No Hagas Soñar A Tu Maestro. Stephen Goldin

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No Hagas Soñar A Tu Maestro - Stephen  Goldin


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y como resultado la imagen se convirtió en algo borroso y los atacó cuando Janet intentó controlarlo. Ya que ambos Soñadores tenían la misma habilidad para alterar la acción dentro del Sueño, la coordinación entre ellos era esencial.

      Wayne estaba muy agradecido porque los Soñadores no fueron a más. Investigaciones mostraron que los Soñadores eran los más efectivos cuando estaban en actos de cuarenta minutos, con descansos de otros cuarenta minutos entre ellos. Soñar era una experiencia tan intensa que el cuerpo necesitaba tiempo para relajarse entre una sesión y la otra. Los escritores de escenario había aprendido a tratar la longitud de las escenas adecuadamente, y los Soñadores consideraban al unísono aquellas paradas como una gran ayuda. Les daban tiempo a recuperarse de la escena anterior, relajar sus músculos haciéndoles recordar lo que estaban haciendo, discutir sobre problemas técnicos con los ingenieros y —en caso de dos o más Soñadores auxiliares trabajando en tándem— darles la oportunidad de que aprendiesen sobre sus errores y mejorar su coordinación.

      Wayne tomó aire y empezó a colocarse despacio el Casco del Sueño en su cabeza. Veintidós mil personas habían sintonizada ese Sueño, según había dicho Ernie White. No eran muchos, no para una ciudad del tamaño de Los Ángeles. Y más sabiendo de su gran talento y lo que le había costado ganarse una considerable cantidad de seguidores. Pero Janet era mejor Soñadora que él, y él lo sabía. Era una de los artistas establecidos en Sueños Dramáticos. Su presencia en ella le debía arrastrar a gran cantidad de mujeres. En su lugar, parecía todo lo contrario.

      Mierda, ¡Sé que soy bueno! Pensó con resentimiento. Debería ser otro Vince Rondel, pero sé que puedo ser mejor que eso. ¿Cómo demonios puedo superarlo?

      Una luz azul impactó contra el techo. Wayne permanecía tumbado sobre su sofá, retorciéndose en una postura cómoda, y empezó su rutina de auto hipnosis como la que todos los Soñadores aprendieron para obtener una mejor proyección. Forzó su mente para extraer todos sus pensamientos externos. A pesar de todo, era un profesional. Tenía una historia que contar. No se llevaba sus propios problemas y prejuicios con él al Sueño, esa sería la razón sin duda de un posible despido. A medida que Soñaba, no le importaba en absoluto que hubiera una persona o un millón al otro lado. Las audiencias era tan sólo un problema en el mundo real, para un Soñador dedicado como él, los Sueños en si mismos eran todo lo que importaba.

       Capítulo 2

      

      El cubículo se desvaneció en su mente, para ser reemplazado poco a poco por el pasillo que había dejado al final del último acto. Janet estaba otra vez a su lado, y ambos corrían en una carrera desesperada contra el tiempo. Recordaban para ellos y para los telespectadores que él y Janet eran un equipo de agentes gubernamentales bien preparados en lo que se refería a terroristas urbanos. La filosofía de los terroristas era vaga a posta —Sueños Dramáticos no querían que les culpabilizaran de usan los Sueños como propaganda contra ningún tipo de creencia— pero por norma general estaban a favor de matar gente inocente y dejar claro para todo el mundo los valores establecidos.

      Wayne y Janet habían aprendido, a través de un terrorista que habían capturado e interrogado, que la banda había construido una bomba atómica casera, y estaban preparados para hacerla detonar en Los Ángeles a menos que cumplieran sus demandas imposibles. No había tiempo de llamar a la policía o a los artificieros. Su trabajo debía de hacerse ahora, y Wayne y Janet eran los únicos capaces de salvar a millones de vidas.

      Los terroristas, en cambio, no iban a retirarse sin luchar. Habían estacionado un comando suicida de su propia gente aquí en el corredor para vigilar aquella máquina de destrucción. Aquellos hombres sabían que morirían si explotara la bomba, y estaban preparados para sacrificar sus vidas por su causa. Eran demonios a la hora de proteger su bomba, no tenían nada por la que vivir, y nada les haría retroceder.

      Cuando Wayne y Janet llegaron al corredor donde la bomba había sido colocada, rápidamente se hicieron una idea de la situación. Veinte metros de peligro los separaban de su objetivo. Tan pronto llegaron, tres guardias aparecieron al instante en el corredor. Sus armas estaban preparadas para tal contingencia, y en un movimiento reflejo las dispararon sin perder un instante sobre los agentes gubernamentales.

      Wayne podía sentir el aire caliente a medida que el láser de las armas de los guardias casi rozaron por milímetros su mejilla convirtiendo la pares en un pequeño agujero de plástico. Aprovechando su gran velocidad a la hora de correr, llegó hacia la altura de su estómago. Llevada el arma en sus manos, apoyó sus brazos sobre el suelo y, apuntando con calma, disparó. El guardia que había disparado contra él soltó un grito de dolor cuando el disparo de la pistola de Wayne vaporizó su hombro derecho.

      Detrás de Wayne, Janet también había entrado en acción. Permanecía unos pocos metros detrás de él cuando entraron al hall. Tras un disparo de aviso, ella se tiró a uno de los lados, terminando agachada sobre sus rodillas con su lado pegado a la pared. Su pistola la tenía en la mano y apuntando al enemigo.

      Aprovechando la ventaja de cubrirla con el arma, Wayne se deslizó como una serpiente unos doce metros más allá del corredor hasta la base de la puerta metálica tras barrer todo el trayecto hasta el pasillo. Rayos láser impactaban a su alrededor, pero los ignoraba. Nada le hacía perder su concentración.

      Para más inri, Wayne pareció notar como el tiempo se ralentizaba un poco. Como cualquier otra cosa en su Sueño, el flujo del tiempo estaba controlado por los Soñadores. A Wayne le podría tomar una eternidad hacer cualquier cosa, y parecerle como si ocurriera a cámara lenta, o hacer que cierto número de sucesos parecieran tan sólo un instante. Alargar el flujo del tiempo era un efecto artístico para crear suspense en el público incrementando el ratio en los láseres de los guardias. Cada hombre ahí afuera se identificaría con él en este Sueño. Él había, por supuesto, discutido la variación del flujo del tiempo con Janet, y también estaba ralentizando el sentido de su propio tiempo, de otra forma sus movimientos se difuminarían un poco para Wayne, y todo lo que los hombres vieran a través de sus ojos.

      Al final, Wayne llegó hasta el botón. Lo pulsó y, obedeciéndolo, la puerta metálica se fue abriendo poco a poco hasta el techo. Cuando terminó, Wayne regresó el flujo del tiempo a la velocidad normal. Ahora todo parecía correcto para él a fin de hacerse con la bomba. Pero aquella alegría se desvaneció ante él, ya que fue alcanzado en la pantorrilla derecha por el láser de la pistola de uno de los guardias.

      Aquel fue un gran truco, y Wayne estaba a punto de responder cuando el administrador de la estación lo avisó. En la industria había unas estrictas regulaciones acerca de provocar dolor durante los Sueños. Una sensación de dolor como aquella podía causar efectos traumáticos en alguien que permaneciera tranquilamente sobre la cama. Hubieron diversos juicios en contra de los Soñadores en los inicios de la industria, con los acusadores pidiendo dinero por los problemas mentales y psíquicos causado por tales traumas. El resultado fue que los Soñadores tuvieron que ir con pies de plomo, intentando no crear el menor estrés durante los Sueños.

      Cuando Wayne entraba en un Sueño, nunca dejaba que terminase sin aliente. Cuando tenía que hacer algo duro, nunca lo hacía hasta cansarse, nunca dejaba que se lastimara un músculo, y ahora, cuando el guión le pedía que fuera herido, no sufriría daño real alguno. Sería despedido de inmediato si dejase que cosas como esas traspasasen el límite de los cables.

      En su lugar, tenía que lidiar con todo el tema a nivel intelectual. En lugar de transmitir cierta agonía cuando el láser lo alcanzara, tenía que mostrar pensamientos calmados y racionales mostrando que su pierna había sido alcanzada por fuego enemigo y que estaba experimentando dolor. Su pie no podría sostener todo su peso y debería mostrar todos los efectos posteriores de la herida. El único ingrediente que faltaba era el dolor en si. Llevar todo el asunto con éxito era lo que diferenciaba a los expertos, y Wayne estaba contento de tener la experiencia de mostrar sus habilidades.

      Gritó de “dolor” justo cuando el láser de Janet dio en uno de los guardas. Tan sólo quedaban unos pocos minutos para que


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