El niño problema. Guillermo Javier Nogueira

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El niño problema - Guillermo Javier Nogueira


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la percepción de la escala temporal de la vida humana es muy diferente de la escala temporal evolutiva y de la escala temporal cósmica. Las dos primeras parecen ir acelerándose progresivamente a punto tal que tendemos a ubicarnos en un demandante presente casi permanente ya que el futuro se inmediatiza y no hay tiempo para aguardar y bucear en el pasado. Resultante de esto es que seamos “ciegos” a muchos cambios. Algunos nos parecen instantáneos por lo breves y otros inexistentes por lo lentos. Lo señalo como el problema de las escalas y medidas. Las montañas nos parecen eternas e inmodificables y una idea es “instantánea” cuando aparece en nuestra conciencia. Ambas no son verdades absolutas. Surge el problema del tiempo y sus teorías sin respuestas universalmente aceptadas a menos que consideremos varios tiempos, según el observador, su percepción, sus sensaciones y emociones y algunas de sus ideas sobre el cosmos. El tiempo cronológico, el tiempo pático, el tiempo efectivamente vivido, el tiempo soñado, son algunas de las variantes con que vivimos o con-vivimos.

      Esto es en definitiva la evolución: una adaptación exitosa precisamente para sobrevivir y perpetuarnos. En el caso particular del hombre y de los homínidos o primates superiores y algunos mamíferos, es el cerebro el que ha evolucionado exitosamente y hace que no solo sobrevivamos adaptándonos al entorno, sino que modifiquemos el entorno ventajosamente, aunque no siempre. Vamos encaminados a una organización social cada vez más compleja, creando culturas con tecnologías sorprendentes para nuestra vida: el anticonceptivo, la fertilización in vitro, los transgénicos, las nanotecnologías, la preservación de alimentos, la producción masiva de alimentos, los medicamentos, la medicina moderna, la informática y las comunicaciones y el transporte, entre tantas otras. El futuro está abierto y cada uno puede aventurar un pronóstico según sus conocimientos y postura ideológica.

      La física y la biología

      Es interesante pensar por qué nos resulta contraintuitivo el azar, particularmente al referirlo a la evolución de las especies. Una explicación a este interrogante se puede dar si consideramos al cerebro como un buscador de coherencia y organización intentando “acomodar/se” a lo aleatorio. Es un buceador en el caos de la teoría ¿realidad? cuántica.

      Las leyes de la termodinámica y los conceptos de entropía y neguentropía nos señalan interesantes coincidencias con nuestra biología y nuestras conductas integradas. Muestra de ello es el trabajo de estructuración y organización en escalas de mayor complejidad que hacemos constantemente. Nos alimentamos incorporando y transformando energía para luego gastarla, manteniéndonos vivos, constantes e idénticos a nosotros mismos pero en configuraciones cada vez más complejas. No hay vida si no obtenemos e intercambiamos energía con el medio y no hay conductas de ningún tipo si no estamos vivos precisamente para poder interactuar con el medio, con nosotros mismos y con otros humanos, gestionando de la mejor manera posible ese intercambio. El pasaje de lo simple a lo complejo encuentra en los fractales un ejemplo posible.

      La inquietante pregunta por la identidad

      ¿Cómo es que cada especie se mantiene fiel a sí misma hasta que se produce un cambio evolutivo, entendiendo por tal aquel que por ser perdurable se transmite como novedad exitosa a las generaciones futuras? La genética asociada a la selección natural parece tener la respuesta. Pero cuando nos referimos a los humanos hay otra identidad sorprendente y muy importante. Es aquella por la cual nos conocemos y reconocemos a través del tiempo como individualmente idénticos a nosotros mismos, a pesar de los cambios somáticos. Construimos y poseemos un yo que nos acompañará toda nuestra existencia y con él somos al mismo tiempo agentes causales y efecto de otras causas dentro de la unicidad que nos distingue y diferencia; por todo esto somos únicos e irrepetibles, aunque semejantes a otros individuos de la misma especie. Es una posesión irrenunciable con y por la que somos en el mundo, construida desde cada uno en la interacción con el medio y con los semejantes. Esta construcción no es ni más ni menos que la amalgama entre cuerpo y alma o –como corresponde decirlo en nuestro ámbito de estudio– materia/cerebro/mente.

      Identidad y semejanza son aspectos importantes de destacar, reconocer y diferenciar, teniendo en cuenta la tendencia a homogeneizar la transmisión de cultura y los aprendizajes; como si todos los sujetos fueran idénticos y movidos por los mismos intereses o afectos. Ni siquiera desde el punto de vista biológico somos idénticos. Por otra parte, al ser semejantes se posibilitan nuestras relaciones, la conformación de sociedades y la construcción y transmisión cultural. Esas conductas evolutivamente positivas posibilitan y mejoran ese intercambio en un circuito de retroalimentación y homeostasis. Fallas en el mismo pueden y suelen tener consecuencias no deseables y a veces catastróficas. Ejemplos son los trastornos de la alimentación, las depresiones extremas, la abulia, la apatía, la indiferencia y muchas otras. Alteraciones más radicales pueden ser la no identificación o discriminación de las señales de peligro/gratificación o la no percepción de la realidad en forma apropiada y útil. Psicopatía y psicosis constituyen dos ejemplos importantes como lo serán todas las circunstancias causales de un yo precariamente o anormalmente construido. Fusión o aislamiento se harán aparentes como patologías graves. Puesto de otra manera constituirán ambigüedades posibles solo en un cerebro enfermo de alguna manera, ya que uno sano no las toleraría. La patología a veces expresa esa lucha con claudicaciones e intentos reparadores como las ilusiones, alucinaciones, delirios y falsas memorias, entre otras, que adquieren relevancia cuando se mantienen en el tiempo. Los episodios fugaces, de corta duración u ocasionales señalan los mismos mecanismos que pueden darse en situaciones transitorias.

      El abordaje de todos estos interrogantes, su complejidad y dificultades, es una tarea apasionante y sin fin a la vista.

      Los mundos posibles, los límites y las magnitudes

      Las prótesis que el hombre crea amplían enormemente sus posibilidades perceptivas, con ellas aplicadas a la investigación se abren nuevos mundos. Un mundo miscroscópíco cada vez más pequeño medible en nanómeros (millonésimas de milímetro), un tiempo medible en nanosegundos (mil millonésimas de segundo) por un lado y en eones por el otro (eras de la tierra y el universo en millones de años).

      Así tuvimos que aprender a considerar que al menos 250 milisegundos antes de que algo aparezca en nuestra conciencia, esta aparición ha sido precedida por cambios cerebrales vinculados, los cuales somos incapaces de percibir, constituyendo una muestra de eso que anteriormente he llamado el inconsciente absoluto. Creemos estar originando una acción cuando ésta ya fue programada y decidida con anterioridad en nuestro cerebro anticipándola automáticamente. Interesante y preocupante: ¿somos determinantes o estamos predeterminados? ¿Elegimos o “somos” elegidos?

      Con respecto al problema de las magnitudes, cabe pensar que como bien dice Ángel Rivière, estamos dotados para funcionar adecuadamente en una escala intermedia entre magnitudes muy grandes o muy pequeñas, que él denomina “el mesomundo”. Vinculada con esta idea, surge una visión distinta del espacio considerándolo un lugar múltiple donde se dan las relaciones que algunos autores denominan “el multiverso”.

      El hacer, ejecutar, decidir

      Debemos pensar que estamos constantemente haciendo aprendizajes que nuestro cerebro eficientemente guarda automatizados como esquemas disponibles para su ejecución inmediata ante circunstancias iguales o parecidas. Dichas circunstancias serán el gatillo o detonante de las ejecuciones, escogidas entre varias posibles, teniendo en cuenta anticipadamente sus consecuencias. Es un proceso rápido y eficaz que ha dado en llamarse funciones ejecutivas. Según Elkhonon Goldberg, pueden ser metaforizadas en la figura del “director de la orquesta”, con la que Joaquín Fuster discrepa, ya que considera al lóbulo frontal, supuesto locus del director de la orquesta, como una parte más de una extensa red de circuitos que involucran a la mayor parte del cerebro y que funcionan de manera recursiva. Lo importante serían las relaciones y la ubicación en este encadenamiento, que en realidad no sería conducido por un “director”, lo que no significa que no tenga dirección, entendida esta como la orientación hacia un objetivo.

      Ejecuciones automáticas y sin esfuerzo muchas veces y “pensadas” con esfuerzo en otras


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