El beso de la finitud. Oscar Sanchez

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El beso de la finitud - Oscar Sanchez


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mujer, aprovecha el exotismo que tiene el flamenco para el público extranjero, se muestra agradecida, humilde y feliz frente a sus adoradores, actuando en esto como una vulgar “triunfita”… ¿Qué tiene que ver nada de esto con Charlie Parker o con Janis Joplin? Janis se levantaría tarde, iría a ensayar con una cerveza en la mano, flirtearía con los miembros de su banda, se iría de fiesta ácida después, etc., etc. El rock era esa mala/buena vida, frente a la cual, como digo, Rosalía es la empresaria de sí misma, Madonna multiplicada por dos con nail-art en las manos y agudo cerebro posmoderno. Está claro que, pese a lo que ella misma canta en Con altura, no irá pronto pa´ la sepultura, mientras que Janis sí lo hizo (hasta ese tópico de la tradición, el Club de los 27, puede ser transformado, reutilizado, parasitado, cambiado posmodernamente de contexto…).

      Todo esto es lo que se me ocurre a mí acerca de algo que ya digo que sólo parece estar ahí para que sus adversarios puedan dar un puñetazo en la mesa y espetar simplezas, simplezas por cierto expresadas muy posmodernamente y en formatos que en la Modernidad no existían. David Harvey o Fredric Jameson presentan, de esta forma, la Post-modernidad como el estilo de vida y del gusto propio de ese capitalismo que nunca termina de morir, y sin duda tienen razón, pero ambos son viejos marxistas y valoran este hecho negativamente, lo cual ya no es tan indiscutible (el marxismo es, en esto, enteramente como el complejo de Pruit-Igoe, pero en el mundo de la lucha política). La Post-modernidad es, más bien, una inflexión, un pliegue en el interior de la Modernidad, no su negación o su decadencia. Nadie en su sano juicio rechazaría el conjunto de los Derechos Humanos, por decir algo de grandísima envergadura y muy valioso. Esta polémica ya no es tan enconada como en los años noventa del pasado siglo, pero sin duda sigue viva, y no silenciada o ya clausurada del todo por la actual situación de parón cultural mundial neoliberal y digitalizado. Pero advierto que interesarse de neuvo por ello puede emborrachar, como le ocurrió al módulo izquierdo de nuestra querida Casa Danzante de Praga...

      25 No sólo en el sentido filológico de monólogo, sino en el filosófico de discurso que no se sabe discurso y que se cree el único válido, acepción desde la cual se opone no a relativismo –ningún discurso es válido– si no a pluralismo –todos lo son–, como hemos visto más arriba.

      (Auto)Apocalypse Now

      El hombre es el pastor del ser, no el señor del ser.

      Martín Heidegger

      La noticia de que sobre un octavo de las especies vivas (animales y también vegetales) de la Tierra pende una espada de Damocles ecológica por obra de la sobre-explotación humana estaba entre las primeras páginas de los periódicos hace unos meses, y hoy ya se ha hundido hasta las páginas irrelevantes de las alarmas perroflauticas a las que nadie atiende. Sin embargo, se trata de un hecho descomunal, proclamado por un informe de 1500 páginas avalado por la ONU que recoge una investigación de tres años en la que han participado 145 expertos de 50 países con la colaboración de 310 especialistas más y en la que se examinan las transformaciones de la biodiversidad del último medio siglo. Es decir, que no hablamos de un eslogan electoral del PACMA, ni de otra pequeña sombra sobre nuestra mala conciencia apadrinada por Greenpeace o por el hijo o la nieta de Félix Rodríguez de la Fuente. En un mundo menos ensimismado en su estrafalario espectáculo humano (el ensayista italiano Roberto Calasso se pasó la vida señalando con toda razón que la religión predominante de la sociedad actual es la auto-adoración humana), una conmoción como esta sería portada durante un año, se leería en aviones-anuncio sobrevolando las playas durante las vacaciones, daría que hablar a los parroquianos en los bares y en el dentista y movilizaría un millar de iniciativas cursis en Internet y en las escuelas. En vez de eso, da la sensación de que nos hemos convertido en una raza tan insensible y ciega que para que nos estremeciese lo más mínimo el destino animal y vegetal que nos rodea haría falta plantear más bien el negocio diametralmente opuesto: ofrecer la oportunidad a los ricos más cansados de todo, por ejemplo, de darse el gusto de eliminar cruelmente y con sus propias manos al último ejemplar de una especie a cambio de una fuerte suma (esto puede parecer una exageración misantrópica mía, pero estoy convencido de que en realidad bastaría con proponer dentro de unos años el intercambio bajo cuerda y lejos de las cámaras para conseguir un buen montón de clientes de renombre…) Porque, no puede caber ninguna duda al respecto, frente a un holocausto brutal y anunciado como este cualquier noticia acerca de la rebelión de Guaidó, los pactos del PSOE o el final de Juego de tronos es sencillamente ridícula e insignificante, como comparar la Peste Negra que asoló Europa con el resfriado primaveral de un caniche.

      Ayer, una de las mentes pensantes involucradas en el informe de la ONU, un tal Robert Watson, ex presidente nada menos que del Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services (IPBES), declaraba algo tan revolucionario pero a la vez tan elemental como esto: “necesitamos un paradigma económico modificado para un futuro más sostenible”. Cuando hasta un señor que no está metido en política se adentra en terrenos anticapitalistas o post-capitalistas seguramente sin pretenderlo expresamente es que la historia humana está dando un giro crucial, o que debería darlo pronto. Sería estupendo, sería ejemplar, que lo hiciéramos, pero, ya puestos, no de cualquier manera. Que lo hiciéramos, sí, que acertáramos a ser tajantes y severos con quien hubiera que serlo y detener este autoapocalipsis absurdo, promovido por nosotros mismos en contra de todo, pero en nombre de la


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