Sigmund Freud: Obras Completas. Sigmund Freud

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contenido onírico que proporciona los estímulos orgánicos de intensidad no superior a la ordinaria no aparezca en todo sueño y en sueños todas las noches.

      Para la mejor inteligencia de mi opinión sobre este punto concreto expondré un nuevo ejemplo de sueño, retornando así, además, al tema de la interpretación onírica. Durante todo un día me esforcé en investigar cuál podía ser el significado de la sensación de hallarnos paralizados, no poder movernos o terminar un acto que hemos comenzado, sensación muy próxima a la angustia y frecuentísima en la vida onírica. A la noche inmediata tuve el siguiente sueño: «Subo, a medio vestir, por la escalera de una casa, desde el piso bajo al principal. Voy saltando los escalones de tres en tres y me felicito de poder subir una escalera con tanta agilidad. De repente veo que baja a mi encuentro una criada. Avergonzado, quiero apresurarme, pero en este momento se apodera de mí la parálisis indicada y me resulta imposible avanzar un solo paso.»

      Análisis. - La situación de este sueño está tomada de la realidad cotidiana. En mi casa de Viena ocupo dos pisos enlazados por un cuerpo de escalera. En el inferior tengo mi consulta y mi despacho, y en el superior, mis habitaciones particulares. Cuando termino de trabajar por las noches en el despacho tengo que subir la escalera para llegar a mi alcoba. La misma noche de mi sueño había realizado este trayecto en una toilette realmente algo desordenada, pues me había quitado la corbata, el cuello y los puños. Mi sueño exagera este desorden de mis vestidos; pero, como acostumbra hacerlo en estos casos, no determina con precisión el grado a que el mismo se eleva. El saltar los escalones de tres en tres es, en realidad, la forma en que suelo subir las escaleras y constituye, por otra parte, una realización de deseos reconocida, además, como tal en el sueño, pues la facilidad con que llevo a cabo tal ejercicio me ha tranquilizado muchas veces sobre la marcha de mi corazón. Por último, es esta forma de subir escaleras flagrante contradicción de la parálisis que en la segunda mitad del sueño me acomete y me muestra -cosa que no precisaba de prueba alguna- que el fenómeno onírico no encuentra la menor dificultad para representarse, perfecta y totalmente realizados, actos motores. Recuérdense los sueños en que volamos.

      La escalera de mi sueño no es, sin embargo, la de mi casa. Al principio no caigo en cuál puede ser, y sólo al reconocer en la persona que baja a mi encuentro a la criada de una anciana señora a la que visito dos veces al día para ponerle inyecciones, me doy cuenta de que la escalera de mi sueño corresponde a la del domicilio de dicha señora.

      Mas ¿por qué razón sueño con la escalera del domicilio de mi paciente y con la criada que ésta tiene a su servicio? El avergonzarse de ir insuficientemente vestido es, indudablemente, un sentimiento de carácter sexual. Pero la criada con la que sueño es más vieja que yo, regañona y nada atractiva. Recuerdo ahora que al subir por las mañanas la escalera de su casa suele darme tos, y como no hay en ella escupidera ninguna, me veo obligado a escupir sobre el suelo, pues opino que la limpieza no es cuenta mía, sino de la dueña de la casa, que debe ordenar la colocación de una escupidera. El alma de llaves de mi paciente, persona también entrada en años y de áspero carácter, a la que no tengo por qué negar gran amor a la limpieza, sostiene, sin embargo, sobre este punto concreto la opinión contraria, pues espía mis actos siempre que subo la escalera, y cuando me permito la libertad antes indicada, gruñe y protesta en voz alta y me rehúsa luego, al encontrarse conmigo, toda muestra de cortesía y respeto. Esta actitud fue compartida, el mismo día del sueño, por la otra criada, la cual, al salir a abrirme la puerta, me interpeló ásperamente con la siguiente reprimenda: «El señor doctor podía limpiarse los pies antes de entrar. Hoy ha vuelto a poner perdida la alfombra.» Es esto todo lo que puede haber motivado la inclusión de la escalera y de la criada en mi sueño.

      Entre los hechos de subir saltando la escalera y escupir en el suelo existe una íntima relación, pues la faringitis y las perturbaciones cardíacas son el castigo del vicio de fumar. Este vicio motiva, asimismo, que tampoco en mi casa -que mi sueño funde en una unidad con la de mi paciente- goce yo de un renombre de exagerada limpieza.

      Dejaremos aplazada la continuación del análisis hasta que podamos exponer el origen del sueño típico de semidesnudez, y nos limitaremos a consignar, por el momento, como resultado de la labor analítica a que hemos sometido el sueño últimamente expuesto, que la sensación de parálisis es despertada en nuestros sueños siempre que resulta precisa para un determinado conjunto onírico. La causa de tal contenido onírico no puede ser un estado especial de mi motilidad durante el reposo, pues un momento antes acabo de subir en mi sueño las escaleras de tres en tres, saltando ágilmente los escalones.

      Para interpretar un sueño ajeno es condición indispensable -y ello limita considerablemente la aplicación práctica de nuestro método- que el sujeto acceda a comunicarnos las ideas inconscientes que se esconden detrás del contenido manifiesto del mismo. Sin embargo, y en contraposición con la general libertad de que todos gozamos para conformar nuestra vida onírica según nuestras personalísimas peculiaridades, haciéndolas así incomprensible a las demás, existe cierto número de sueños que casi todos soñamos en idéntica forma y de los que suponemos poseen en todo individuo igual significación. Estos sueños son, además, merecedores de un especial interés por el hecho de proceder probablemente en todos los hombres de fuentes idénticas, circunstancias que los hace muy adecuados para proporcionarnos un amplio esclarecimiento sobre las fuentes oníricas.

      Dados estos interesantes caracteres de los sueños típicos, fundábamos grandes esperanzas en los resultados de su interpretación por medio de nuestra técnica analítica; pero, desgraciadamente, hemos comprobado que la labor interpretadora tropieza en ellos con particulares dificultades. Así, aquellas asociaciones del sujeto, que en todo otro caso nos llevan a la comprensión de su sueño, faltan aquí en absoluto o son tan oscuras e insuficientes, que no nos prestan ayuda ninguna.

      Más adelante expondremos las causas de que tales dificultades dependen y los medios de que nuestra técnica se vale para orillarlas, y entonces comprenderá el lector por qué he de limitarme ahora a tratar de algunos de estos sueños típicos dejando el estudio de los restantes para tal ocasión.

      El sueño de hallarnos desnudos o mal vestidos ante personas extrañas suele surgir también sin que durante él experimentemos sentimiento alguno de vergüenza o embarazo. Pero cuando nos interesa es cuando trae consigo tales sentimientos y queremos huir o escondernos, siendo entonces atacados por aquella singular parálisis que nos impide realizar movimiento alguno, dejándonos impotentes para poner término a la penosa situación en que nos hallamos. Sólo en esta forma constituye este sueño un sueño típico, aunque dentro de ella puede el nódulo de su contenido quedar incluido en los más diversos contextos y adornado con toda clase de agregados individuales. Lo esencial en él es la penosa sensación -del carácter de la vergüenza- de que nos es imposible ocultar nuestra desnudez, o, como generalmente deseamos, emprender una precipitada fuga. No creo muy aventurado suponer que la inmensa mayoría de mis lectores conoce por su experiencia onírica esta desagradable situación.

      En casi todos los sueños de este género queda impreciso el grado de nuestra desnudez. Alguna vez oiremos decir al sujeto que soñó hallarse en camisa, pero sólo en muy raros casos presenta la imagen onírica tal precisión. Por lo contrario, suele ser tan indeterminada, que para describirla es necesario emplear una alternativa: «Soñé que estaba en camisa o en enaguas.» Asimismo, es lo más frecuente que la intensidad de la vergüenza experimentada sea muy superior a la que el grado de desnudez podría justificar. En los sueños de los militares queda muchas veces sustituida la desnudez por un traje antirreglamentario. Así, sueñan haber salido sin sable, o sin gorra, hallándose de servicio, o llevar con la guerrera unos pantalones de paisano y encontrar en la calle a otros oficiales, etc.

      Las personas ante las que nos avergonzamos suelen ser desconocidas, cuya fisonomía permanece indeterminada. Otro carácter del sueño típico de este género es que jamás nos hace nadie reproche alguno, ni siquiera repara en nosotros, con motivo de aquello que tanto nos avergüenza. Por lo contrario, la expresión de las personas que


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