Adónde nos llevará la generación "millennial". Barbara J. Risman
Читать онлайн книгу.30 años). Si incluyéramos el matrimonio y la paternidad en la definición de la edad adulta (como se hacía en el pasado), ¡menos de un tercio de los hombres y la mitad de las mujeres serían considerados adultos a los treinta años! En Estados Unidos, el tiempo que se tarda en finalizar la educación, encontrar trabajo a tiempo completo y ser económicamente independiente se ha dilatado en el siglo XXI. Si bien en algunos países se da una transición institucionalmente clara entre la educación y el trabajo, esto resulta impensable para la mayoría de las y los jóvenes en Estados Unidos (Shanahan, 2000). Cada joven millennial está solo/a para forjarse su propia transición entre la escuela y el trabajo.
Sin embargo, cuando tratamos de entender a esta generación, emergen algunos patrones. Ya en 2007, antes de que una gran parte de las y los millennials se graduaran en la escuela secundaria, el 20 % de los hombres y el 16 % de las mujeres todavía vivían en los hogares familiares entre los 25 y los 29 años. Las tasas eran aún más altas entre las personas negras: el 25 % de los hombres y el 20 % de las mujeres. Las tasas son mucho más altas entre la descendencia de migrantes (tanto aquellos/as que llegan a Estados Unidos siendo niños/as muy pequeños/as como los/las de segunda generación). Si bien estas diferencias raciales y étnicas en los tipos de familia se han mantenido de generación en generación, tal vez el nuevo patrón que destaca en la actualidad lo constituye la dramática diferenciación de clase que se da entre los tipos de familias (Cherlin, 2014; Furstenberg, 2010; Cohen, 2014). Dado que hoy en día muchas estadounidenses consideran que el matrimonio se debe aplazar hasta alcanzar la independencia económica, es fácil entender por qué este es, en el presente, mucho más común entre la clase media. De hecho, actualmente, para muchas mujeres de clase trabajadora de todas las razas, la maternidad precede al matrimonio (Martin et al., 2017).3 Es mucho más difícil para las mujeres solteras emanciparse del hogar familiar cuando son madres en solitario y dependen de su ayuda tanto económicamente como para el cuidado diario de los/las menores.
¿Por qué se tarda tanto en llegar a la edad adulta en el siglo XXI? El coste de la universidad y la deuda estudiantil cada vez mayor hacen que incluso las personas jóvenes de familias acomodadas sean dependientes de sus familias durante muchos años. Las menos afortunadas buscan un trabajo decente para ganar un salario digno en una sociedad donde los primeros trabajos no dan, a menudo, para mantenerse a sí mismas, y menos aún para mantener a una pareja o tener hijas e hijos. Quizá también nuestras expectativas hayan cambiado. Las estadounidenses prefieren una etapa de independencia entre la adolescencia y la edad adulta, y si bien se trata de una invención cultural relativamente nueva, hemos llegado a darla por sentada.
Es cierto que hay mujeres sin empleo a tiempo completo, dependientes económicamente y sin hogar propio, pero que transitan a la maternidad. ¿Eso las hace adultas dado que ahora son responsables de otra persona? ¿O una maternidad joven y en solitario simplemente añade más desafíos a la transición a la edad adulta? Esta transición dura ahora tanto tiempo que algunos psicólogos sugieren que debe considerarse como una nueva etapa del desarrollo humano.
ADULTEZ EMERGENTE: ¿UNA NUEVA ETAPA DE DESARROLLO?
La generación de jóvenes millennials está llegando a la mayoría de edad en este momento histórico en el que la transición a la edad adulta resulta una experiencia larga, complicada y enormemente variada (Arnett, 2000; 2015; Furstenberg, 2010). Arnett (2000) introdujo el concepto de «adultez emergente» como etapa dentro de la teoría del desarrollo que comprendería desde el final de la adolescencia hasta la veintena. Argumentó que, en la América moderna, ha emergido una nueva etapa de desarrollo para la que no se dispone de itinerario normativo. Dos tercios de las estadounidenses no terminan la etapa educativa, ni se casan ni tienen descendencia hasta los 30 años. Arnett afirma que la única característica que identifica estos años es la inestabilidad residencial, es decir, las personas adultas emergentes se mudan mucho. Otra característica que se da en las personas jóvenes de hoy es que todavía no se consideran adultas.
Un aspecto particularmente nuevo que ofrecen los datos presentados por Arnett (2015), y que quizá se da únicamente en Estados Unidos, es que las personas adultas emergentes de hoy definen su actual etapa de vida menos por lo que hacen que por cómo lo hacen. Arnett informa sobre diversos proyectos de investigación que él y sus colegas llevaron a cabo con jóvenes de entre 18 y 30 años, incluidas tres muestras representativas a nivel nacional y trescientas entrevistas en profundidad. A partir de esta investigación, han identificado tres metas psicológicas principales para esta nueva etapa de la adultez emergente: «aceptar la responsabilidad de una misma, tomar deci siones independientes y tratar de obtener independencia económica» (ibíd.: 15). Todo el trabajo emocional durante esta nueva etapa de desarrollo parece individualista y se centra en la exploración de la identidad en todas las esferas de la vida. Arnett (ibíd.) resumió las características distintivas de la adultez emergente y escribió acerca de probar yos diferentes y ensayar identidades y relaciones alternativas. Su lista de características distintivas de esta nueva etapa de la vida incluyó la exploración de la identidad, la inestabilidad no solo en la residencia sino también en el amor y el trabajo, el retraimiento hacia la subjetividad, el sentirse a caballo entre etapas de la vida y el optimismo respecto a la propia capacidad de construir la vida deseada. Si bien Arnett no se centra en el género, detectó pocas diferencias por sexo, raza u origen étnico. Aun así, en sus hallazgos identificó algunas diferencias entre hombres y mujeres que vale la pena señalar: los hombres y las mujeres informan de que sus vidas son más similares que diferentes, y esto incluye el momento matrimonial y la búsqueda de una pareja. Proyectan haber completado su búsqueda de identidad individual antes de comprometerse. Cuando buscan una pareja, quieren a alguien que sea su igual y tenga una visión del mundo similar.
Tanto los hombres como las mujeres sienten la presión de casarse a los 30 años, pero en su mayoría son solo las mujeres quienes consideran que las sanciones sociales recaen sobre ellas si no lo hacen. Una diferencia muy importante entre las vidas de hombres y mujeres a esta edad, aunque Arnett no se centre en ella, es que más de la mitad de las mujeres que son madres antes de los 30 años son solteras. Claramente, los hombres son más libres que las mujeres de experimentar plenamente este periodo de la adultez emergente, centrándose principalmente en sí mismos. La transición a la maternidad interrumpe la adultez emergente, al menos si la definimos como una etapa de autoexploración, y las empuja, al menos en parte, a un rol social adulto.
Una característica propia de esta etapa emergente de la vida es forjarse una identidad, y Arnett indica que en su investigación se detectaron algunas diferencias estadísticamente significativas al respecto entre hombres y mujeres. Las mujeres jóvenes informan haber experimentado tensiones entre las esferas del trabajo y la familia de manera anticipada. Las mujeres a veces sienten que sus posibilidades de elegir entre un amplio abanico de oportunidades profesionales son limitadas, puesto que quieren ser madres. Esto afecta a sus elecciones relativas al puesto de trabajo. Arnett (ibíd.: 176) afirma, sin hacer un análisis crítico de las presunciones de género que influyen en ello, que «para muchas mujeres en la adultez emergente, elegir una trayectoria profesional significa no solo tomar una decisión que haga clic con su identidad, sino tomar una decisión que les permita equilibrar sus identidades duales como trabajadoras y madres». En ningún lugar Arnett cuestiona por qué el empleo requiere, para las mujeres, elegir entre el trabajo remunerado y la crianza, ni por qué los hombres no han de preocuparse por la paternidad anticipada, ya que se centran en desarrollar su potencial. Aun así, tanto para hombres como para mujeres, la atención puesta en el propio desarrollo es la principal directriz en la adultez emergente.
Quienes acceden a la universidad se ven inmersos/as en una institución considerada como «refugio seguro» (ibíd.: 166) para la exploración de la identidad, parte de la cual tiene que ver con los estudios, parte con la sexualidad. Broido (2004) concluye que el estudiantado universitario millennial es más propenso que su antecesor a identificarse como no heterosexual y está de acuerdo con Torkelson (2012) en que la adultez emergente actual incluye pugnas identitarias sobre sexualidades y géneros. Un tema aglutinador lo constituye también la búsqueda de significado y autenticidad. Con educación universitaria o sin ella, cuando buscan trabajo a tiempo completo, casi todas las personas jóvenes quieren encontrar uno que signifique algo para ellas, que refleje quiénes son realmente, aunque, por supuesto, si esto será