Los años que dejamos atrás. Manuel Délano
Читать онлайн книгу.Gabriel Valdés”, pero cree que él no hubiese hecho una transición como la que encabezó Aylwin. “Don Patricio fue el hombre justo en el momento adecuado”, remacha.
A los ojos de la UDI, Valdés era uno de los más izquierdistas dentro de la DC.
Para no dejar espacio a dudas, Guzmán reiteró a Coloma por teléfono:
–Tenemos que hacerlo.
–Pero ¿tenemos piso, algo? –preguntó Coloma.
No hubo respuesta. Había que construirlo.
La reunión donde se enrieló el acuerdo fue en casa de Zaldívar, recuerda el político. Tal como ocurriría muchos años después, su residencia en calle Espoz era epicentro de una negociación política fundamental. Pero en 1990 no era la cocina. Zaldívar dice que por la UDI asistieron, además de Guzmán, Andrés Chadwick y Juan Antonio Coloma, entre otros.
“La oferta que se les hizo fue compartir la mesa del Senado y les dábamos un espacio en comisiones”, relata Zaldívar.
Que Valdés fuera el candidato facilitaba el acuerdo con la UDI. Guzmán y él tenían un parentesco lejano entre ellos. La madre de Guzmán, Carmen Errázuriz, era prima en segundo grado del DC.
“Pongan ustedes el vicepresidente”, pidió Zaldívar.
El nombre que esgrimió Guzmán fue el del senador y empresario naviero Beltrán Urenda. Era controlador de la Compañía Chilena de Navegación Interoceánica y el sistema binominal lo había dejado electo como parlamentario independiente30 por la sexta circunscripción, Valparaíso costa –junto con la PPD Laura Soto–, a pesar de obtener 43.457 votos menos que el abogado DC Juan Hamilton, exministro de Vivienda de Frei Montalva, y uno de los propietarios de la revista Hoy y el diario La Época. El sistema electoral había ungido a Urenda con el 17,51%, mientras que Hamilton perdió con el 28,52%.
Pero la UDI quería algo más a cambio de entregar los votos para que la presidencia del Senado fuese de la Concertación: la segunda vicepresidencia de la Cámara de Diputados, donde la Concertación tenía mayoría absoluta y no requería de un acuerdo con la derecha para quedarse con la testera completa.
El escogido por la UDI para ese cargo fue Coloma.
La UDI logró además encabezar varias comisiones en la Cámara de Diputados.
Después del acuerdo Guzmán fue a hablar con Valdés en persona porque se necesitaba una articulación, garantías de que el pacto se iba a cumplir.
La reunión fue en casa del excanciller. Guzmán iba a ofrecer el cargo y quería garantías de respeto a Pinochet. Valdés sabía que hablaba con el padre de la Constitución. Solo se parecían en que ambos tenían inquietudes intelectuales, pero estaban situados ideológicamente en las antípodas. Tras un largo diálogo en el living, Guzmán le dijo:
–Usted fue el más duro enemigo del general Pinochet, el número uno; esto lo sabemos todos. Pero yo sé que usted es un hombre de bien y un caballero. Presiento que sería la última persona en permitir que se cometiera un atropello contra una autoridad de la República, como es y va a ser el general. Estoy tan convencido de eso, que no he venido a preguntárselo, como me sugirieron, sino a confirmárselo.
Valdés asintió. Él no iba a cambiar la ruta que el país había tomado. No estaba dispuesto a destruir las instituciones que eran base de la República. Guzmán tuvo un acuerdo con los adversarios31.
El líder de la UDI debió esmerarse también para convencer a los más reacios dentro de su partido y al gobierno.
No fue fácil.
Coloma recuerda lo que Guzmán explicaba en la UDI con su estilo pedagógico, propio de la experiencia académica del abogado:
–Compartamos la mesa. Nosotros hacemos este gesto y generamos confianza. Obliguemos a que nuestro mundo tenga que confiar en alguien de ellos. Pero también obliguemos que ellos confíen en alguien nuestro.
Pero que hubiese confianza entre las partes requería de más puentes de los que existían en dictadura. La votación de los senadores y diputados para elegir las mesas directivas de ambas cámaras iba a ser secreta. Con ese procedimiento no se podía saber cómo había votado cada parlamentario hasta que ya lo hicieran.
Había que confiar en los propios y también en los ajenos.
–Jaime nos convenció de que era el paso decisivo para hacer una transición con las confianzas, que no fuese una transición obligada, sino que todos lo sintiéramos –plantea Coloma.
Durante dos semanas, RN criticó y resistió infructuosamente el acuerdo. Desde La Moneda presionaron para desmoronar la iniciativa y Pinochet estaba disgustado. Cáceres tampoco se convencía. Y RN, en especial Allamand, buscaban otra salida. Exploraron que fuera otro DC, pero no Valdés. La Concertación sondeó compartir el periodo de la presidencia del Senado entre Valdés y un RN, pero en este partido insistieron en el veto al excanciller. La última idea de RN fue aceptar compartir los años de presidencia, pero que la derecha ejerciera el cargo en el primer periodo. Era demasiado para la centroizquierda: las conversaciones se terminaron32.
Fue la primera de muchas negociaciones parlamentarias que después la Concertación hizo en democracia con la UDI y RN, e incluso con los designados. La transición a la democracia, a la que la dictadura debió resignarse para respetar su propio itinerario tras la inesperada derrota de Pinochet en el plebiscito de 1988, fue el resultado de múltiples negociaciones como esta.
Quienes habían estado en la oposición en las calles eran simples espectadores de estas negociaciones. A menudo, ni siquiera eso, porque las conversaciones no eran públicas. Pero entonces la participación no era tema como lo es hoy: la preocupación era lograr la democracia.
Dentro de la Concertación también había negociaciones frenéticas.
Como la presidencia del Senado quedaba para un DC, la de la Cámara Baja debía quedar para la izquierda. En el PPD disputaron este puesto los diputados José Antonio Viera-Gallo y Jaime Estévez, ambos provenientes del tronco común del MAPU.
Viera-Gallo se impuso a Estévez.
Por los equilibrios internos en la Concertación, la primera vicepresidencia de los diputados debía ser de un democratacristiano. Quedó para Carlos Dupré.
A fines de enero y comienzos de febrero los futuros ministros se reunieron con los que iban a salir en marzo.
Krauss recuerda que a él le correspondió ir a La Moneda a una de estas reuniones el martes 30 de enero. Durante la noche del lunes 29, un total de 49 presos políticos, en su gran mayoría del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), entre ellos siete condenados a muerte por el atentado contra Pinochet en septiembre de 1986, y también miembros del Partido Comunista y de las Juventudes Comunistas, habían finalizado un túnel subterráneo de unos 50 centímetros de diámetro en promedio, que partía en una de las celdas de la cárcel pública de Santiago y terminaba cerca de 60 metros después, cerca del cauce del río Mapocho.
Partieron excavando antes del plebiscito del 5 de octubre de 1988, en el que muchos de ellos no creían o esperaban un fraude de la dictadura.
Una regla no escrita, pero de toda lógica, sostiene que en cuanto se termina un túnel en una cárcel debe ocurrir la fuga. Si no lo hacen en ese instante, las probabilidades operan en su contra: la salida puede ser descubierta en el penal o en el exterior, y perderse así toda la labor de construcción.
Los presos políticos trabajaron durante 18 meses. Se inspiraron en la película El gran escape, en la que actuaron Charles Bronson, Steve McQueen, James Garner y James Coburn, entre otros, como militares de los países aliados, prisioneros en un campo de concentración nazi durante la Segunda Guerra Mundial, que huyeron a través de un túnel33.
El cine se hizo realidad. Y la realidad puso en ridículo a la dictadura en sus postrimerías. En la tarde del martes 30, la Agrupación de Familiares de Presos Políticos marchó por el paseo Ahumada, en el centro de la capital, para celebrar