Sigmund Freud: Obras Completas. Sigmund Freud

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Sigmund Freud: Obras Completas - Sigmund Freud


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      H. Bernheim: Die Suggestion und ihre Heilwirkung, traducción alemana de Sigmund Freud, F. Deuticke, Leipzig-Viena, 1888. El prólogo y la nota de la pág. 116 han sido traducidos al inglés por James Strachey con el título «Hypnotism and Suggestion», International Journal of Psycho-Analysis, vol. 27, pág. 59, 1946; reimpreso en Collected Papers, tomo V, Hogarth Press, Londres, 1950. El título original de la obra francesa era: De la suggestion et de ser applications à la thérapeutique (1886, 2ª ed., 1887) En la Autobiografía relata Freud las circunstancias que lo llevaron a efectuar la citada traducción. Strachey ha señalado el error de Freud al atribuir su labor al año 1889: «Hay aquí un error, pues, como se advertirá, su prólogo a la traducción del primero de los libros de Bernheim está fechada un año antes, en agosto de 1888. El libro llevaba el título Die Suggestion und ihre Heilwirkung, y fue publicado en Viena por Deuticke. La fecha 1888 también aparece en la portada, pero la obra se publicó evidentemente por entregas, pues un epílogo del traductor, disculpándose por cierto atraso en la publicación de su segunda mitad, está fechado en enero de 1889. Como quiera que sea, el prólogo pertenece al período en el cual el interés de Freud pasaba de la fisiología a la psicología, pudiéndose afirmar quizá que éste fue su primer escrito publicado en el terreno de la psicología.»

      En francés en el original.

      A. Hückel: Die Rolle der Suggestion bei gewissen Erscheinungen der Hysterie und des Hypnotismus [«El papel de la sugestión en determinadas manifestaciones de la histeria y del hipnotismo»], Jena, 1888.

      En francés en el original. Este término nada tiene que ver con su homónimo de la terminología psicoanalítica. (N. del T.)

      Se refiere al Estudio comparativo de las parálisis motrices, orgánicas e histéricas, trabajo que sólo había de aparecer cinco años después (1893).

      En francés en el original, como otros términos conservados en esta traducción. (N. del T.)

      Archives de Neurologie, vol. XI, 1886.

      Es indudable que las relaciones entre la histeria y el hipnotismo son muy íntimas, pero no tanto como para justificar la concepción del ataque histérico común como un estado hipnótico de varias fases, como Meynert lo ha propugnado en la Imperial Sociedad Médica de Viena (comunicación reseñada en Wiener medic. Blätter, núm. 23, 1888). Por otra parte, en dicha comunicación parece haber confundido nuestros conocimientos sobre estas dos condiciones, pues habla de las cuatro fases de la hipnosis concebidas por Charcot, mientras que este autor sólo distinguió tres, y la cuarta, la denominada fase somniante, no es mencionada por nadie, salvo por el propio Meynert. Es cierto, en cambio, que Charcot atribuye cuatro fases al ataque histérico.

      Las palabras entre corchetes han sido agregadas por James Strachey en un pasaje que resultaba poco inteligible en el original. Adopto aquí dicha inclusión, con el debido crédito a su autor. (N. del T.)

      A este respecto consúltese la nota agregada por Freud al pie de la página 116 del libro de Bernheim, que figura a continuación.

      1888-93 [1893]

      CHARCOT, cuyo alumno fui en 1885 y 1886, me confió en esta época la labor de realizar un estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas, basado en las observaciones efectuadas en la Salpêtrière y encaminado a descubrir algunos caracteres generales de la neurosis y a conducirnos a una concepción de la naturaleza de tal enfermedad. Causas accidentales y personales me han impedido durante mucho tiempo obedecer a su inspiración. De este modo no quiero aportar ahora sino algunos resultados de mis investigaciones, dejando a un lado los detalles necesarios para una demostración completa de mis opiniones.

      HABREMOS de comenzar por algunas observaciones generalmente admitidas sobre las parálisis motrices orgánicas. La clínica nerviosa reconoce dos clases de parálisis motrices: la parálisis periférico-espinal (o bulbar) y la parálisis cerebral. Esta distinción armoniza perfectamente con los datos de la anatomía del sistema nervioso, los cuales nos demuestran que no hay en el recorrido de las fibras conductoras motrices sino dos segmentos: uno, que va desde la periferia hasta las células de los cuernos anteriores de la médula, y otro, que va desde ellos hasta la corteza cerebral.

      La nueva histología del sistema nervioso, fundada en los trabajos de Golgi, Ramón y Cajal, Koelliker, etc., traduce estos hechos, diciendo que «el trayecto de las fibras de conducción motrices se halla constituido por dos neuronas (unidades nerviosas célulofibrilares), que se encuentran para entrar en relación al nivel de las células llamadas motrices de los cuernos anteriores». Clínicamente, la diferencia esencial de estas dos clases de parálisis está en que la parálisis periféricoespinal es una parálisis detallada y la parálisis cerebral es una parálisis conjunta. El tipo de la primera es la parálisis facial en la enfermedad de Bell, la parálisis en la poliomielitis aguda de la infancia, etc. Ahora bien: en estas afecciones cada músculo, e incluso podríamos decir cada fibra muscular, puede quedar paralizado individual y aisladamente. Ello no depende sino de la situación y la extensión de la lesión nerviosa, no existiendo regla fija alguna para que uno de los elementos periféricos escape a la parálisis, mientras otro la padece de un modo constante.

      Por el contrario, la parálisis cerebral es siempre una afección que ataca a una gran parte de la periferia, una extremidad, un segmento de ésta o un complicado aparato motor. Jamás se limita a afectar individualmente a un músculo, por ejemplo, el bíceps del brazo o el tibial, aisladamente, y si existen aparentes excepciones a esta regla (la dosis cortical, por ejemplo), se ve muy bien que se trata de músculos que realizan por sí solos una función de la cual son el único instrumento.

      En las parálisis cerebrales de las extremidades podemos observar que los segmentos periféricos sufren siempre más que los próximos al centro. Así, la mano se muestra más paralizada que el hombro. No hay, que yo sepa, una parálisis cerebral aislada del hombro, conservando la mano su movilidad, mientras que lo contrario es regla general en las parálisis que no son completas.

      En un estudio sobre las afasias (Viena, 1891) he intentado demostrar que la causa de esta importante diferencia entre la parálisis periférico-espinal y la parálisis cerebral debe ser buscada en la estructura del sistema nervioso. Cada elemento de la periferia corresponde a un elemento en el eje gris, que es, según las palabras de Charcot, su aboutissement nervioso. La periferia es, por decirlo así, proyectada punto por punto y elemento por elemento sobre la sustancia gris de la médula. Así, proponemos denominar a la parálisis periférico-espinal detallada parálisis de proyección. No sucede, en cambio, lo mismo por lo que respecta a las relaciones entre los elementos de la médula y los de la corteza. El número de fibras conductoras no bastaría para establecer una segunda proyección de la periferia sobre la corteza. Hemos de suponer que las fibras que van de la médula a la corteza no representan ya cada una a un solo elemento periférico, sino más bien a un grupo de ellos, y que, por otra parte, un elemento periférico puede corresponder a varias fibras conductoras espinocorticales. Existe, en efecto, un cambio de ordenación que ha tenido efecto en el punto de conexión entre los dos segmentos del sistema motor.

      Así, pues, la reproducción de la periferia en la corteza no es ya una reproducción exacta punto por punto ni una verdadera proyección, sino una relación por medio de fibras, a las que podemos calificar de representativas. En consecuencia proponemos para la parálisis cerebral el nombre de parálisis de parálisis de representación.

      Naturalmente, cuando la parálisis de proyección es total y de una gran extensión, es también una parálisis de conjunto, quedando así desvanecido su gran carácter distintivo. Por otra parte, la parálisis cortical, que se distingue entre las parálisis cerebrales por su mayor aptitud de disociación, presenta, sin embargo, siempre el carácter de una parálisis de representación .

      Las demás diferencias entre las parálisis de proyección y de representación son


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