Decadencia. Adrian Andrade

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Decadencia - Adrian Andrade


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la nave o lo que quede de esta.

      —Teniente —interrumpió Adam—, están bloqueando el radar, no puedo ubicarlos.

      —¿Cuánto tomará?

      —Si se trata del clásico virus, cinco minutos.

      —Que sean tres —ordenó la Teniente.

      Naomi sacó su computador portátil y se metió en un edificio caído. Adam comenzó a maniobrar el sistema para desactivar las defensas de los buscados; aunque le resultaba una tarea imposible por la incuestionada inmunidad foránea.

      Rosa se agachó y se metió por debajo del Black-Ghost encontrando una pequeña abertura en el canal del combustible. Éste goteaba hasta el grado de necesitarse un parche metálico. Siendo su día de suerte, clavos y metales abundaban a su alrededor.

      —Encontré la falla —comunicó Rosa—. Vamos a necesitar más combustible

      —Rosa, no uses está frecuencia al menos que sea algo relevante.

      —Lo es Teniente —reiteró la piloto.

      —Sólo resuelve el inconveniente —indicó Naomi—. Karl, Sam ¿han encontrado algo?

      —Estoy siguiendo un rastro de sangre, supongo están escondiéndose entre la chatarra. Descuide Teniente, no se esconderán por mucho.

      —Actúa con cautela Karl —instruyó Naomi—. Sam ¿alguna novedad?

      Naomi permaneció a media distancia de la zona de impacto por la falta de contestación de su compañero. Creyó escuchar unos pasos detrás y volteó rápidamente levantando el rifle para disparar, pero sólo se trataba de una rata.

      Los sonidos de los grillos no ayudaban en lo mínimo, sólo le ocasionaban una distracción en su concentración.

      —Sam, sigo esperando tu confirmación.

      No hubo señal alguna, el computador portátil seguía sin detectar ondas de movimientos por los forasteros, nada.

      —Adam, tanto el computador como la frecuencia de Sam no funcionan.

      —Intentan ingresar a nuestras transmisiones —respondió Adam—. Teniente, la amenaza viene del sitio del impacto, es un tipo de señal codificada, no tenía idea de que tal magnitud existiese.

      —No por mucho.

      Naomi salió de las ruinas y caminó entre el suelo infestado de basura, apagó su lámpara y disminuyó su ritmo mientras se acercaba. De repente su oído izquierdo detectó disparos, se acordó de Sam y marcó de nuevo a su frecuencia para averiguar.

      —¡Sam, contesta! ¡Te encuentras bien!

      La señal cobró vida.

      —Uno menos, Teniente —declaró.

      —¡Por qué carajos no contestabas Sargento!

      —Perdone Teniente, el humanoide me había colocado una trampa, tuve que apagar la radio para no revelar mi posición.

      —Deshazte de la evidencia y no uses ese término, no sabemos qué tan segura sea esta frecuencia.

      —Cien por ciento segura y poseo los datos para comprobarlo —intervino Adam.

      —Aquí, rastreador —interfirió Karl— encontré al segundo, está muy malherido, es una lástima, esperaba algo de combate —se escuchó un disparo—. Supongo que el Sargento fue el suertudo.

      —No te agüites compañero, todavía queda un tercero.

      —Mucha precaución con ese —intervino Adam.

      —Reúnanse conmigo al sitio de impacto —ordenó la Teniente—, lo necesitamos vivo para cuestionarlo.

      —Vamos hacia allá, entendido y fuera —replicaron en sintonía.

      Naomi continuó con extrema precaución observando con detenimiento a su alrededor, una distracción podría costarle la misión. Largos años de estar a cargo de estas ejecuciones clandestinas la mantenían en estado de alerta por los factores impredecibles. No sentía remordimiento por matar a esta clase de seres extraños, las acciones eran necesarias y justificadas. De hecho le eran mucho más fácil que cuando sus objetivos eran humanos, si es que a los terroristas o psicópatas pudiese llamárseles de ese modo.

      —Teniente —llamó Adam por la línea—, acaba de desactivar el escudo, el extranjero parece estar apuntando hacia su dirección.

      —Lo más probable es que haya escuchado la transmisión.

      —Sugiero que espere a los muchachos.

      —Gracias Adam.

      —¿No los va a esperar verdad?

      —No, Naomi fuera —apagó la radio.

      Observó el humo de la nave estrellada al lado de una sombra proyectada por la luz de las llamas. Debía primero atravesar por una muralla de cemento malgastado.

      Tras analizar minuciosamente la pared gruesa, alzó su rifle conforme se agachaba para cruzar por un hoyo que conectaba al otro lado. Al sacar su rostro, se encontró con el forastero a unos metros de distancia.

      La Teniente notó moretones negros en su piel con un líquido gris y morado escurriendo de su boca, nariz y oídos. A primera vista no la sorprendió, podría decirse que ya estaba acostumbrada a verlos.

      —He estado esperando este día con anticipación estimada Teniente Naomi Destry Wells del Escuadrón Beta —anunció el forastero con una complexión tosca—. Como usted bien conoce, el desempeño de los Desalmados es reconocido por la Legión Suprema.

      —¡Y nomás no aprenden! —apuntó Naomi con su rifle—. ¿Por qué insisten en venir? Este no es su planeta.

      —Ni el de ustedes —la miró con detenida curiosidad—. Una mujer con sus habilidades no debería estar en contra sino con nosotros.

      —A eso han venido ¿a reclutarme?

      —Sólo soy el mensajero.

      Naomi sostuvo el arma apuntando a la cabeza del forastero sin temblor alguno entre sus manos. Tantos pensamientos la ponían a cuestionar mas no los reflejaba. Los tratos entre humanoides y Replicantes eran escasos y por experiencia, siempre concluían mal.

      —¡Danos el mensaje antes de matarte! —amenazó Karl acompañado de Sam, quienes se colocaron en las esquinas para bloquearle las rutas de escape.

      —El inicio del fin ha llegado—mencionó con una sonrisa—. Él destrozará en días lo que ustedes retrasaron por años.

      Los agentes se miraron entre sí por unos segundos regresando su enfoque al mensajero.

      —¡A quién te refieres con él! —reclamó Naomi, bajando el arma y dando un paso adelante para escuchar con suma atención.

      —Executor —pronunció el nombre con intensidad seguido de una carcajada malévola.

      Los tres agentes se desconcentraron por unos segundos ante aquella siniestra referencia. En eso el mensajero reflejó ser más de lo que aparentaba y diseñó al instante un arma para asesinarlos, pero antes de poder lograrlo, le pegaron un balazo en su cabeza.

      Tras caer muerto al suelo, Karl se acercó y le dio dos tiros de gracia hacia su cráneo, sólo para asegurarse. Sam sacó el lanzallamas de su mochila y le prendió fuego a los cadáveres, borrándolos del mapa.

      Naomi, quien se había golpeado la espalda, se levantó del piso rocoso después de haberse tirado para protegerse de los disparos. Descubrió el artefacto bloqueador del mensajero y lo arrojó al fuego. Los tres revisaron cada rincón sin encontrar nada más.

      Naomi se sentó en una pila de cartones para meditar sobre el nombre mencionado. Los compañeros notaron la tensión y decidieron comentar al respecto.

      —No deberíamos preocuparnos ¡es


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