La rama quebrada. Eileen Lantry
Читать онлайн книгу.de la Biblia, podía enseñarle. Ya en 1930, Rangoso era muy querido por la gente de las Islas Salomón occidentales por su conducta humilde aunque elevada, además de su fidelidad. Muchas veces Norman había viajado con él. Como capitán de la pequeña embarcación, conducía la lancha con cuidado. La proa de la lancha pegaba contra cada ola con un ruido sordo mientras los pasajeros se agarraban de lo que podían.
Un miembro de la tripulación le comentó a Norman:
–¡Estoy contento de que él sea el capitán de esta lancha! Observe su destreza inusual en aguas turbulentas.
Luego agregó:
–Hubiese querido entrar a la laguna por el camino más corto que conocemos más. Sin embargo, estoy seguro de que tendrá sumo cuidado al pilotear esta lancha a través de esta entrada angosta y peligrosa a la laguna.
Con frecuencia, Rangoso les daba seguridad con una amplia y tranquila sonrisa.
Tarde en la noche entraron en las aguas tranquilas de la Laguna Marovo.
–¡Qué alivio después de tantas horas de golpear olas y de ser sacudidos por el mar tempestuoso! Estoy agotada y tengo hambre –exclamó Ruby.
–No tenemos ninguna posibilidad de llegar hasta donde está nuestra comida. Espero que podamos desembarcar pronto. Como esta es la laguna más grande del mundo, puede llevar un tiempo.
Norman advirtió que ella bostezaba y agregó:
–Mi querida, ahora que estamos en aguas tranquilas, ¿por qué no aprovechas la fresca brisa marina y descansas allí arriba en el techo de la cabina? Yo la pasaré bien viendo cómo Rangoso alumbra con su linterna a través del espejo de la superficie de las aguas en busca de mojones. Quizá pueda aprender para el futuro.
–¿Estás seguro de que estará todo bien? –preguntó Ruby.
–Él ha navegado estas aguas en canoas y en embarcaciones misioneras durante años. Supongo que conoce casi cada roca sumergida en esta laguna, además de todos los canales seguros.
Aliviada y satisfecha, Ruby subió hasta el techo, y se acostó. Norman puso a la pequeña Norma a la izquierda de ella y al bebé Ray sobre su brazo derecho. Como se sintió segura, pronto se quedó dormida. Mientras tanto, Norman observaba de cerca mientras Rangoso constantemente verificaba sus mapas y escrutaba con su linterna.
Con repentina violencia al Kima dio una sacudida hacia el lado del puerto. Sin siquiera ver una ondulación en el agua, la lancha había golpeado contra una roca sumergida que no figuraba en el mapa. Todo lo que estaba sin atar en la cubierta se deslizó y cayó al agua, incluyendo las pertenencias de los misioneros. Rangoso trató desesperadamente de enderezar la lancha, pero la quilla había dado contra una ranura de la roca y se resistía a salir. El impacto catapultó al mar a la tranquila Norma. Inmediatamente su madre gritó desenfrenada:
–¡Norma cayó por la borda! ¡Rápido! ¡Rápido! ¡Está en el agua!
Un miedo espantoso se apoderó de Ruby. Los recuerdos de casi haber perdido a Norma cuando era bebé inundaron su mente, pero al recordar la manera en que Dios utilizó a las personas para que su pequeño cuerpo recuperara la salud le dio esperanzas ahora.
Jimaru, el hermano de Rangoso, y otro tripulante rápidamente se zambulleron por la borda. Salió solo con una canasta de batatas. Instantáneamente Rangoso se lanzó a lo profundo de la laguna buscando frenéticamente entre el coral traicionero. Aferrada a su bebé, Ruby lloraba y oraba por lo bajo, mientras que Norman oraba en voz alta. Rangoso regresó a la superficie para tomar aire, y de nuevo desapareció en la profunda oscuridad. Norman, como no era un buen nadador como los nacionales, sostenía a su esposa y al bebé en el peligroso techo inclinado, observando ansiosamente el haz de la linterna que barría el agua.
Rangoso extendía las manos para aquí y para allí, orando:
–Por favor, Dios, ayúdame a encontrar a la pequeña.
Sus manos tocaron una canasta que había caído de cubierta, luego una piedra cubierta de malezas. Se dio vuelta y sintió algo suave: ropa, pelo. Entonces puso a Norma sobre sus hombros y dio una poderosa patada sobre el coral del fondo del mar, sin importarle de que pudiera cortarse sus toscos pies descalzos. Un momento después colocó a Norma en los brazos de su padre. Norman la tomó de los pies y la sacudió suavemente para sacarle el agua, y ella comenzó a llorar.
¡Qué sonido bienvenido fue ese!
–Gracias a ti, Dios, y a Rangoso –oró la madre agradecida–. No parece afectada por el baño. ¡Muchas gracias!
Alguien gritó órdenes.
–Todos avancen, y veamos si yendo rápidamente hacia atrás el peso cambia y juntos podemos quitar la lancha de la roca.
Norman se apresuró a ayudar a Ruby y al bebé. Al llegar al centro de la lancha, de repente esta giró y arrojó al agua a ellos tres y a muchos otros a estribor. Los miembros de la tripulación rápidamente saltaron para auxiliarlos y los ayudaron a subir a bordo. En bajamar, la posición de la lancha se volvía precaria, y el pequeño bote que llevaban a remolque posiblemente no les serviría de mucha ayuda para sobrevivir.
Rangoso escogió a dos tripulantes y les dijo:
–Por favor, tomen el bote y busquen ayuda en la aldea más cercana. Podría estar a kilómetros de distancia.
Desaparecieron en la oscuridad. Pasaron horas angustiosas mientras el Kima lentamente se hundía cada vez más en el mar. Las mujeres se sentaron en la popa como patos listos para zambullirse al agua. Esperaban, oraban y escuchaban en la oscuridad. Después de lo que parecieron horas, oyeron el ruido de los remos de una canoa. Inmediatamente se elevaron muchas oraciones agradeciendo a Dios por oír y responder sus plegarias de ayuda.
Rangoso puso a todas las mujeres y niños en la canoa. Los aldeanos los llevaron a una isla deshabitada a una media hora de distancia del naufragio. Ruby casi no se daba cuenta de que no tenía comida, pero sin un refugio se convirtieron en carnada para miles de mosquitos. Dos cabecitas descansaban sobre su falda. Agradecida por sus dos hijos, contempló las brillantes estrellas que se esparcían de a millares como joyas sobre su cabeza. Eso le hizo recordar un versículo bíblico que describía la vida de Rangoso: “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Dan. 12:3). Cuando se zambulló tres veces para salvar a Norma, Ruby comprendió que Rangoso entregaba todas sus energías para llevar a las personas al amor de Dios. Su corazón se llenó de gozo al contemplar los primeros rayos del alba que culminaban en un glorioso amanecer. Ruby contemplaba a este muchacho pagano que se crió en las tinieblas y el temor. Ahora que era un líder transformado, su vida lucía más brillante que el sol naciente. Sí, pensó Ruby, un día Rangoso se sentará con Dios en un trono especial para reinar con él.
La canoa llegó a eso de las nueve aquella mañana. Norman le había pedido a uno de los hombres de la aldea que le alcanzara una cajita de Weet-Bix a Ruby y a las mujeres y niños que esperaban. Norman y Ruby la habían traído de Australia. Mientras compartía estas nutritivas galletitas para desayuno, Ruby pensó: Ese es mi querido esposo, siempre pensando en los demás. Recordó que no teníamos nada para comer desde ayer.
A eso de las tres de la tarde se produjo la marea alta. Con ayuda extra de los hombres de la aldea, la lancha volvió a flotar una vez más. No encontraron daños, salvo una pequeña pieza de cobre que se perdió de la quilla. A la mañana siguiente llegaron al colegio de Batuna, cansados y consumidos. La familia Ferris estaba agradecida por el alojamiento temporal en una de las casas del personal de la Misión.
Una semana después, la Junta Misionera envió un mensaje a Norman y Ruby: “¿Estarían dispuestos a unirse a Jugha y abrir misión en la gran isla de Guadalcanal? Jugha está trabajando solo entre los adoradores de demonios, y este desafío ha llegado a ser demasiado para él. Necesita la ayuda de ustedes”.
–Jugha tiene una historia interesante –le explicó Norman a Ruby–. El padre de Kata Rangoso capturó a Jugha en una cacería exitosa.