Psicología y economía. Tomás Bonavía Martín

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Psicología y economía - Tomás Bonavía Martín


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mediante la productividad, el crecimiento y el desarrollo, basados en la iniciativa individual, la afición al riesgo y la competencia entre los seres humanos, se optime la vida en sociedad, y con ello, la calidad de vida de los ciudadanos.

      Así las cosas, al menos, dos cuestiones quedaron sin resolver:

      1. la mayor felicidad para el mayor número de personas omite el hecho evidente de que los bienes difieren en calidad y,

      2. para que la felicidad personal pueda ser compatible con la general es necesario un criterio moral por el que la cualidad de una acción se mida tanto por su utilidad individual como por su utilidad pública y colectiva.

      Retomaremos estas reflexiones en capítulos posteriores. Lo que ahora cabe destacar es que el concepto de homo oeconomicus, y la doctrina que lo sostiene, aparece como el principio rector de la economía clásica. Al tiempo que, unido a la teoría del hedonismo psicológico, será el fundamento de las primeras tentativas y construcciones teóricas para explicar la conducta humana, económica y social.

      En este contexto filosófico dominado por el hedonismo, el asociacionismo y el empirismo, bajo la destacada impronta de las obras de David Hume, se produjo la Revolución Industrial y el nacimiento del capitalismo moderno (véase, si se desea, el glosario de términos al final del libro). La búsqueda de la máxima satisfacción personal conducirá a una rígida división del trabajo y al individualismo, que como ideología incipiente del liberalismo irá sustituyendo las prescripciones y reglas morales de la Iglesia. La Reforma calvinista y luterana despejarían el camino. Una nueva concepción de la naturaleza humana, anclada en los postulados filosóficos del siglo XVIII, emergerá para convertirse en motivo de debate continuado.

      Junto a todo ello, dos procesos complementarios y paralelos llevaron a una mayor emancipación de la economía y su consiguiente distanciamiento respecto de la psicología:

      1. por un lado, la especialización en los temas a estudiar y,

      2. por otro lado, ligado a lo anterior, al desarrollo de un método riguroso para investigarlos.

      Se trataba de buscar un fundamento sencillo que permitiera armonizar el interés personal con los intereses generales. Efectivamente, ocurrió cuando las instituciones intermedias perdieron su poder para organizar y estructurar la sociedad. Para algunos autores fue en este punto cuando surgió la necesidad de reducir los temas a investigar de entre todos aquellos, generales y sincréticos, que atañían a la explicación del hombre social, su naturaleza y su comportamiento. Aceptando el principio de un interés personal basado en la búsqueda del máximo beneficio, se generaron líneas de preocupación abiertas a variadas perspectivas, pero sujetas a métodos y procedimientos integrados alrededor de un objeto común: armonizar el interés personal con el general. Lo que en el plano económico se traduce por la búsqueda individual del máximo beneficio monetario. Es decir, todo lo dicho representaba las bases esenciales para la emancipación de una disciplina científica.

      Complementariamente, tal emancipación siguió un mayor proceso de distanciamiento con el uso de nuevos métodos de investigación. Discursivos y filosóficos, en origen común con la psicología, evolucionaron hacia la observación empírica. En psicología la introspección experimental daría lugar a la psicometría y la psicología experimental, pero mucho más tarde. Así pues, el uso de un método empírico supuso un cambio drástico para la economía, junto con la utilización de ciertas herramientas intelectuales como la econometría y la estadística.

      Ya hemos señalado el resultado: una delimitación del universo de reflexión y un método objetivo para investigarlo. En consecuencia, la economía se constituyó en una ciencia autónoma e independiente. Aunque cabe indicar que al alto precio de basar una buena parte de sus construcciones teóricas en un reduccionismo psicológico: el reiterado concepto de homo oeconomicus. El cual, como ya se ha dicho, procede y es resultado de una psicología ciertamente rudimentaria. Se usó –y aún se usa– largo tiempo y con excesiva frecuencia para explicar los fenómenos económicos. Este supuesto se tornó en evidencia. En el principio esencial de la teoría económica clásica. O lo que es lo mismo, en un hecho que no necesitaba ser justificado o demostrado. Todo lo cual terminaría por suponer la pérdida del interés de los economistas por otros supuestos y teorías. Puede que fuera una consecuencia lamentable pero probablemente necesaria para el progreso de ambas disciplinas.

      La economía se organizó como un saber estructurado, construyendo conceptos basados en la propia lógica del sistema económico pero, ante todo, en los conocimientos de la experiencia práctica (véase, por ejemplo, el caso agrícola en los fisiócratas, la renta en Ricardo o el estudio de la población en Malthus; para una primera aproximación se puede comenzar por el glosario). La psicología fuertemente ligada a la filosofía –a concepciones metafísicas y teológicas– promovía la introspección como el procedimiento para descubrir una naturaleza humana inmutable e idéntica para todos. No contaba con un objeto de estudio bien delimitado y su método no pasaba de de ser un medio de especulación intelectual no susceptible de verificación empírica. Habría que esperar.

      Entretanto la economía ya emancipada de la filosofía iniciaba un camino de largo y profundo desarrollo. Junto a ello, los primeros autores en psicología se alejaban cada vez más, la apartaban, de las ciencias sociales. Tal distanciamiento ha sido ampliamente descrito por Katona (1961) y Reynaud (1964). Señalaremos sintéticamente algunos de sus aspectos caracterizadores:

      1. En los laboratorios experimentales, los psicólogos de finales del siglo XIX e inicios del XX, concentraron su atención en los procesos psicofísicos y fisiológicos. La franja que así se constituía entre estudiar fenómenos, tales como el tiempo de reacción, e investigar el posible efecto de la conducta social sobre fluctuación de los precios, por ejemplo, era cada vez más grande e insalvable.

      2. Asimismo los psicólogos orientaron su preocupación hacia la conducta anormal. Las posibles evidencias conseguidas sobre el efecto de los motivos inconscientes o la enfermedad mental, muy difícilmente podrían emplearse para explicar los cambios periódicos del gasto y el ahorro. Ni el psicoanálisis ni el conductismo favorecieron el intercambio entre la psicología y las ciencias económicas. Más opuestamente, su preponderancia favoreció el efecto contrario; y lo que es más lamentable, la justificación de una confluencia inútil. La diferencia, y el consiguiente alejamiento, entre ambas ciencias se propició desde la emergencia de un reduccionismo psicológico inaceptable pero que sorprendentemente se ha prolongado hasta nuestros días.

      3. Además, para la mayor parte de los científicos sociales los factores psicológicos eran indeterminados y dudosamente medibles. Lo que situaba la psicología en un lugar irreconciliable respecto de la economía. Ésta pretende el establecimiento de una ciencia exacta, basada en un sistema lógico de principios económicos capaz de producir leyes de validez general, lo que no podía lograrse desde la primera.

      Por lo demás, desde mediados del siglo XVIII las doctrinas económicas han condicionado fuertemente el desarrollo económico y social, afectando sobremanera la vida de los ciudadanos. Hasta tal punto que, según Keynes, las ideas económicas y, según Marx, los intereses sociales son el «motor de la historia». Tales supuestos o hipótesis debidamente desarrollados constituyen las doctrinas económicas que han influido decididamente en los grandes cambios, progresos, reformas y revoluciones (sociales y tecnológicos) que han sucedido en el mundo desde su formulación.

      A partir de entonces, cuatro han sido las doctrinas económicas más sobresalientes; o al menos las que más destacan de entre las demás. Se trata del liberalismo, el marxismo, el keynesianismo y el monetarismo (Estefanía, 1995).

      Hoy las doctrinas económicas representan una combinación de ideología política y práctica económica. Las políticas económicas aplicadas por los gobiernos han trascendido sus límites ideológicos de tal suerte que las ideas provinientes de estas corrientes se combinan de diferentes modos. Hoy por hoy, la economía y las ideas de sus más ilustres autores en forma de doctrinas, modelos y teorías representan un componente esencial e influyente de la vida en sociedad. La economía es una disciplina independiente, vigorosa y repleta de reflexiones


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