Obras Inmortales de Aristóteles. Aristoteles

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Obras Inmortales de Aristóteles - Aristoteles


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de la pluralidad; por ejemplo: ¿han venido ambos o ha venido uno solo de los dos?

      Si la interrogación de dos términos atañe siempre a los contrarios, ¿cómo se hace la interrogación relativamente a lo más grande, a lo más pequeño y a lo igual, y cómo entonces lo igual será opuesto a lo más grande y a lo más pequeño? No puede ser únicamente el contrario de uno de los dos; no puede serlo tampoco de ambos; porque, ¿qué razón hay para que lo sea más de lo más grande que de lo más pequeño? De otro lado, lo igual es opuesto también como contrario a lo desigual. De forma que una cosa sería lo contrario de muchas.

      De otro modo, si lo desigual significa lo mismo que los otros dos términos, grande y pequeño, lo igual será opuesto a ambos, y entonces esta dificultad viene en apoyo de los que dicen que la desigualdad es la díada. Pero resulta de aquí que una cosa es lo contrario de dos, lo cual es imposible. Además, lo igual sería intermedio entre lo grande y lo pequeño; pero al parecer, ningún contrario es intermedio, porque esto no es posible conforme a la definición. La contrariedad no sería una diferencia perfecta si fuese un intermedio; es mucho más exacto decir que existe siempre intermedio entre los contrarios. Solo queda añadir que lo igual es opuesto a lo grande y a lo pequeño, como negación o como privación. En principio no puede ser opuesto así de uno de los dos únicamente, porque ¿qué razón hay para que lo sea más bien de lo grande que de lo pequeño? Será, por tanto, la negación privativa de ambos. Por esta causa, cuando se hace la pregunta es preciso siempre que haya comparación de lo igual con los otros dos términos, y no únicamente con uno de los dos. No se dirá es más grande o es igual, más pequeño o igual, sino que deberán encontrarse los tres términos reunidos; incluso así no habría necesariamente privación, porque lo que no es ni más grande ni más pequeño no es siempre igual: esto solo puede tener lugar respecto de las cosas que son naturalmente grandes o pequeñas.

      Así pues, lo igual es lo que no es grande ni pequeño, incluso teniendo naturalmente la propiedad de ser grande o pequeño. Se opone a ambos como negación privativa, y en este concepto es un intermedio. Igualmente, lo que no es malo ni bueno se opone a lo bueno y a lo malo, pero no se le ha dado nombre; y esto procede de que el bien como el mal se admiten en muchos sentidos, de que el sujeto no es uno; habría más bien un sujeto único para lo que no es blanco ni negro; y, sin embargo, en esto mismo no existe realmente unidad, porque solo a ciertos colores determinados se aplica esta negación privativa de negro y de blanco. En efecto, es necesario que el color sea moreno o amarillo, o cualquiera otra cosa determinada. Según esto, no tienen razón los que pretenden que lo mismo ocurre en todos los casos; existiría, pues, entre el calzado y la mano un intermedio que no sería ni el calzado ni la mano, porque entre el bien y el mal está lo que no es ni bien ni mal. Habría intermedios entre todas las cosas; pero esta consecuencia no es inevitable. Puede haber negación de dos opuestos a la vez en las cosas que admiten algún intermedio, y entre los cuales existe naturalmente un cierto intervalo; pero en el ejemplo que se cita no hay diferencia. Los dos términos comprendidos en la negación común no son ya del mismo género, no existe unidad de sujeto.

      Parte VI

      Puede plantearse idéntica duda relativamente a la unidad y a la pluralidad. En efecto, si la pluralidad es opuesta totalmente a la unidad, se derivan de aquí dificultades insuperables: la unidad será entonces lo poco o el pequeño número, puesto que la pluralidad está opuesta también al pequeño número. Además, dos es una pluralidad, puesto que el doble es múltiple: en este sentido dos es doble. La unidad es, pues, lo poco, porque ¿con relación a qué sería dos una pluralidad si no es con relación a la unidad y a lo poco? No existe duda de que sea más pequeña que la unidad. Además, existe lo mucho y lo poco en la multitud, como lo largo y lo corto en las longitudes; lo que es mucho es una pluralidad; toda pluralidad es mucho. A no ser, pues, que se trate de un continuo indeterminado, lo poco será una pluralidad; y entonces la unidad será asimismo una pluralidad porque es un poco. Esta consecuencia es inevitable si dos es una pluralidad. Pero puede decirse que la pluralidad es lo mismo que lo mucho en ciertas circunstancias, y en otras no; y así el agua es mucho y no es una multitud. En todas las cosas que son divisibles, mucho se dice de todo lo que constituye una multitud desmesurada, sea absolutamente, sea relativamente a otra cosa; lo poco es una multitud falsa o insignificante.

      Multitud se refiere también al número, el cual es opuesto solo a la unidad. Se habla de unidad y multitud en idéntico sentido que se diría una unidad y unidades, blanco y blancos, medido y medida; y en este sentido toda pluralidad es una multitud. Todo número, en efecto, es una multitud, porque está compuesto de unidades, porque se puede medir por la unidad; es multitud en tanto que es opuesto a la unidad y no a lo poco. De esta forma el mismo dos es una multitud; pero no lo es en tanto que pluralidad excesiva, sea absolutamente, sea relativamente: dos es la primera multitud. Dos es el pequeño número: absolutamente hablando, porque es el primer grado de la pluralidad falta o defectuosa. Anaxágoras se ha equivocado, por tanto, al decir que todo era igualmente infinito en multitud y en pequeñez. En lugar de y en pequeñez, debía decir y en pequeño número; y entonces hubiera visto que no había infinidad, porque lo poco no es, como algunos quieren, la unidad, sino la díada.

      He aquí en qué se fundamenta la oposición. La unidad y la multitud son opuestas en los números; la unidad es opuesta a la multitud, como la medida a lo medible. Otras cosas son opuestas por relación; en este caso se encuentran aquellas que no son relativas esencialmente. Hemos visto anteriormente que podría haber relación de dos maneras: relación de los contrarios entre sí, y relación de la ciencia a su objeto; una cosa en este caso se considera relativa en tanto que se la refiere a otra cosa.

      Nada impide, sin embargo, que la unidad sea más pequeña que otra cosa, por ejemplo, que dos. Una cosa no es poco por ser más pequeña. En cuanto a la multitud, es como el género del número; el número es una multitud medible por la unidad. La unidad y el número son opuestos, no en concepto de contrarios sino como hemos dicho que lo eran ciertas cosas que están en relación; son opuestos en cuanto son el uno la medida, el otro lo que puede ser medido. Por esta razón, todo lo que tiene en sí la unidad no es número, por ejemplo, si es una cosa indivisible.

      La ciencia se plantea relativa a su objeto; pero la relación no es la misma que respecto del número: sin esto la ciencia tendría los rasgos de ser la medida, y el objeto de la ciencia se ha de ocupar en lo que puede ser medido. Es verdad que toda ciencia es un objeto de conocimiento; pero no todo objeto de conocimiento es una ciencia; la ciencia es, desde un punto de vista, medida por su objeto.

      En cuanto a la pluralidad, no es lo contrario de lo poco; lo mucho es lo opuesto a lo poco, como pluralidad más grande opuesta a una pluralidad más pequeña. Tampoco es siempre lo contrario de la unidad; pero así como lo hemos visto, la unidad puede ser considerada como divisible o indivisible; también se la puede considerar como relativa, del mismo modo que la ciencia es relativa al objeto de la ciencia; considérese la ciencia un número, y el objeto de la ciencia será la unidad, la medida.

      Parte VII

      Puesto que es posible que entre los contrarios existan intermedios, y que ciertamente los hay en algunos casos, se necesita que los intermedios provengan de los contrarios, porque todos los intermedios son del mismo género que los objetos entre los que son intermedios. Por intermedio nos referimos a aquello en lo que debe, ciertamente, mudarse inevitablemente lo que muda; por ejemplo, si se quiere pasar gradualmente de la última cuerda a la primera, habrá de pasarse por los sonidos intermedios. Lo mismo ocurre respecto de los colores; si se quiere pasar de lo blanco a lo negro, se pasará por lo encarnado o lo moreno antes de pasar a lo negro; y lo propio ocurre en todo lo demás. Pero no es posible que exista cambio de un género a otro si no es bajo la relación de lo accidental; que se verifique, por ejemplo, un cambio del color en figura. Es necesario, pues, que todos los intermediarios estén en el mismo género, y el mismo género que los objetos entre los que son intermedios. De otro lado, todos los intermedios son intermedios entre opuestos, porque solo entre los opuestos puede realizarse el cambio. Es imposible que haya intermedios sin opuestos, pues de otra manera habría un cambio que no sería de lo contrario a lo contrario.

      Los opuestos por contradicción no tienen intermedios. La contradicción es, en efecto, la oposición de dos proposiciones entre las que no existe medio; uno de los dos términos


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