sobre el principio de la población del erudito Thomas Malthus, publicado en 1798. Malthus sostenía que las poblaciones animales, incluyendo la humana, se expanden hasta donde llegan los suministros de alimento. Darwin llevó el argumento a un nivel superior y escribió que el progreso humano era un producto de la naturaleza y que el mecanismo empleado era el proceso gradual de la selección natural.

      La selección natural genera cambios en las propiedades de los organismos de generación en generación. Los animales muestran variaciones individuales en su apariencia y comportamiento; por ejemplo, en el tamaño corporal y en el número de crías, entre otras. Otras características son heredadas —pasan de padre a cría. Otras están influidas fuertemente por las condiciones ambientales y es menos probable que se transfieran. Los especímenes que tienen las características mejor adaptadas para la competencia por los recursos locales —lo que Darwin llamó la «lucha por la existencia»— sobreviven. La selección natural conserva cambios pequeños y beneficiosos que los miembros de diferentes especies pasan a su descendencia. Los especímenes favorecidos sobreviven y se multiplican, mientras que los inferiores mueren. Esta es selección natural aplicada a todos los animales, incluidos los humanos.

      Charles Darwin puso sobre la mesa el mecanismo de la selección natural. Sin embargo, no incorporó el asunto de la evolución humana en el libro, pues temía que no se leyera con seriedad. Se limitó a comentar que su teoría podría «arrojar algo de luz» sobre el desarrollo de los humanos. Doce años pasaron antes de que publicara El origen del hombre, en el que exploraba la relación entre la selección natural y la evolución humana.

      Darwin también especuló acerca del origen de los humanos en África ecuatorial, donde muchos simios aparecieron. Actualmente, sabemos que tenía razón. Su excelente investigación fue una razón convincente para el estudio antropológico de los primeros humanos. La teoría de la evolución ofreció la certeza de que los humanos habían descendido de los simios. Las respetables familias victorianas se horrorizaron. Las madres cobijaron a sus hijos contra sus faldas y cuchichearon las unas con las otras esperando que los rumores no fueran ciertos. Revistas satíricas como Punch hicieron burla del pasado común entre los humanos y los simios: una de las caricaturas que publicaron mostraba a un chimpancé con corbata negra llorando a causa de la exposición que Darwin hacía de su teoría. Los pastores predicaban sermones en contra de la evolución.

      Afortunadamente, Darwin tenía aliados poderosos, entre ellos, Thomas Henry Huxley (1825-1895), uno de los biólogos más grandiosos del siglo XIX. Huxley era un hombre imponente con rasgos leoninos, cabello y barba oscuros. Gran orador público, argumentó de manera tan enérgica a favor de la teoría de la evolución y la selección natural que lo apodaron el Bulldog de Darwin. Paulatinamente, la oposición a las ideas de Darwin se disipó, con la excepción de los cristianos más comprometidos.

      Nadie tenía idea de cuál era el aspecto del humano primitivo. Tres años antes de la publicación de El origen de las especies de Darwin, un grupo de picapedreros que trabajaban en el valle de Neander, cerca de Düsseldorf, Alemania, había descubierto el conjunto completo de un esqueleto en una cueva. El cráneo de aspecto primitivo y forma desmesurada tenía un hueso orbital amplísimo y robusto, muy diferente a la cabeza de rasgos suaves y redondeada de las personas modernas. Los expertos indagaron en el descubrimiento. Hermann Schaffhausen, un famoso biólogo, proclamó que los restos pertenecían a un habitante antiguo y salvaje de Europa. Por su parte, Rudolf Virchow, colega de Schaffhausen y distinguido cirujano, desestimó los huesos por considerar que pertenecían a un individuo idiota y deforme.

      Sin embargo, el Bulldog de Darwin tuvo una opinión diferente. Comprendió que el cráneo de Neander había pertenecido a un humano primitivo que había vivido antes que nosotros, los humanos modernos. Hizo un estudio detallado de los restos y los comparó hueso por hueso con los huesos del esqueleto de un chimpancé. Las semejanzas entre ambos eran sorprendentes. Huxley escribió un libro sobre sus hallazgos que se convirtió en un clásico de la evolución humana. En La posición del hombre en la naturaleza (Man´s Place in Nature), publicado en 1863, Huxley declara que el cráneo de Neandertal pertenecía al humano primitivo más antiguo del que se tuviera registro y el más cercano a nuestros ancestros homínidos. Esta era la prueba de que los humanos descendían de los primates, como lo indicaba la teoría darwiniana. Todos los estudios modernos sobre los fósiles de los primeros humanos tienen su origen en este breve libro de escritura bella y clara. Huxley estaba muy influido por los descubrimientos más recientes en geología y arqueología, así como por la teoría evolutiva.

      Durante la década de los 60 y 70 del siglo XIX, se encontraron más huesos


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