Obras Inmortales de Aristóteles. Aristoteles

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Obras Inmortales de Aristóteles - Aristoteles


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mutuamente. El que dice que todo es verdadero, afirma igualmente la verdad de la afirmación contraria a la suya, de suerte que la suya no es verdadera porque el que sienta la proposición contraria pretende que no está en lo verdadero. El que dice que todo es falso, afirma también la falsedad de lo que él mismo dice. Si pretenden, el uno que solamente la afirmación contraria no es verdadera, y el otro que la suya no es falsa, sientan por lo mismo una infinidad de proposiciones verdaderas y de proposiciones falsas. Porque el que pretende que una proposición verdadera es verdadera, dice verdad; pero esto nos lleva a un procedimiento infinito.

      También es evidente que ni los que afirman que todo está en reposo ni los que afirman que todo está en movimiento, están en lo cierto. Porque si todo está en reposo, todo será eternamente verdadero y falso. Ahora bien, en este caso hay cambio; el que afirma que todo está en reposo, no ha existido siempre; llegará un momento en que no existirá. Si, por el contrario, todo está en movimiento, nada será verdadero; todo será, por tanto, falso. Pero ya hemos demostrado que esto era imposible. Además, el ser en que se realiza el cambio persiste, él es el que de tal cosa se convierte en tal otra por medio del cambio.

      Sin embargo, tampoco puede afirmarse que todo está tan pronto en movimiento como en reposo, y que nada está en un reposo eterno. Porque hay un motor eterno de todo lo que está en movimiento, y el primer motor es inmóvil.

      Libro V

      Parte I

      Principio se define, en primer lugar, como el punto de partida de la cosa, como el principio de la línea, del viaje. En uno de los extremos se halla este principio, correspondiendo con él otro principio al extremo opuesto. Principio se dice también de aquello por medio de lo que puede hacerse mejor una cosa; por ejemplo, el principio de una ciencia. En efecto, no siempre existe una exactitud por empezar con la noción primera y el comienzo de la ciencia, sino por lo que puede facilitar el estudio. El principio es también la parte principal y primera de donde se genera una cosa; y así la carena es el principio del buque, y el cimiento es el principio de la casa; y el principio de los animales es, según unos, el corazón; según otros, el cerebro, según otros, por último, otra parte cualquiera del mismo género.

      Otro principio es la causa exterior que genera un ser, aquello en cuya virtud comienza el movimiento o el cambio. Y así el hijo proviene del padre y de la madre, y la guerra del insulto. Otro principio es el ser por cuya voluntad se mueve lo que se mueve y muda lo que cambia: como, por ejemplo, en los Estados los magistrados, los príncipes, los reyes, los tiranos. Se denominan también principio las artes y, entre ellas, las artes arquitectónicas. Por último, lo que ha propiciado el primer conocimiento de una cosa se dice también que es el principio de esta cosa: las premisas son los principios de las demostraciones.

      Las causas se toman en tantas acepciones como los principios, porque todas las causas son principios. Lo común a todos los principios es que son el origen de donde se derivan: o la existencia, o el nacimiento, o el conocimiento. Pero entre los principios hay unos que se encuentran en las cosas y otros que se encuentran fuera de las cosas. He aquí por qué la naturaleza es un principio, lo mismo que lo son el elemento, el pensamiento, la voluntad, la sustancia. La causa final se encuentra en el mismo caso, porque lo bueno y lo bello son, respecto de muchos seres, principios de conocimiento y principios de movimiento.

      Parte II

      Se denomina causa, ya la materia de que una cosa se engendra: el bronce es la causa de la estatua, la plata de la copa y, remontándonos más, lo son los géneros a que pertenecen la plata y el bronce; ya la forma y el modelo, así como sus géneros, esto es, la noción de la esencia: la causa de la octava es la relación de dos a uno y, en general, el número y las partes que entran en la definición de la octava. También se denomina causa al primer principio del cambio o del reposo. El que da un consejo es una causa, y el padre es causa del hijo; y en general, aquello que hace es causa de lo hecho, y lo que imprime el cambio lo es de lo que experimenta el cambio. La causa es también el fin, y entiendo por esto aquello en vista de lo que se hace una cosa. La salud es causa del paseo. ¿Por qué se pasea? Para mantenerse uno sano, respondemos nosotros; y al hablar de esta forma, creemos haber dicho la causa. Finalmente, se llaman causas todos los intermedios entre el motor y el objeto. La mezcla, por ejemplo, la purgación, los remedios, los instrumentos del médico, son causas de la salud; porque todos estos medios se utilizan en vista del fin. Estas causas se diferencian, sin embargo, entre sí, en cuanto son las unas instrumentos y otras operaciones. Tales son, sobre poco más o menos, las diversas acepciones de la palabra causa.

      De esta diversidad de acepciones resulta que el mismo objeto tiene muchas causas no accidentales, y así: la estatua tiene por causas el arte del estatuario y el bronce, no por su relación con cualquier otro objeto, sino en tanto que es una estatua. Pero estas dos causas se diferencian entre sí; la una es causa material, la otra causa del movimiento. Las causas pueden igualmente ser recíprocas: el ejercicio, por ejemplo, es causa de la salud, y la buena salud lo es del ejercicio; pero con esta diferencia: que la buena salud lo es como fin y el ejercicio como principio del movimiento. Finalmente, la misma causa puede a veces producir los contrarios. Lo que ha sido por su presencia causa de alguna cosa, se dice muchas veces que es por su ausencia causa de lo contrario. Afirmamos: el piloto con su ausencia ha causado el naufragio de la nave; porque la presencia del piloto hubiera sido una causa de salvación. Pero en este caso, las dos causas, la presencia y la privación, son las dos causa del movimiento.

      Todas las causas que acabamos de enumerar se reducen a las cuatro clases de causas principales. Los elementos respecto de las sílabas, la materia respecto de los objetos fabricados, el fuego, la tierra y los principios análogos respecto de los cuerpos, las partes respecto del todo, las premisas respecto de la conclusión, son causas, en tanto que son el punto donde se originan las cosas; y unas de estas causas son sustanciales, las partes, por ejemplo; las otras esenciales, como el todo, la composición y la forma. En cuanto a la semilla, al médico, al consejero, y en general al agente, todas estas causas son principios de cambio o de estabilidad. El resto de las causas son el fin y bien de todas las cosas; causa final significa, en efecto, el bien por excelencia, y el fin de los demás seres. Y poco importa que se diga que este fin es el bien real o que es solo una apariencia del bien.

      A estos géneros pueden reducirse las causas. Estas se muestran bajo una gran cantidad de aspectos, pero pueden reducirse también estos modos a un pequeño número. Entre las causas que se aplican a objetos de la misma especie, se distinguen ya diversas relaciones. Son anteriores o posteriores las unas a las otras; y de esta forma, el médico es anterior a la salud, el artista a su obra, el doble y el número lo son a la octava; en fin, lo general es siempre anterior a las cosas particulares que en él se contienen. Ciertas causas están marcadas con el sello de lo accidental, y esto en diversos grados. Policleto es causa de la estatua de una manera, y el estatuario de otra; solo por accidente en el estatuario Policleto. Además existe lo que abarca lo accidental. Así, el hombre, o ascendiendo más todavía, el animal, es la causa de la estatua, porque Policleto es un hombre, y el hombre es un animal. Y entre las causas accidentales, las unas son más lejanas, las otras son más cercanas. Admitimos que se diga que la causa de la estatua es el blanco, es el músico; y no Policleto o el hombre.

      Junto a las causas propiamente dichas y a las causas accidentales, se distinguen asimismo las causas en potencia y las causas en acto; como, por ejemplo, el arquitecto constructor de edificios y el arquitecto que está construyendo un determinado edificio. Las mismas relaciones que se observan entre las causas, se observan igualmente entre los objetos a que ellas se aplican. Existe la causa de esta estatua en tanto que estatua, y la de la imagen en general; la causa de este bronce es tanto que bronce, y en general la causa de la materia. Lo propio ocurre respecto a los accidentes. Por último, las causas accidentales y las causas esenciales pueden hallarse reunidas en la misma noción; como cuando se dice, por ejemplo, no ya Policleto, ni tampoco estatuario, sino Policleto estatuario.

      Los modos de las causas son seis en total, y estos modos son opuestos dos a dos. La causa propiamente dicha es particular o general, la causa accidental es asimismo particular o general: las unas y las otras pueden ser combinadas o simples. Por ejemplo, todas estas causas se dan en acto o en potencia. Pero existe esta diferencia entre ellas; que las causas en acto, lo mismo que las causas particulares, comienzan y finalizan


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