Autoliderazgo de nuestras emociones. Néstor Braidot

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Autoliderazgo de nuestras emociones - Néstor Braidot


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significados eran de tres tipos: amenazantes, neutros y alegres. Mientras recibían los mencionados flashes se observó actividad eléctrica en la amígdala.

      En los tres casos se detectó una respuesta relacionada con el valor emocional de las palabras que había sido percibido en forma no consciente.

      Con el fin de validar sus resultados, realizaron otra experiencia con el tiempo suficiente como para que los participantes pudieran leerlas.

      Se observó que se activaba la misma región del cerebro que se había iluminado cuando estas les habían llegado en forma subliminal.

      • Rol clave en las respuestas agresivas

      Algunas investigaciones revelan que la amígdala es más grande en el cerebro de personas agresivas.

      Durante un estudio sobre adolescentes, el psicólogo Nicholas Allen, de la Universidad de Melbourne, Australia, descubrió que los participantes que discutían con más ímpetu y excitación con sus padres poseían amígdalas más grandes que aquellos que no lo hacían.

      También se extirparon amígdalas con fines terapeúticos. En estos casos se comprobó que la cirugía reducía el número de episodios en pacientes que padecían una agresividad que no era posible tratar mediante fármacos.

      • Participación activa en la toma de decisiones

      La mayor parte de las decisiones que tomamos en la vida (más del 80 por ciento) tiene un origen emocional.

      Antoine Bechara propone dos sistemas diferentes que intervienen en la toma de decisiones e interactúan entre sí:

      • El impulsivo, comandado por la amígdala.

      • El reflexivo, liderado por la corteza prefrontal ventromedial.

      Antonio Damasio llegó a conclusiones similares.

      Sostiene que las dos amígdalas se encargan de la respuesta emocional instantánea mientras que lóbulos frontales se ocupan de las reacciones emocionales basadas en un análisis racional y cognitivo.

      Bechara y Damasio son autores de reconocimiento internacional por sus trabajos sobre el cerebro emocional, un tema que ocupó la mayor parte de sus investigaciones.

      • Participación activa en los mecanismos de cognición social y empatía

      La amígdala juega un papel clave en la capacidad de ponerse en el lugar del otro, percibir lo que está sintiendo y sintonizar con sus emociones.

      Durante estos procesos, su principal función consiste en convertir las percepciones en conceptos, para lo cual le asigna contenidos emocionales a los estímulos que van ingresando por los sistemas sensoriales.

      También ha sido comprobada su participación en el reconocimiento facial de emociones.

      Las personas con determinados daños en esta estructura no registran expresiones de miedo, asco, rabia o tristeza en el rostro de otras.

      Junto a otras estructuras, como algunas regiones del lóbulo temporal, la corteza órbitofrontal y la corteza somatosensorial derecha, la amígdala desempeña un rol fundamental en las relaciones que una persona establece con las demás.

      Las emociones involucran no solo aspectos cognitivos, sino también, y fundamentalmente, fisiológicos y conductuales.

      Cada aparición de una señal de peligro, sea un perro enorme que se nos acerca mientras retozamos en el césped o un auto que avanza más de la cuenta cuando estamos atravesando una senda peatonal, se archivará en la memoria.

      No importa que no haya habido daño o que éste sea mínimo: la angustia provocada por el hecho quedará asociada con un estado orgánico que, a su vez, podría implicar un patrón de respuesta fisiológica o conductual.

      Las personas con miedo a volar, por ejemplo, suelen sentir palpitaciones o las manos sudorosas no solo cuando se suben al avión, sino incluso desde varios días antes.

      ¿Necesitan haber atravesado un accidente aéreo para llegar hasta allí? No.

      Simplemente, un vuelo con una turbulencia que despertó “fantasmas”, el relato de un familiar o una noticia aparecida en los diarios sobre un avión que se estrelló pueden ser suficientes para desencadenar ese archivo en la memoria.

      Este patrón conductual o fisiológico, a su vez, pueden dar origen a un marcador somático que afecte las decisiones futuras de manera no consciente.

      Reforcemos el concepto:

      Una emoción y los cambios fisiológicos que se generan en el momento de experimentarla quedan asociados en el cerebro a la situación que se ha vivido, lo que crea una especie de patrón que resurgirá cuando se produzca una experiencia similar.

      Ahora, adentrémonos en el mundo de los marcadores somáticos.

      Como se indicó, el cerebro genera respuestas emocionales no conscientes que se reflejan en cambios corporales. Estas guían el proceso de toma de decisiones.

      En línea con lo explicado y con las investigaciones de LeDoux, Antonio Damasio dice que “en una situación de peligro, el miedo llega primero en forma de calor, palpitaciones, temblores. Después, se afirma la conciencia real del miedo y su causa”.

      Los marcadores somáticos, concepto acuñado por el propio Damasio, son experiencias emocionales que el cerebro asocia y archiva junto al estado fisiológico que se experimentó en ese momento.

      Por ejemplo, miedo asociado a un temblor corporal provocado por un susto, enorme excitación asociada a la generación de adrenalina o enamoramiento vinculado a un aumento de la frecuencia cardíaca.

      Gran parte de la conducta humana se desencadena por estos disparadores no conscientes que llevan a actuar de una u otra manera.

      Se trata de un fenómeno de orden psíquico que involucra al cuerpo y deja huellas sinápticas en el cerebro. Por esa razón tienen una enorme influencia en la toma de decisiones.

      Cabe destacar que en el siglo XIX, cuando no existía la moderna tecnología de exploración cerebral actual, William James había anticipado que la percepción está asociada con estados somáticos y lo explicó de manera sencilla.

      Dijo: “el recuerdo del estado somático asociado con una percepción contribuye a producir dicha la emoción”.

      A lo largo de la vida, una persona acumula marcadores somáticos en función de experiencias tanto negativas como positivas asociadas a emociones.

      Son tan potentes que influyen no solo en su conducta, sino también en sus proyectos, en la forma en que se relaciona con los demás, en la simpatía o aversión que siente por algunos lugares, en el placer que le provocan algunos aromas y sabores y en el displacer que le provocan otros…

      La lista puede ser tan extensa como experiencias emocionales haya tenido.

      Como las redes neuronales permanecen abiertas al cambio debido al fenómeno de la neuroplasticidad, todos podemos desactivar los marcadores negativos.

      Para lograrlo, son necesarios un entrenamiento adecuado, voluntad y constancia.

      Algunas emociones, como el miedo, son difíciles de controlar porque dependen de procesos muy complejos.

      Una vez que se crean determinados neurocircuitos, las reacciones ante sucesos que han marcado emocionalmente tienden a perpetuarse de manera automática.

      Si bien reprogramarlos no es una tarea sencilla, es posible, porque la neurociencia avanza a pasos agigantados y día a día se generan herramientas más eficaces que las anteriores.

      El artículo Identifying Emotions on the Basis of Neural Activation, escrito por científicos de la Universidad Carnegie Mellon, en los Estados Unidos, apunta a ver si es posible adivinar lo que siente una persona observando su actividad cerebral.

      Para


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