Obras Inmortales de Aristóteles. Aristoteles
Читать онлайн книгу.darse la ciencia de los principios.
Libro IV
Parte I
Existe una ciencia que estudia el ser en tanto que ser y los accidentes propios del ser. Esta ciencia se diferencia de todas las ciencias particulares, porque ninguna de ellas estudia en general el ser en tanto que ser. Estas ciencias solo tratan del ser desde cierto punto de vista, y solo desde este punto de vista estudian sus accidentes; en este caso se encuentran las ciencias matemáticas. Pero puesto que buscamos los principios, las causas más elevadas, está claro que estos principios deben de tener una naturaleza propia. Por tanto, si los que han investigado los elementos de los seres buscaban estos principios, tenían necesariamente que estudiar en tanto que seres. Por esta razón debemos nosotros también estudiar las causas primeras del ser en tanto que ser.
Parte II
El ser se entiende de muchas formas, pero estos diferentes sentidos se refieren a una sola cosa, a una misma naturaleza, no existiendo entre ellos únicamente comunidad de nombre; pero así como por sano se entiende todo aquello que se refiere a la salud, lo que la conserva, lo que la produce, aquello de que es ella señal y aquello que la recibe; y así como por medicinal puede entenderse todo lo que se relaciona con la medicina, y significar ya aquellos que posee el arte de la medicina, o bien lo que se refiere a ella, o finalmente lo que es obra suya, como sucede con la mayor parte de las cosas; en igual forma el ser posee muchas significaciones, pero todas apuntan a un principio único. Tal cosa se llama ser, porque es una esencia; tal otra porque es una modificación de la esencia, porque es la dirección hacia la esencia, o bien es su destrucción, su privación, su cualidad, porque ella la produce, le da nacimiento, está en relación con ella; o bien, por último, porque ella es la negación del ser desde alguno de estos puntos de vista o de la esencia misma. En este sentido afirmamos que el no ser es, que él es el no ser. Todo lo comprendido bajo la palabra general de sano, es del dominio de una sola ciencia. Lo mismo pasa con todas las demás cosas: una sola ciencia estudia, no ya lo que comprende en sí mismo un objeto único, sino todo lo que compete a una sola naturaleza; pues en efecto, estos son, desde un punto de vista, atributos del objeto único de la ciencia.
Está pues claro que una sola ciencia estudiará así mismo los seres en tanto que seres. Ahora bien, la ciencia tiene siempre por objeto propio lo que es primero, aquello de que todo lo demás depende, aquello que es la razón de la existencia de las demás cosas. Si la esencia está en este caso, será necesario que el filósofo posea los principios y las causas de las esencias. Pero no existe más que un conocimiento sensible, una sola ciencia para un solo género; y así una sola ciencia, la gramática, trata de todas las palabras; y de igual modo una sola ciencia general estudiará de todas las especies del ser y las subdivisiones de estas especies.
Si, por otra parte, el ser y la unidad son una misma cosa, si constituyen una sola naturaleza, puesto que van juntas siempre como principio y como causa, sin estar, sin embargo, comprendidos bajo una misma noción, importará poco que nosotros tratemos a la vez del ser y de la esencia; y hasta esta será una ventaja. En efecto, un hombre, ser hombre y hombre, poseen el mismo significado; nada altera la expresión: el hombre es, por esta duplicación: el hombre es hombre o el hombre es un hombre. Está claro que el ser no se separa de la unidad, ni en la producción ni en la destrucción. Asimismo, la unidad nace y perece con el ser. Es evidente que la unidad no añade nada al ser por su adjunción y, finalmente, que la unidad no es cosa alguna fuera del ser.
Hay que añadir que la sustancia de cada cosa es una en sí y no accidentalmente. Y lo mismo ocurre con la esencia. De forma que tantas cuantas especies hay en la unidad, otras tantas especies correspondientes existen en el ser. Una misma ciencia tratará de lo que son en sí mismas estas diferentes especies; estudiará, por ejemplo, la identidad y la semejanza, y todas las cosas de este género, así como sus opuestas; en una palabra, los contrarios; porque demostraremos en el análisis de los contrarios que casi todos se reducen a este principio, la posición de la unidad con su contrario.
La filosofía tendrá además tantas partes como esencias hay; y entre estas partes habrá necesariamente una primera, una segunda. La unidad y el ser se subdividen en géneros, unos anteriores y otros posteriores; y abarcará tantas partes de la filosofía como subdivisiones existen.
El filósofo se halla, así, en idéntico caso que el matemático. En las matemáticas existen partes; una primera, una segunda y así sucesivamente.
Una sola ciencia se ocupa de los opuestos, y la pluralidad es lo opuesto a la unidad; una sola y misma ciencia se ocupará de la negación y de la privación, porque en estos dos casos es tratar de la unidad, como que respecto de ella tiene lugar la negación o privación: privación simple, por ejemplo, cuando no se da la unidad en esto, o privación de la unidad en un género particular. La unidad tiene, por lo tanto, su contrario, lo mismo en la privación que en la negación: la negación es la ausencia de tal cosa particular: bajo la privación existe asimismo alguna naturaleza particular, de la que se dice que hay privación. De otro lado, la pluralidad es, como hemos citado, opuesta a la unidad. La ciencia de que se trata se ocupará de lo que es contrario a las cosas de que hemos hablado: esto es, de la diferencia, de la desemejanza, de la desigualdad y de los demás modos de este género, examinados, o en sí mismos, o con relación a la unidad y a la pluralidad. Entre estos modos será necesario ubicar también la contrariedad, porque la contrariedad es una diferencia, y la diferencia entra en lo desemejante. La unidad se entiende de muchas formas: y por tanto estos diferentes modos se entenderán lo mismo; aunque, sin embargo, corresponderá a una sola ciencia el conocerlos todos. Porque no se refieren a muchas ciencias solo porque se tomen en muchas acepciones. Si no fuesen modos de la unidad, si sus elementos no pudiesen referirse a la unidad, entonces corresponderían a ciencias diferentes. Todo se refiere a algo que es primero; por ejemplo, todo lo que se dice uno, se refiere a la unidad primera. Lo propio debe de acontecer con la identidad y la diferencia, y sus contrarios. Cuando se ha analizado en particular en cuántas acepciones se toma una cosa, es imprescindible referir luego estas diversas acepciones a lo que es primero en cada categoría del ser; es necesario ver cómo cada una de ellas se liga con la significación primera. Y así, ciertas cosas reciben el nombre de ser y de unidad, porque los poseen en sí mismas; otras porque los producen, y otras por alguna razón semejante. Es por tanto claro, como hemos citado en el planteamiento de las dificultades, que una sola ciencia debe tratar de la sustancia y sus distintos modos; esta era una de las cuestiones que nos habíamos fijado.
El filósofo tiene que poder tratar todos estos puntos, porque si no perteneciera y fuera todo esto propio del filósofo, ¿quién ha de analizar, si Sócrates y Sócrates sentado son la misma cosa; si la unidad es opuesta a la unidad; qué es la oposición; de cuántas formas debe entenderse, y una multitud de cuestiones de este género? Puesto que los modos, a los que nos hemos referido, son modificaciones propias de la unidad en tanto que unidad, del ser en tanto que ser, y no en tanto que números, líneas o fuego, está claro que nuestra ciencia deberá estudiarlos en su esencia y en sus accidentes. El error de los que se ocupan de ellos no consiste en hacerlo de seres extraños a la filosofía, y sí en no decir nada de la esencia, la cual precede a estos modos. Así como el número en tanto que número tiene modos propios, por ejemplo, el impar, el par, la conmensurabilidad, la igualdad, el aumento, la disminución, modos todos ya del número en sí, ya de los números en sus recíprocas relaciones y lo mismo que el sólido, al propio tiempo que puede encontrar inmóvil o en movimiento, ser pesado o ligero, posee también sus modos propios, de igual manera el ser en tanto que ser posee ciertos modos particulares, y estos modos son objeto de las investigaciones del filósofo. La prueba de esto es que las pesquisas de los dialécticos y de los sofistas, que se disfrazan con el traje del filósofo, porque la sofística no es otra cosa que la apariencia de la filosofía, y los dialécticos disputan, sobre todo, tales pesquisas, digo, son todas ellas relativas al ser. Si se ocupan de estos modos de ser, es evidentemente porque son del dominio de la filosofía, como que la dialéctica y la sofística se agitan en el mismo círculo de ideas que la filosofía. Pero la filosofía difiere de la una por los efectos que genera, y de la otra por el género de vida que impone. La dialéctica trata de conocer, la filosofía conoce; por lo que respecta a la sofística, no es más que una ciencia aparente y sin realidad.
Existe en los contrarios dos