Castillos en la arena - La caricia del viento. Sherryl Woods

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Castillos en la arena - La caricia del viento - Sherryl Woods


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estaba seguro de lo que estaba sintiendo, pero no era enfado. Quizás era un pánico ciego, porque había vuelto a ver algo que demostraba que su hijo estaba estrechando lazos con una mujer que al final acabaría marchándose y haciéndole daño. No había podido protegerle de muchos golpes de la vida, pero no esperaba tener que protegerle tan pronto de una nueva pérdida.

      –Me parece que será mejor que le mantenga alejado de aquí durante las próximas semanas –no sabía cómo iba a lograrlo sin que el niño se emberrinchara.

      –¿Por qué? –le preguntó Cora Jane, atónita.

      –Está encariñándose demasiado con Emily.

      –Yo creo que eso es algo positivo tanto para él como para ella.

      –Se marchará tarde o temprano. Yo sé de primera mano lo que es eso, lo que se siente, pero él es un niño. Ya ha perdido a su madre. ¿Qué pasa si le toma afecto a Emily y ella se larga?, ¿cómo va a encajar ese golpe?

      Cora Jane le miró con exasperación.

      –Ya sé que sientes cierto resquemor hacia Emily, pero ¿de verdad crees que sería tan cruel como para dejar que B.J. le tomara afecto antes de marcharse sin más? No tienes muy buena opinión de ella.

      –¿Y eso te extraña? Me dejó sin pensárselo dos veces.

      –Los dos sabemos por qué lo hizo –le recordó ella con tacto–. Le daba pánico que, con una mera palabra, lograras convencerla de que se quedara. Pero tú ni siquiera lo intentaste. Peor aún: en un abrir y cerrar de ojos, diste media vuelta y te casaste con Jenny.

      Boone frunció el ceño al notar cierto matiz acusador en su voz.

      –¿Crees de verdad que la ruptura fue culpa mía?

      Ella sonrió al verle tan indignado.

      –No, lo que creo es que ella rompió contigo y tu orgullo te impidió intentar arreglar las cosas.

      –Tú dejaste que se fuera porque la quieres, ¿qué tiene de distinto lo que hice yo? Me di cuenta de que no sería feliz aquí conmigo.

      –¿En serio? Tú podrías haberle ofrecido algo que no estaba en mis manos, el futuro que ella siempre ha querido en el fondo.

      –Cora Jane, me dejó muy claro que compartir su vida conmigo no era lo que quería para su futuro.

      –Puede que no lo fuera en aquel preciso momento, pero ella estaba enamorada de ti en aquel entonces y estoy convencida de que sigue estándolo ahora. Lo que pasa es que debe encontrar la forma de tenerlo todo, tiene que darse cuenta de que elegirte a ti no significaría sacrificar la carrera profesional que ansía. Esa es una lección que te da la madurez, y creo que ya está a punto de aprenderla.

      Boone la miró ceñudo, y afirmó con testarudez:

      –Es demasiado tarde. ¿Cómo es ese dicho…? El gato escaldado del agua fría huye, ¿no?

      –Ah, entonces ¿no crees en las segundas oportunidades? Pues me parece que a ti te dieron unas cuantas hace años. Acuérdate de aquella noche en que tuve que mandar a mi marido a buscarte a comisaría, cuando te pillaron intentando comprar cerveza con un carné falso y me llamaste a mí en vez de a tus padres.

      –Era un idiota –admitió, avergonzado.

      Ella no negó aquella afirmación, y se limitó a contestar:

      –Pero yo no te di la espalda, ¿verdad?

      –Porque eres una santa, o a lo mejor para poder echármelo en cara durante el resto de mi vida.

      –A lo mejor fue porque te quiero, y sé que tus defectos forman parte de ti.

      Él suspiró y la miró a los ojos.

      –Te entiendo, de verdad que sí, pero no puedo arriesgarme. No puedo poner en peligro mi corazón, y mucho menos el de mi hijo.

      No hizo falta que mencionara cuánto se enfurecerían los padres de Jenny si se enteraran de que Emily había vuelto a su vida; por ilógico que pareciera, la consideraban tan culpable como él de todas las desdichas que hubiera podido sufrir Jenny, y regresarían a Sand Castle Bay a toda velocidad si se olieran siquiera que volvían a estar juntos.

      –Hay demasiadas cosas en juego, Cora Jane. No hay nada por lo que merezca la pena correr el riesgo de lastimar a B.J.

      –Pues lo siento por ti –le dijo ella con voz suave–. No hay nada en la vida que carezca de riesgos, ¿habrías renunciado a la posibilidad de tener a B.J. de haber sabido con antelación el dolor que te esperaba al perder a Jenny?

      –Claro que no.

      –Pues a eso me refiero. Si quieres llegar a las cimas más altas, también tienes que arriesgarte a pasar por las hondonadas más profundas.

      –Quiero que tanto mi vida como la de mi hijo se mantengan en una plácida llanura –él mismo era consciente de que lo que estaba diciendo era un sueño imposible.

      –Me parece un objetivo loable, pero poco realista. La vida no es así –le sostuvo la mirada al añadir–: Y sabes tan bien como yo, Boone Dorsett, que te aburrirías a más no poder si lo fuera.

      Quizás sí, quizás no; en todo caso, él estaría encantado de probar esa plácida existencia por un tiempo, a ver qué tal.

      B.J. salió como un cohete a la terraza del Castle’s, y al ver a Boone echó a correr hacia él. Emily le siguió un poco vacilante. Le habría encantado poder evitarle por completo, pero aquel hombre parecía atraerla como un imán.

      –¡Papá! ¿Sabes qué?, ¡soy el asesor de Emily!

      Boone sonrió al verle tan entusiasmado, pero miró a Emily con expresión interrogante.

      –¿Y eso?

      –B.J. tiene muy buen ojo para el diseño de interiores, me da muy buenos consejos.

      Boone ni siquiera intentó ocultar su escepticismo.

      –Tiene ocho años, ¿qué consejos puede darte?

      –Se ha dado cuenta de inmediato de que los muebles que estaba viendo en mi portátil no encajaban aquí –sonrió al añadir–: Y me lo ha dicho sin cortapisas, esa es una cualidad positiva en un asesor.

      Boone no pudo evitar soltar una carcajada al oír aquello, y no pudo por menos que admitir:

      –Sí, no se calla casi nada. Si se le pasa por la cabeza, lo suelta por la boca –alborotó el pelo del niño en un gesto juguetón–. No habrás estado dándole la lata a Emily, ¿verdad?

      El pequeño protestó con indignación:

      –¡Ya te he dicho que soy su asesor!, ¡ella quiere que la ayude!

      –Ojalá pudiera servir las mesas por mí –comentó ella.

      Estaba deseando alejarse de Boone, pero no le entusiasmaba demasiado tener que lidiar con la hora punta de la comida; a juzgar por el montón de gente que estaba llegando, estaba claro que, como de costumbre, Cora Jane había acertado al decidir reabrir.

      –Puedo ayudar a llevar y traer cosas –se ofreció B.J. de inmediato.

      –Lo siento, campeón, pero tenemos que irnos –le dijo Boone–. Tengo que volver a mi restaurante, solo he venido a ver cómo va la cuadrilla de Tommy con el tejado.

      –A juzgar por los martillazos que he oído cuando estaba dentro, deben de estar avanzando bastante –comentó Emily.

      –Sí, Tommy me ha dicho que la cubierta de protección va a estar colocada antes de que empiece a llover esta tarde, y también van a empezar a poner las nuevas tejas.

      –Eso va a ser todo un alivio para la abuela, le preocupaba que entrara más agua y hubiera más daños; por cierto, ¿te ha


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