El niño problema. Guillermo Javier Nogueira

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El niño problema - Guillermo Javier Nogueira


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tanto de filósofos como de biólogos. Van del idealismo extremo de Berkeley: es la mente la que da existencia y configura al universo, al reduccionismo materialista extremo que niega la existencia de lo mental, suponiendo que el avance en el conocimiento de la estructura y funcionamiento cerebral darán cuenta de lo mental. Estas dos posturas tienen la ventaja de mantenerse en el monismo, pero a costa de un reduccionismo extremo.

      Por el contrario, el suponer mente y cerebro como dos entidades existentes pero distintas, obliga a intentar demostrar la vinculación entre ambas. Es el dualismo y sus variantes. En realidad no resuelve el problema, pues la demostración del vínculo está plagada de dificultades y cuestionamientos provenientes en su mayoría del ámbito filosófico. Existen algunas posturas atractivas como el epifenomenismo, que utiliza la metáfora del cerebro productor de mente, como el hígado es productor de bilis. Otra postura consiste en considerar la existencia de un dualismo de medios al solo fin de abordar el problema en búsqueda de unidad. Desde múltiples caminos se llega a esta encrucijada. Los filósofos lo hacen en su intento de responder a esa pregunta ineludible: ¿Qué es el hombre?, y también los lingüistas en la búsqueda de explicaciones sobre el lenguaje. Desde el otro lado están los biólogos y todos aquellos interesados en las conductas humanas al plantearse preguntas tan básicas y duras como qué es la vida, el sentido de la misma, la interacción recíproca con el medio o las intenciones. La biología sola por ahora y a pesar de los notables avances en las neurociencias no parece tener respuestas indiscutibles. Algunos piensan que quizás nunca las tengamos ya que corremos en pos de un horizonte que constantemente se aleja. Si bien eso parece cierto, vale la pena ir en esa dirección, de lo contrario podemos caer en la inacción o en la aceptación resignada de un más allá igualmente dudoso, inalcanzable y poco beneficioso evolutivamente. Eduardo Galeano lo dice reflexivamente cuando se pregunta para qué nos sirve movernos en pos de un horizonte que siempre se corre y al que llama utopía, y se responde esperanzadoramente: pues para movernos.

      La inmovilidad equivale a la muerte. El movernos es al menos una manera de intentar conjurarla. La ciencia apunta en ese sentido considerando la búsqueda de la inmortalidad como revolucionaria y subversiva de lo dado.

      En realidad el problema mente-materia implica al problema de la causalidad psíquica. Todo intento de respuesta dirigido desde lo biológico hacia lo mental debe contemplar la inversa para ser sustentable y válido, en particular cuando es analizado desde la filosofía.

      La pregunta por el hombre o por el ser humano puede ampliarse o reformularse como la pregunta por aquello humano, distintivo de los seres humanos y que los hace únicos. Es la Teoría de la Excepcionalidad Humana.

      Podemos pensar que el hombre es simplemente un animal diferente dentro de la naturaleza. Este reduccionismo no nos resulta satisfactorio y además sería de un darwinismo extremo, penoso para nuestro narcisismo. En tanto que con Descartes no dudamos de nuestra existencia y de nuestro pensamiento, la excepción sería aquello que nos coloca por fuera de la naturaleza sin dejar de reconocer que pertenecemos a ella. El pensamiento sería entonces el separador, pero para nuestra excepcionalidad debería ser privativo de los humanos y separable de la biología, base de nuestra existencia junto a la de todos los seres vivos. Una posibilidad es aceptar que la evolución biológica va pari passu con la posibilidad del pensar. Este sería un atributo que si bien es natural no es poseído al menos por todos animales y por lo tanto nos coloca como excepción. Otra alternativa es pensarnos como “creados” por un Dios, que nos elige y nos hace a “imagen y semejanza”. Creacionismo versus naturalismo. La controversia sigue y no es fácil escapar si se piensa rigurosamente. La excepción puede también vérsela en el hecho de que es el hombre como sujeto de sí mismo quien piensa, reconoce sus componentes y se autoconfigura. Se subjetiva a sí mismo al contemplarse como un objeto más. Otra opción es que un semejante u otros miembros de la naturaleza nos configuren al objetivarnos, y por lo tanto nos consideren semejantes formando parte de ella.

      Una interesante propuesta es la de Julio Moreno, quien considera lo humano de los humanos como una “falla” de lo biológico; entendiendo como falla el escape del determinismo mecanicista de lo biológico. El hombre desafía las leyes de la naturaleza, la modifica y es modificado por ella. Aparece lo aleatorio, la libertad y la posibilidad de decidir acertando o errando.

      Se han hecho enormes avances, pero que no agotan el tema. Según Jean-Pierre Changeux, debemos estudiar las ligazones por las cuales seres humanos con una estructura biológica similar con enormes –¿infinitas?– posibilidades de conectividad, direccionan los estímulos/información de una manera absolutamente individual que los caracterizará en su singularidad.

      El lenguaje puede ayudarnos a visualizar este planteo: ¿cómo a partir de unos pocos sonidos, un niño desarrolla vertiginosamente un lenguaje, rico, variado y personal? No sabe cómo lo logra, no puede dar cuenta de ello, pero reitera un fenómeno universal. Noam Chomsky propone para ello una estructura igualmente universal subyacente en el cerebro, con la cultura como variante y por ello hay lenguas. Es real que un niño inicialmente posee la capacidad de aprender cualquier lengua que escuche, pero poco después anulará esa amplia capacidad en favor del aprendizaje fluido e implícito de la lengua materna. Aprender otra lengua requerirá de un esfuerzo particular, será explícito y tendrá una oportunidad-ventana fuera de la cual no podrá reproducir en forma idéntica los sonidos –el habla– de otras poblaciones ya que su aparato fonador ha sido adecuado de una manera particular solo modificable laboriosa e imperfectamente. Veremos más adelante la relevancia de todo este planteo al considerar el aprendizaje y sus perturbaciones en los niños.

      Baste considerar por ahora que hemos hecho notables avances. Ya no dudamos en poner la mente en el cerebro y, parafraseando a Nespolous, seguir su propuesta: “put your brain in your mind and your mind in your brain” (ponga su cerebro en la mente y la mente en su cerebro).

      Notablemente y como suele suceder, esto no es un planteo de la modernidad ya que Aristóteles y Espinoza entre otros pensadores se lo habían preguntado bastante antes. Toda persona que se interese por las conductas humanas debe dedicarle una buena parte de su tiempo al estudio de esta problemática, ya que dependiendo de la postura que adopte o que le transmitan distintos autores, dependerá su propio posicionamiento, comprensión y acción. Hemos llegado entonces a un punto donde podemos resumir que las conductas humanas, incluyendo eso que llamamos mental o psíquico, dependen del cerebro. No hay conductas ni mente sin cerebro. Debemos entonces ver qué nos ofrece el cerebro y su biología para sustentar semejante aserto.

      “Ver” el cerebro en acción

      Hoy en día, con los métodos de las neuroimágenes, podemos demostrar cambios en el funcionamiento cerebral que aparentemente son el origen de conductas sanas y enfermas. Sus variaciones pueden ser verificadas estadísticamente en diferentes sujetos, incluyendo las producidas por fármacos o la palabra, vehículo de lo mental compartido con otros sujetos. El explorador y los paradigmas que él propone son parte del avance pero también de las limitaciones. Un toque de cautela es necesario ante el enorme progreso de las neuroimágenes y su utilización. Construimos con imágenes una cartografía cerebral de las conductas humanas pero debemos ser prudentes. El mapa no es igual que el territorio y por otro lado veremos aquello perteneciente al orden de lo que buscamos partiendo de un cierto conocimiento o hipótesis a priori.

      El cerebro

      A los fines de este libro me limitaré a señalar aquellos aspectos fundamentales de su estructura y funcionamiento que permitan y faciliten la comprensión de las conductas complejas, algunas de sus alteraciones y eventualmente al tratamiento racional de las mismas. Algunos números nos darán una idea de la extrema complejidad y enormes posibilidades de este sistema:

      Tenemos aproximadamente 100.000 millones de neuronas, que pueden establecer sinapsis en un número variable de 1 a 20.000, lo cual da en términos aproximativos unos 1.000 billones de conexiones posibles. Sabemos que hay alrededor de trescientas variedades de neuronas descriptas en los vertebrados y probablemente más de mil en los mamíferos superiores. Un tremendo poder computacional que además es dinámico y cambiante. Podemos pasar de la anatomía macroscópica a la microscópica, de ella a la bioquímica y de allí a la


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