Por qué se suicida un adolescente. Héctor Gallo
Читать онлайн книгу.inconsciente. Es en este sentido que, como lo señalamos más adelante –cuando nos ocupemos del problema del pasaje al acto y el acting-out, como los trata Lacan en el capítulo 9 del Seminario La angustia–, (8) el síntoma no necesita del analista, pues hay algo en su misma naturaleza del orden del no querer saber por el hecho de bastarse a sí mismo, cuestión que no sucede con el acting-out, que sí necesita del Otro, que llama a la interpretación, “pero la cuestión es saber, si ésta es posible. Les mostraré que sí, pero plantea dudas, tanto en la práctica como en la teoría analítica”. (9)
No hay duda entonces que tanto el acting-out como el síntoma son interpretables, pero en el caso del segundo hay una condición que no es necesaria en el primero: “que la transferencia esté establecida”. (10) “Establecida” quiere decir que es indispensable la “operación analítica que debe instalar la transferencia para que el síntoma pueda devenir interpretable”, (11) cuestión que no es necesaria tratándose del acting-out. O sea que el síntoma, contrario al acting-out, no es en sí mismo interpretable, porque no está en su “naturaleza” dirigirse al Otro, cuestión que nos indica que es como si su estado previo al de la instalación de la transferencia fuera el de un estado de encapsulamiento autista.
Con respecto a esa alusión al síntoma por fuera de la referencia al Otro formulada por Lacan en el Seminario 10, dice Graciela Brodsky que Lacan “curiosamente adelanta la doctrina del síntoma tal como […] la va a formular recién en los años 70”. (12) Hasta el Seminario 10, el síntoma siempre fue formulado por Lacan
[…] como mensaje que hay que descifrar y que es dirigido al Otro, o el síntoma como palabra censurada que busca hacerse reconocer […], o el síntoma como fenómeno de lenguaje, como metáfora, […]. Son todos desarrollos donde el síntoma está puesto en su articulación con el Otro. (13)
Vemos que eso que hasta antes del Seminario 10 definió para el síntoma, es aplicado ahora punto por punto al acting-out, mientras en este seminario nos dice del síntoma todo lo contrario a lo que había sostenido: que “en su ʻnaturalezaʼ prescinde del Otro”. (14)
En cuanto al “pasaje al acto”, digamos que es la expresión más contundente del momento en que un sujeto prescinde del Otro. Sin embargo, su manera de prescindir no es igual a la del síntoma, que al menos deja todavía abierta la posibilidad de la interpretación, siempre que sea bajo ciertas condiciones.
“Pasaje al acto” es un término que Lacan toma de la psiquiatría francesa de su época “y lo convierte en un concepto clínico psicoanalítico absolutamente original”. (15) El “acto” es asociado, en la psiquiatría clásica, con una conducta que no se inscribe en la forma corriente del sujeto conducirse. Esto hace que dicha conducta sea considerada más regida por un impulso súbito que por el juicio racional, cuestión que es atribuida a una anomalía de carácter o de la afectividad.
Sin embargo, así esos actos desusados den cuenta de cierto desorden psíquico, no se reconoce clínicamente que exista ninguna alteración de la capacidad intelectiva. Pero hay que tener en cuenta que llevar a cabo un acto, por ejemplo, un delito no inscrito como antecedente en el sujeto, “puede constituir la primera manifestación de un desorden mental hasta entonces completamente ignorado”. (16)
Al momento de la valoración criminológica, psiquiátrica o psicológica de un acto, se recomienda tener en cuenta los antecedentes de quien lo comete, “su conducta anterior, el ambiente en el que se ha educado y ha vivido, y, en definitiva, todas aquellas condiciones capaces de modificar en uno o en otro sentido su significación”. (17) También habrá que contar con “las circunstancias en las que se ha producido el acto sospechoso, los posibles móviles y la falta de proporción ente la causa aparente y el efecto, el grado de consciencia lógica, espontaneidad, impulsividad, mímica y expresión verbal concomitante”. (18)
El afán de objetividad en el examen de lo ocurrido hace que la evaluación psiquiátrica en muy poco se distinga de la pesquisa legal propia del discurso jurídico. En ambos casos, se deja por fuera la pregunta por el lugar desde el cual actúa el sujeto allí donde lleva a cabo un acto inusual en su modo corriente de conducirse. El sujeto es interrogado con el ánimo de verificar o desmentir una serie de preceptos ya establecidos de antemano y, de este modo, el acto presumiblemente clínico del psiquiatra o del psicólogo forense se torna un acto mecánico, que deja por fuera el uno por uno de la clínica.
El mecanicismo de los protocolos psiquiátricos y psicológicos convierte la experiencia clínica en la puesta en funcionamiento de una serie de prejuicios que están destinados a viciar la escucha clínica, pues impiden deducir, a partir de la palabra del mismo sujeto, por ejemplo, en qué lo concierne lo llevado a cabo, qué desencadenó de parte del Otro el impulso a actuar; qué palabra, gesto, mirada o detalle de una escena desencadena el acto. La peritación forense se reduce, en estos casos, a llegar a “conocer la participación morbosa que existe en un acto desusado: simples desequilibrios, alucinaciones, trastornos afectivos, demencias, ideas delirantes diversas, etc.” (19)
En psiquiatría, el acto que implica la puesta en juego de la impulsividad se considera desusado y se entiende como una alteración del carácter o de la afectividad, que no necesariamente ha de calificarse como “trastorno mental”, pero “su valor como elemento diagnóstico es incuestionable, y a veces es el único que el médico tiene a su alcance, en especial cuando se enfrenta con ciertos enfermos reticentes que no se prestan al interrogatorio”. (20) Esto quiere decir que bastará con seguir los pasos establecidos para que sin necesidad de escuchar al sujeto sea posible determinar si su acto es o no signo de una patología que trastornó su juicio.
Para la psiquiatría clásica, un acto es inusual cuando no es gobernado por el pensamiento, sino por un impulso. “Acto” e “impulso”, “impulsión” o “impulsividad” se encuentran en una relación íntima. La impulsión se define, en psiquiatría, como “un deseo imperioso, y a menudo irresistible, que surge bruscamente en ciertos sujetos y los empuja a la comisión de actos infundados, muchas veces brutales o peligrosos”. (21) Decir “deseo imperioso” implica asociarlo con lo incontrolable por parte de la consciencia, rasgo que el psicoanálisis asocia más bien con la pulsión.
En psiquiatría, el pasaje al acto es entonces asociado con lo brutal y peligroso, puede ser el efecto de una impulsión
[…] espontánea cuando se produce fuera de toda causa exterior: traduce entonces una pulsión interior: satisfacción de un instinto, de una necesidad o de un deseo. Es refleja cuando constituye una respuesta desproporcionada en rapidez e intensidad a la excitación causal. (22)
En cuanto a la impulsividad, no se asocia con lo imperioso, con el estallido en sí, sino con una “disposición habitual”, constitucional o adquirida, “a presentar impulsiones”. (23)
La impulsión da cuenta de eso que en cada uno es más fuerte que su razón y su “poder de determinación”, mientras que la impulsividad sería eso que facilita la puesta en acto de la impulsión. Lo que describe la psiquiatría como impulsión, corresponde a lo que Freud denomina “moción pulsional”, término con el cual se define la pulsión en acto, su puesta en escena en estado puro y sin regulación alguna. Allí donde Freud dice “pulsión en acto”, la psiquiatría clásica dirá “acto impulsivo” por exaltación de “las tendencias instinto-afectivas”. (24)
Para la psiquiatría, uno de los estados que más expone a la ejecución de actos impulsivos es la melancolía, pues al caracterizarse por una “frecuente ansiedad y por su carácter habitualmente explosivo, empuja a los enfermos al suicidio para escapar al dolor moral que los tortura o a la impotencia a que se sienten condenados”. (25) Otros estados favorables a los estallidos de la impulsión son los llamados “pasionales”, como celos, cólera, evitación erótica, etc.
La pasión de los celos también empuja al pasaje al acto, cuando son ciegos y conducen a matar al rival o a suicidarse. Lo que básicamente se propone, en psiquiatría, como