Growin' Up. José Javier Torre Ruíz

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Growin' Up - José Javier Torre Ruíz


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alcanzar la transformación que deseamos.

      Sin embargo, el libro que comienzas ahora no pretende ser un recetario universal con el que poder abordar los procesos de cambio y transformación con éxito. Seguramente tampoco son relevantes las historias de las canciones que utilizo de modo introductorio en los diferentes capítulos, ni las reflexiones que nos dejaron estos filósofos. Ni las preguntas e ideas principales con las que concluyo cada capítulo. Y, por supuesto, tampoco mi historia o mi relato. Lo importante es que a través de este libro tú puedas reflexionar, analizar y pensar sobre tu vida, para que te conozcas más y mejor, y puedas hacer una historia de ella, dándole sentido. Decía el filósofo Javier Mazza una frase que me parece acertada para comenzar este viaje:

      «Si no nos narramos no sabemos quiénes somos;

      si no sabemos quiénes somos, no sabemos qué

      tenemos que hacer».

      Así que el propósito de este libro consiste en ayudarte a construir tu propia historia a través de un mejor conocimiento de ti mismo y, de este modo, que puedas descubrir por ti mismo qué quieres y cómo alcanzar los sueños que deseas hasta convertirte en aquello que eres. Porque, como sostenía el escritor Joseph Campbell, «el privilegio de toda una vida es ser quien eres», y esa debería ser nuestra primera misión, descubrir quiénes somos, y desde ahí dejar una huella en la sociedad a través de un propósito que dé sentido a nuestra existencia. Esa huella no tiene por qué consistir en llegar a ser una celebridad como Bruce o realizar grandes descubrimientos, ni siquiera ganar grandes sumas de dinero o dejar un legado para figurar en los libros de historia. Basta con que seamos recordados por nuestro entorno, nuestras familias, amigos, compañeros o clientes, aportando un granito de arena al mundo que nos rodea, haciéndolo un poco más habitable. Quizá sea conveniente recordar la frase con la que Bruce comenzaba a interpretar la canción «Born To Run» en los conciertos de la gira de 1984:

      «¡Remember, in the end, nobody wins unless

      everybody wins!».

      (¡Recuerda, al final nadie gana si no ganamos todos!)

      Para lograrlo es necesario vivir en una búsqueda continua que nos permita crecer, desarrollarnos, evolucionar… Y detrás de esta idea implícitamente están el cambio y la transformación. Por eso este libro está dirigido a todos los que de una u otra forma se consideran «vagabundos» que, como Bruce Springsteen, necesitan encontrar algo más, que sienten que han «nacido para correr» y que continuarán haciéndolo hasta que alcancen aquello que desean o anhelan. Te invito a que construyas tu propia historia, que des forma a tu relato y que le pongas la música y la letra que tú quieras, al igual que yo lo he hecho con la ayuda de uno de mis grandes referentes, Bruce Springsteen, o simplemente Bruce, como le llamamos sus fans.

      «Mi designio no es el de enseñar aquí el método

      que cada uno debe seguir para conducir bien su razón,

       sino solamente el de mostrar de qué suerte

       he tratado yo de conducir la mía».

      Descartes

      Capítulo 1

      «Thunder Road»

      Sueños de juventud

      Y de repente... Elvis

      Hace muchos años, en un colegio de monjas de una pequeña población de los Estados Unidos llamada Freehold (New Jersey) estudiaba un niño extraño y diferente. Durante años permaneció en aquella escuela convirtiéndose en un chico solitario y aislado con dificultades para relacionarse con los demás y con un bajo rendimiento escolar. De hecho se le conocía por «Saddie» (tristón). Una noche, cuando tenía ocho años, sentado en la alfombra de su casa y con la mirada fija en el televisor en blanco y negro de su casa, presenció algo que le cambió la vida. Vio en la pantalla a un tipo que se movía con movimientos electrizantes y que le cautivó para siempre. La imagen era la de Elvis Presley. Desde ese momento aquel niño quiso hacerse con una guitarra para imitar lo que había presenciado esa noche en la televisión. Una energía profunda había surgido dentro de él que le impulsaba a conseguir algo. Un deseo y una fuerza comenzaban a moverle, impulsándolo a convertirse en aquello con lo que comenzaba a identificarse. Aquel niño que acababa de encontrar su motivación se llamaba Bruce Joseph Frederick Springsteen.

      Si buscáramos un referente filosófico con el que iniciar este recorrido podríamos comenzar con Baruch Spinoza, filósofo holandés del siglo XVII que identificó en el deseo la esencia del ser humano. Decía Spinoza que «no deseamos las cosas porque son buenas, sino que son buenas porque las deseamos». A diferencia de los animales, los seres humanos tenemos deseos conscientes, lo que nos imposibilita desear algo que no sea bueno ni conveniente o útil. Es en el deseo donde comienza todo. El deseo nos mueve a actuar, a buscar aquello que se concibe como bueno. Sin embargo, a veces el deseo puede ser perjudicial cuando se convierte en ambición desmedida o no se aplica el sentido común, algo de lo que hablaremos a lo largo de estas páginas. Así pues, para el pequeño Bruce todo comenzó aquella noche cuando vio la imagen de Elvis. A partir de ese momento, la semilla de su deseo quedó plantada y en los siguientes años su única obsesión fue llegar a convertirse en algo parecido.

      También podríamos utilizar la «alegoría de la caverna» de Platón. El filósofo más grande de todos los tiempos, junto con Aristóteles, en su obra La República utilizó esta metáfora para describir a las personas que viven encadenadas en una cueva y que solo conocen el mundo exterior a través de los reflejos y sombras que crea el fuego en la pared de la caverna. Si una de ellas saliera de la caverna descubriría que hay otro mundo, un mundo que Platón identifica con el mundo de las formas, las ideas, lo absoluto, la verdad. Cuando Bruce vio a Elvis aquella noche en la televisión del salón familiar salió de la cueva para encontrar su verdad, esa imagen que le impactó y le dejó marcado para el resto de su vida.

      Sin embargo, no todos hemos tenido la suerte o la fortuna que tuvo Bruce para ver claro aquello en lo que deseamos convertirnos. Es cierto que cuando somos niños todos hemos soñado con llegar a ser astronautas, bomberos, médicos, bailarinas, cantantes, etc. En mi caso nunca tuve claro qué quería ser de mayor. A veces quería ser torero; supongo que la afición de mis abuelos y de mi padre influyó. Otras veces quería ser albañil, al quedarme embelesado viendo cómo trabajaban los obreros que construían unos pisos delante de mi casa. Sin embargo, al pasar los años me fui dando cuenta de que ser torero requería poseer mucho valor, y yo siempre he sido bastante miedica. Y lo de ser albañil quedaba un poco lejos del deseo de mis padres de darme una educación universitaria. Así que mi sueño de niño de convertirme en algo que me gustara especialmente se esfumó sin que existiera nada que me llamara la atención.

      Seguramente tú también viviste un proceso similar, porque por desgracia no todos tenemos la inmensa fortuna de descubrir una vocación a tan temprana edad, como le sucedió a Bruce. Ni tampoco muchos tuvimos la suerte de tener cerca a un mentor o algún profesor o familiar que descubriera si teníamos algún don o singularidad. Probablemente porque este no era demasiado visible o porque no apostamos realmente por aquello que nos apasionaba. Y de esta forma comenzamos a vivir en una cueva, olvidándonos de desarrollar nuestro don o singularidad, sin darnos cuenta de que existe otro mundo, vamos a llamar más auténtico, donde expresar lo que realmente somos.

      ¿Qué vas a hacer con tu vida?

      La vida de Bruce no fue un camino de rosas. Su infancia y su adolescencia fueron ingratas y duras. Era un niño complicado, difícil, distraído… repudiado por profesores y compañeros. De hecho, nadie en aquel colegio de monjas podía augurarle un futuro mínimamente digno. Cuando era adolescente tuvo problemas continuos con su padre por su rebeldía, su aspecto físico, y discutían casi por cualquier cosa, como explica en la introducción de la canción The River. Cuenta que una noche al volver a casa, su padre le estaba esperando en la cocina, como tantas otras noches, para preguntarle «¿qué vas a hacer con tu vida?». Lo peor para Bruce es que no podía contestarle ni contarle lo que realmente quería. Porque él quería tocar en una banda y vivir de eso,


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