Cómo entender la economía del Ecuador 1965-2017. Franklin Maiguashca

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Cómo entender la economía del Ecuador 1965-2017 - Franklin Maiguashca


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es un país de servicios. La industria manufacturera aparece en segundo lugar, pero tan lejos de los servicios que mal podemos decir que somos un país industrial. El sector petrolero es nuestro mayor generador de divisas, pero como lo que se hace es extraer el crudo y no se lo produce, su participación en el PIB, o sea en el valor agregado de la nación, está apenas por encima de las de la agricultura y de la construcción, que están en los últimos puestos.

      El sector servicios amerita un comentario aparte. Hoy en día, en prácticamente todos los países del mundo, el predominio de este sector en todas esas economías es generalizado. La diferencia, también generalizada, es que mientras en los países desarrollados los subsectores con alto contenido de conocimiento y de tecnología tienen una participación mayoritaria, en los países en vías de desarrollo, como Ecuador, estas actividades tienen una presencia muy minoritaria. Las que ocupan el mayor espacio son las de naturaleza precaria, como las actividades informales que abundan en el país. Es lo que Belisario Betancur, expresidente de Colombia, clasificó con la frase “economía del rebusque” y los estudiosos del tema han llamado la “tercerización espuria”, para contrastarla con la “tercerización genuina”.81

      COMPORTAMIENTO DE LAS INDUSTRIAS, POR ETAPAS, 1965-2017

      El comportamiento episódico de las industrias se hace siguiendo las etapas que aparecen en el cuadro 3.5. En la primera (1965-1981) tres fueron las fuerzas determinantes: la primera reforma agraria, la política de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) y el primer auge de los precios del petróleo. La reforma agraria, si bien trajo cambios fundamentales en la estructura de poder, especialmente en la Sierra, creó tal grado de incertidumbre en el agro que no es de extrañar que su tasa de crecimiento anual (1,7 %) haya sido tan baja. Por su lado, la ISI puso a marchar al sector industrial a un ritmo anual de 7,2 % que no se ha repetido hasta ahora. Simultáneamente, el auge petrolero, con un crecimiento fenomenal del 56,4 % al año, trajo abundante liquidez tanto para el consumo de los hogares como para las importaciones de materias primas y bienes de capital requeridas por la industria manufacturera; así se favoreció a la demanda y a la oferta de sus productos. Por el lado de la construcción, el impacto de estos impulsos se tradujo en un crecimiento moderado del 3,0 %, debido principalmente a la debilidad de la infraestructura financiera de esos años. Por el lado de los servicios, en cambio, el impacto fue de tal poder que el sector creció a una tasa del 6,2 %.

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      a) Incluye refinación de petróleo b) Incluye agricultura, ganadería, caza, silvicultura, acuicultura y pesca

      FUENTES: 1965-2006: BCE, Cuentas Nacionales n.º 24, Retropolación 1965-2007: Cuadro Valor Agregado Bruto por Industria/PIB a precios de 2007 2007-2017: BCE, IEM, varios números (Cuadro 4.3.2)

      La caída de casi todas las tasas de crecimiento a los niveles que se observan en las décadas perdidas (1982-1999) hace honor a ese nombre. La excepción fue la agricultura, que repunta a un 4,4 % por políticas que, aunque en forma desordenada, la favorecieron, en especial en los ochenta, y la ayudaron a salir adelante a pesar de las catástrofes naturales a las que estuvo expuesta en estos años. La causa principal de esta debacle fue el colapso de los precios del petróleo, que de USD 27,73 en 1982 se desplomaron a USB 9,14 en 1998. Tal es así que el crecimiento anual del PIB petrolero en este período fue tan solo de un 4,4 %. Por otra parte, es muy posible que el terremoto de 1987, que destruyó edificaciones, viviendas y las vías de salida del crudo a los mercados internacionales, sea el factor determinante de la tasa negativa de la construcción (-1,3 %).

      En la tercera etapa (2000-2006), el alza acelerada de los precios del petróleo y la adopción de la dolarización marcaron las pautas principales. El sector petrolero creció a un notable 8,3 % al año, pero indudablemente el sector más favorecido fue la construcción, que creció a un nunca visto ni repetido 12,1 %. Varias fueron las razones: uno de los resultados positivos del desastre financiero que vivió el país a finales de 1990 fue que el sector bancario se depuró y se deshizo de instituciones que no merecían hacer parte de él. Ese desastre también contribuyó a que la construcción se convirtiera en albergue de ahorros y de fondos repatriados que de otro modo hubieran ido a las cuentas de los bancos. Además, la estabilidad que el cambio de moneda trajo a la economía ecuatoriana facilitó el otorgamiento de créditos a largo plazo que hasta esa fecha habían sido prácticamente inexistentes y, por último, el ingreso de dólares a raudales hizo que todo lo anterior funcionara expansivamente. La industria manufacturera se recuperó a ojos vista (4,9 %), los servicios hicieron lo mismo (3,7 %) y la agricultura tan solo perdió un poco de terreno (4,0 %).

      Las cifras de la cuarta etapa (2007-2014) ponen en evidencia unas cuantas verdades. El hecho de que la tasa de crecimiento de petróleo y minas sea de un ínfimo 0,9 % informa sin ambages que el auge del crudo fue solamente de precios, ya que por el lado de la producción hubo más bien un innegable estancamiento que, en mucho, se explica por los cambios abruptos que el Gobierno introdujo en las reglas de juego con las compañías extranjeras. Por el lado de la industria, la disminución a 3,3 % de la tasa de crecimiento se puede aducir, en parte, al distanciamiento con el sector privado que deliberadamente instituyó el Gobierno y, en parte también, a la falta de políticas para el sector, que solamente tomaron formas concretas a fines de 2013. Algo similar se puede argumentar en relación con la agricultura, sin la salvedad de que se hubieran concretado medidas en algún momento. La construcción, aunque a un ritmo menor (7,2 %), siguió usufructuando de los beneficios de una liquidez sin precedentes y de una disponibilidad de crédito a largo plazo administrado por un sector bancario cada vez más sólido. Los servicios, con un alza al 5,5 %, fueron de los más beneficiados.

      En el epílogo (2015-2017) la única actividad que mantuvo una tasa pequeña pero positiva (1,8 %) fue la agricultura, a pesar de haber sido perennemente la cenicienta de las políticas de desarrollo de los gobiernos de turno. Casi todos los demás sectores exhiben tasas nulas o pequeñas pero negativas. La excepción es la construcción que con una resbalada a -3,0 % fue la actividad más afectada. En resumen, después de prácticamente medio siglo de funcionamiento, la estructura de la base productiva del país no exhibe transformaciones que estén a la altura de las exigencias e incertidumbres del futuro inmediato.

      Los bienes intermedios, los productos no terminados que circulan entre las industrias hasta que estas los conviertan en bienes finales, no se contabilizan en el PIB y, como en el estudio de las economías de los países lo usual es no ir más allá del PIB, estos productos sistemáticamente quedan relegados al olvido. Se sabe, sin embargo, que la densidad de estas relaciones interindustriales es un indicador muy diciente de la medida en que las industrias domésticas se complementan entre sí y de la fortaleza que este hecho confiere a las raíces de la base productiva de un país. Como es práctica común alrededor del mundo, el instrumento que el banco utiliza para integrar la contabilidad de los bienes finales y la de los intermedios es la Matriz Insumo-Producto (MIP). Curiosamente, por muchos años no solo que dejó de publicarla sino también de elaborarla. Desde 2007 el banco la viene publicando año tras año.

      MIP SIMPLIFICADA

      Para la generalidad de los mortales, el problema álgido de este instrumento es su complejidad conceptual y matemática. Sin embargo, es tal su poder explicativo que bien vale la pena hacer el esfuerzo de conocerlo, aunque sea en una forma muy simplificada. Para este efecto utilizamos el cuadro 3.6, que está basado en la MIP de la economía italiana de 1950.82

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      FUENTE: Hollis B. Chenery y Paul G. Clark,


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