Un cuento de magia. Chris Colfer

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Un cuento de magia - Chris Colfer


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metal con una placa atornillada que decía:

      SOLO JUECES

      —¿Solo jueces? —leyó en voz alta—. Qué extraño. ¿Por qué iban a necesitar los jueces una habitación secreta en la biblioteca?

      Sujetó el picaporte y empezó a acelerársele el corazón cuando comprendió que estaba abierto. La puerta de metal crujió y el eco resonó por toda la biblioteca vacía detrás de ella. La curiosidad le nubló el juicio y, antes de poder detenerse, ignoró el letrero y entró en la estancia.

      —¿Hola? ¿Hay alguien ahí? —repitió—. Una sirvienta inocente va a pasar.

      Al otro lado de la puerta, Brystal se encontró con una habitación pequeña de techo bajo. Por suerte, no había nadie, tal como había imaginado. Las paredes no tenían ventanas ni cuadros, sino que estaban cubiertas de estantes negros. Y el centro de la habitación lo ocupaba una sola mesita con una sola silla. Encima del escritorio, un candelabro sin velas y a un lado un perchero con dos ganchos: uno para un sombrero y otro para un abrigo. A juzgar por lo austero de aquella estancia, Brystal comprendió que la habitación solamente debía de ser usada por un juez a la vez.

      Se colocó las gafas de lectura y levantó el farol hacia uno de los estantes para ver qué clase de libros guardaban en esa biblioteca secreta. Para su sorpresa, la colección de los jueces era escasa: en cada estante había menos de una decena de obras y cada título estaba junto a una pila de papeles. Brystal cogió del estante el libro grueso que le quedaba más cerca y leyó la portada:

      HISTORIA Y OTRAS MENTIRAS

      ROBBETH FLAGWORTH

      Le costó leer el título porque el libro estaba cubierto de cenizas. Brystal acercó más el farol y vio que en la portada había estampado un sello con unas letras enormes:

      —¿Prohibido? —leyó en voz alta—. Menuda tontería. ¿Por qué iba alguien a prohibir un libro?

      A continuación, leyó la página por la que el libro quedó abierto al azar. Tras leer por encima unos párrafos, encontró la respuesta:

       Uno de los mayores engaños de la «historia» registrada fue la verdadera razón por la que se creó la Ley de Desgarrificación del año 339. Durante cientos de años, al pueblo del Reino del Sur se le contó que el rey Campeón VIII había desterrado a los trols por actos de vulgaridad. Sin embargo, esto no fue más que propaganda para encubrir una conspiración macabra en contra de una especie inocente.

       Antes de que la Ley de Desgarrificación del 339 fuera promulgada, los trols formaban una parte activa y respetada de la sociedad del Reino del Sur. Eran artesanos con mucho talento y construyeron muchas de las estructuras que hoy podemos ver en la Plaza Mayor de Colinas Carruaje. Vivían tranquilamente en las cavernas de la región sudoeste y se los consideraba una minoría pacífica y reservada.

       En el 336, mientras expandían sus cavernas por el sudoeste, los trols descubrieron una cantidad enorme de oro. En ese entonces, el Reino del Sur seguía muy endeudado por la Guerra Mundial de las Cuatro Esquinas. Cuando Campeón VIII se enteró de las riquezas que acababan de descubrir, declaró el oro propiedad del gobierno y ordenó a los trols que lo entregaran de inmediato.

       Legalmente, los trols tenían todo el derecho a quedarse con su descubrimiento y se negaron a acatar las órdenes del rey. Como represalia, Campeón VIII y sus jueces supremos orquestaron un plan siniestro para manchar la reputación de los trols. Hicieron correr rumores desagradables y falsos sobre su estilo de vida y comportamiento y, un tiempo después, todos los residentes del Reino del Sur los daban por ciertos. El rey desterró a los trols hacia el Entrebosque, les quitó el oro y saldó la deuda del Reino del Sur con éxito.

       Lamentablemente, los líderes de los reinos aledaños se inspiraron en la Ley de Desgarrificación del 339 y usaron el mismo método para saldar sus propias deudas. Pronto, los trols fueron saqueados y desterrados de los cuatro reinos. Hubo otras especies inteligentes que salieron a defenderlos, pero sus esfuerzos solo los llevaron a sufrir un destino similar. Juntos, los líderes del mundo entero promulgaron la Ley de Gran Limpieza del 345, gracias a la cual expulsaron de sus tierras a toda criatura hablante que no fuera humana.

       Las poblaciones de trols, duendes, ogros y goblins perdieron sus hogares y posesiones, y fueron obligados a vivir en las condiciones extremas del Entrebosque. Con recursos limitados, las especies no tuvieron más elección que recurrir a las medidas primitivas y barbáricas de supervivencia por las que se las conoce y teme hoy en día.

       Los llamados «monstruos» del Entrebosque no son enemigos de los humanos, sino sus propias creaciones.

      Brystal tuvo que leer el fragmento dos veces para comprender del todo lo que decía. ¿Robbeth Flagworth estaba exagerando o la Ley de Desgarrificación del 339 era la tapadera que daba a en­tender? Y a juzgar por el tamaño del libro, si el autor esta­ba en lo cierto, la historia del Reino del Sur estaba plagada de mentiras.

      Al principio, a Brystal le resultó difícil aceptar la idea de que la historia fuera un engaño. No quería creer que un tema del que sabía tanto estuviera repleto de embustes, pero cuanto más pensaba en ello, más posible le parecía. Después de todo, el Reino del Sur era un lugar descaradamente injusto y opresivo, ¿por qué debería creer que era un lugar donde imperara la honradez?

      Brystal continuó mirando los estantes y eligió otro título que le llamó la atención:

      LA GUERRA A LAS MUJERES

      DAISY PEPPERNICKEL

      Al igual que el libro anterior, La guerra a las mujeres estaba cubierto de cenizas y llevaba el sello de PROHIBIDO. Tras echar un vistazo a sus páginas, Brystal se sintió cautivada por el tema al instante:

      La mente femenina no es el florero frágil que nos hacen creer. Según numerosos estudios sobre anatomía humana, no existe prueba alguna que avale que el cerebro de la mujer sea más débil, lento o menos capaz que el del hombre. Entonces, la pregunta sigue abierta: ¿por qué no se les permite tener acceso a la educación y a posiciones de poder? ¡Porque los jueces oprimen a las mujeres para mantener el poder en el Reino del Sur!

      Por naturaleza, las mujeres somos más maternales que los hombres. Si nosotras gobernáramos el Reino del Sur, lo haríamos bajo los principios de la educación, la empatía y la nutrición. Sin embargo, los jueces y el sistema actual de tribunales solo pueden actuar en una sociedad dominada por el miedo, el escrutinio y los castigos. Si el reino empezara a valorar la compasión por encima del control, los jueces y sus técnicas de gobierno quedarían obsoletos. Por eso hacen todo lo posible para evitar que las mujeres se posicionen por encima de ellos.

      Desde el momento en que nacemos, a las mujeres nos lavan sistemáticamente el cerebro para que prioricemos la maternidad y el matrimonio y no el intelecto y la realización personal. Nos regalan muñecas y delantales, y nos dicen que nuestras aportaciones más importantes a la sociedad las lograremos en la sala de partos y la cocina. Pero esa mentira es tan dañina como degradante, porque ¡un reino es tan fuerte como sus ciudadanos más débiles! Y una sociedad con limitaciones injustificadas tiene menos oportunidades de prevalecer que una con igualdad de condiciones.

      ¡Cuando un país segrega a un porcentaje de su población, solo segrega un porcentaje de su potencial! Por eso, por el bienestar del reino, es hora de que las mujeres nos unamos y exijamos un gobierno nuevo que valore las convicciones, ideas y morales de cada ciudadano. Solo así entraremos en un reino de prosperidad nunca visto.

      Brystal se quedó boquiabierta: era como si estuviera leyendo un libro con sus propios pensamientos. Nunca había oído a nadie hablar de las cosas en las que ella creía, mucho menos las había visto impresas en un libro. Apiló Historia y otras mentiras y La guerra a las mujeres encima de la mesa, entusiasmada por poder terminar


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