Las otras verdades. Laura G. Miranda

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Las otras verdades - Laura G. Miranda


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      Reconocer que estoy atrapada.

      Buscar salidas en mí y afuera.

      Derribar mandatos sociales.

      Sostener mi convicción.

      Dar al deseo su valor.

      Soltar mis miedos.

      Creer en el amor.

      Abrazar la incertidumbre.

      Ganarle a la ansiedad del destino.

      Ser yo “aquí y ahora”.

      Partir hacia otro lugar.

      Ver desde otra perspectiva.

      Permitir que vivan en mí

       Las otras verdades.

       vera.romantica

       vera.romantica

      Para todas las mujeres que eligen no ser madres,

       y también para aquellas que aman serlo.

       Celebro este precioso tiempo de poder elegir.

      Para mi tío, Oscar Giudici,

       un hombre bueno que sabía amar y dar.

       Te quedaste en mí. QEPD.

      Para mis hijos, Miranda y Lorenzo, siempre.

      Prólogo

      No coincidir. Ausencia de acuerdo entre personas que se aman verdaderamente. Ser capaz de dar la vida por el otro, pero no poder compartir el mismo sueño. Sentir que es imposible ser parte de esa ilusión que los proyecta juntos en un escenario distinto al imaginado. Paradójica verdad. El absurdo sin límites al que pueden llegar las relaciones humanas. Dar vida, nombre y asunto al concepto de polos opuestos, líneas paralelas o lo que es lo mismo: problema sin solución. En determinadas cuestiones no hay zona de grises, la respuesta es sí o no. Sin variable, sin magia, sin mediación, sin mitad de camino para encontrarse y ceder en partes iguales en favor de acercar la distancia que separa. Pero amar, amar tanto y creer en ese amor. Sentir con desesperación la necesidad de encontrar la salida. Ver un muro donde se desean puertas, asomar a ventanas que dan al vacío, escuchar cómo los mandatos sociales gritan su mudo accionar silencioso y corrosivo. Saber de memoria las palabras no dichas, todavía, de quienes opinarán. Evitarlas.

      Ser. Oírse. Llorar. Volver a pensar en lo mismo. Intentar explicar. Enfrentar una situación en la que valen todas las razones. Fracasar. Enojarse mucho, pero seguir amando con desmesura. Saber que ese amor es todavía más fuerte que al comienzo de la relación.

      Desacuerdo que permanece incólume.

      Palabras dulces que imaginan en voz alta lo que nuestra convicción rechaza al mismo tiempo. De pronto, lo imprevisible toma protagonismo y mezcla la unidad de medida del tiempo, de los vínculos y de la mismísima misión que nos reclama.

      Perderse en una nube de dudas efímeras y confusión. Sentir el amor como un viento que nos llega por la espalda.

      ¿Qué hacer cuando la vida hace un nudo entre el presente que transcurría perfecto, a través de un día a día maravilloso, con una variable definitiva? ¿En qué instante el destino toma los comandos de la felicidad y lanza sobre ella la impetuosa desolación?

      Aparece la palabra. Y es un interrogante. ¿Un paso en falso? ¿Una alternativa? Deconstruir: desmontar a través de un análisis intelectual una cierta estructura conceptual. Evidenciar ambigüedades, fallas, debilidades y contradicciones de una teoría. Demostrar las múltiples lecturas posibles.

      ¿Se puede deconstruir el amor?

      Mi nombre es Isabella López Rivera y esta es mi historia. No es fácil sostener mi verdad y ser comprendida. Tampoco enfrentar lo que me sucedió, pero siento, me priorizo y aprendo a vivir a diario. Escucho la voz que hay en mí. Estoy segura de que el amor me define y me guía. A veces, ser una misma puede convertirse en la inesperada respuesta a las otras verdades que descubrí y que hoy decido contar.

      CAPÍTULO 1

      Atrapada

       Quizá mis líneas tengan, en otros mundos, la innegable superioridad de un adjetivo feliz.

      Adolfo Bioy Casares, 1948

      BOGOTÁ, COLOMBIA

       Atrapada

      Así me siento y sé que no soy la única. Estoy encerrada en una ecuación vital cuya incógnita no existe. Conozco los términos. Sé la respuesta. La siento en mí. No necesito un motivo, aunque lo tengo. Alcanza con decir que soy la dueña de mi vida y que tengo el poder sobre mi presente y mi destino. Entonces aparece con su ingobernable sinsentido “el amor”, me atraviesa y me lastima. Define mi estado de ánimo y lloro porque después de haber superado momentos terribles, la diferencia irreconciliable parece ser lo único que hoy nos une. Escribo esta columna para todas las mujeres que, como yo, no saben qué hacer con tanto amor que se enfrenta lapidario a un conflicto, a posturas rivales, a una decisión, o debo decir: ¿A dos? En ese caso, ¿esto era todo? ¿Así finaliza una historia de amor, todavía amándose sin límites, solo por un imposible acuerdo? ¿Quién determina lo que debe ser? ¿Acaso ambos tenemos razón? Quiero una tregua. Irme de mí para no necesitar estar con él. Soy la última mamushka, pero la vida secuestró y amarró con una cuerda a la primera. A la grande, a la que protege a las demás. Y una a una, todas ellas, hasta llegar a la que soy, sienten la presión y el encierro; no se puede salir. Un nudo marino lo impide. Y yo estoy aparentemente entera en el aislamiento, pero más rota que nunca en la realidad que supone no ser libre. No puedo juntar mis pedazos porque no tengo la posibilidad de estrellarme contra la nada. ¿Es esta la prisión de los miedos? ¿Son estas las rejas cotidianas de los que sufren…?

      Pausa. Manos quietas. Habían regresado las mamushkas a su inspiración.

      Detuvo la escritura. Elevó su mirada buscando algo que no estaba allí. El simbolismo la asfixiaba. El poder de sus propias palabras la enredaba entre sus miedos y sus convicciones. Solo la imagen de una puerta cerrada y un candado se le venía encima. La asombró la naturaleza exacta de su inconsciente.

      Isabella esbozaba el ensayo de las primeras líneas de su columna de opinión semanal. Su carrera iba en ascenso. Vivir con Matías Zach había sido el paraíso durante tres años. Con veintisiete ella y veintinueve él, se amaban, sin embargo, había llegado el inevitable “pero” que pone en crisis a todas las relaciones importantes en algún momento. El tema había tomado tal magnitud que era el tercero en discordia en la casa.


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