Adónde nos llevará la generación "millennial". Barbara J. Risman

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Adónde nos llevará la generación


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juntas en CASBS. A lo largo de la redacción de este libro, tuve la oportunidad de exponer mis ideas a medida que las iba elaborando, así como de presentar algunos de los capítulos mientras los iba escribiendo, en muchos espacios universitarios, como las universidades de Trento, Turín, Milán, Génova, Tennessee, Sur de Illinois, y mi propio departamento en la Universidad de Illinois en Chicago. En todos estos escenarios, colegas generosas plantearon cuestiones que me han ayudado al desarrollo de este proyecto. Por supuesto, a pesar de la valiosa ayuda de todas estas amistades y colegas a lo largo de los años, el producto final es solo mío, y asumo la responsabilidad de sus debilidades, así como de sus fortalezas.

      Por último, y más importante, quiero dar las gracias a mi familia. Como madre de una persona joven millennial, he vivido la evolución de las políticas de género desde mi feminismo de la segunda ola hasta las experiencias vitales de Ashir Leah Kane Risman Coillberg. Agradezco a Ashir todo lo que he aprendido en nuestro viaje juntas. Y ya finalmente, aunque no menos importante, quiero dar las gracias a mi marido, Randall Liss. He estado trabajando en este libro desde el inicio de nuestra relación en 2009. Ningún marido podría encarnar mejor la posibilidad de la verdadera igualdad de género. Desde el inicio de nuestro matrimonio, mi marido se ha dedicado a apoyar mi trabajo. A cualquier lugar del mundo al que viajo para dar una conferencia o impartir clases, cuento con un compañero de viaje. Nuestro matrimonio ejemplifica la fluidez de las expectativas de género, ya que un hombre que cumplió con el papel de sostén principal de la familia en un primer matrimonio tradicional se convirtió, en su segundo matrimonio, en un dedicado responsable del cuidado y de la casa. Este libro está dedicado a Randall, por estar dispuesto a acomodar su trabajo al mío, a apoyar mis horarios de escritura y mis responsabilidades profesionales, a darme cariñosamente el apoyo que necesitaba para poder asumir paralelamente la vida administrativa universitaria y la sociología. Nuestra relación es la prueba de que la estructura de género está cambiando.

      Introducción

      Es como para volverse loca: una candidata a la presidencia gana la votación popular pero pierde las elecciones ante un hombre que se jacta de «agarrar coños»; se aprueban leyes para proteger el derecho a que las personas trans puedan orinar en paz y luego se libran batallas políticas sobre su revocación; las mujeres obtienen más títulos universitarios que los hombres, pero su capacidad adquisitiva sigue estando muy por detrás de la media; las parejas homosexuales pueden casarse, pero algunos/as estadounidenses reclaman su libertad «religiosa» para discriminarlos/as; algunas empresas ofrecen permisos parentales, pero cuando los hombres los solicitan, sus jefes dudan de su compromiso con la organización; la Corte Suprema de EE. UU. hace ya tiempo que sentenció que las mujeres tienen derecho a tener el control de sus propios cuerpos y, cincuenta años después, ese derecho puede verse cuestionado. ¿Es la igualdad de género un partido de fútbol político que se debate en el Congreso o un derecho humano? ¿Cómo se puede entender que avancemos en igualdad sexual y de género y simultáneamente asistamos a lo que parecen ser retrocesos radicales? ¿Sigue siendo importante el género en el siglo XXI o ya no es necesaria una revolución de género? Cuando ves a un niño esforzándose en no llorar cuando se hace una herida en la rodilla porque teme que lo llamen mariquita, comprendes cuánto importa el género. Cuando ves que acosan a una chica trans por pretender ducharse con otras chicas, entiendes que el género sigue siendo importante. Si le preguntas a una mujer a la que ignoran en una reunión de negocios, te dirá que el género sigue siendo importante. Si le preguntas a una madre joven que trata de hacer malabarismos entre el trabajo y la familia mientras su esposo se desentiende de las tareas domésticas, te das cuenta de que el género sigue siendo importante. Si le preguntas a un hombre que ejerce de cuidador principal si las madres del parque le aceptan, te dirá que el género sigue siendo importante. El género continúa vinculado con una identidad profundamente sentida que tiene consecuencias cotidianas.

      Pero el género es mucho más que identidad. Da forma a la desigualdad en todas las sociedades y la legitima. En las sociedades postindustriales han cambiado muchas cosas en lo relativo al género y muchas se han mantenido igual. Los hombres, como grupo, aún llevan las riendas del poder, dictan e interpretan las leyes, dominan los consejos de las corporaciones internacionales y esperan que sus madres e hijas cuiden de las personas jóvenes, de las dé biles y de las ancianas. Las mujeres, en tanto que grupo, asumen el trabajo de cuidados de otras personas, ya sea como madres y esposas, ya sea por un sueldo, como niñeras, maestras, enfermeras, limpiadoras o manicuristas. Hay tantas mujeres como hombres estudiando medicina, pero se mantiene la brecha salarial de género entre el colectivo médico. Actualmente, las mujeres pueden postularse para la presidencia de Estados Unidos, pero el Congreso y el Senado siguen siendo abrumadoramente clubes de hombres. La revolución de género ha estado en proceso tanto tiempo que ya no parece revolucionaria. Y, sin embargo, no podemos cantar victoria. No toda la sociedad experimenta la libertad frente a la opresión de género de igual modo. El género nunca se conforma en un espacio aséptico, sino que lo hace más bien en una compleja interrelación con otros sistemas de estratificación como la clase, la raza, la etnia y los estados-nación.

      Este libro llega a tus manos en un momento particular de la historia. ¿Está en marcha la revolución de género? O ¿acaso el giro a la derecha que se está produciendo en la política ha truncado nuestros avances? ¿Estamos ante un alto el fuego, con algunos logros para las mujeres, algunos progresos para quienes desafían las normas de género, pero no ante una revolución? ¿Qué ha cambiado con el tiempo y qué ha seguido igual? ¿Dónde nos encontramos ahora? Estas son las preguntas que inspiran este libro. La forma que he elegido para responderlas probablemente revela tanto sobre mí como sobre el tema. Como feminista de la segunda ola, entré a formar parte de la academia justo cuando esta se estaba abriendo a las profesoras. Soy una década más joven que las verdaderas pioneras de la academia de la segunda ola, mujeres que realmente rompieron las barreras y conquistaron su espacio en la universidad. Aunque yo no estaba tan lejos. La sociología me fascinó desde mi primer curso en la universidad (cuando en mis planes aún estaba ser flautista profesional) porque me ayudó a comprender mi propia vida, así como las limitaciones que experimentaba por ser una mujer que se hacía adulta en la década de los setenta. Conceptos como el del conflicto de roles me ayudaron a comprender los dilemas de mujeres como yo, que querían convertirse (profesionalmente) en los hombres con los que supuestamente debían casarse. A las mujeres ya se las educaba para formar parte del mundo, pero se asumía que esta pretensión entraría en conflicto con ser madre y esposa. Muchas profesionales que me precedieron se sentían obligadas a elegir y renunciaban a la maternidad. Otras eran expulsadas del mercado laboral cuando sus trabajos no se podían compatibilizar con el embarazo o la crianza. En muchas ocasiones, las profesionales que conseguían hacer malabarismos entre sus carreras y la maternidad tenían maridos liberales que se sentían felices de que sus esposas tuvieran oportunidades, pero nunca concibieron que la paternidad podría obligarlos a que renunciaran a su profesión.

      En tanto que joven socióloga blanca, era consciente de estos patrones, los estudiaba y me esforzaba mucho por aplicar mis principios en un matrimonio igualitario y heterosexual en el que compartíamos el ganarnos el sustento de la vida y el cuidado de nuestra hija. Dado que ese matrimonio duró la mayor parte de nuestros años de crianza, tuve la suerte de contar con un compañero que realmente participaba en las tareas del hogar, lo que me permitió desarrollar una carrera académica. Ahora, en mi segundo matrimonio, mi esposo es mucho más hogareño de lo que yo he sido nunca y, de nuevo, tengo la suerte de disfrutar de comidas gourmet al volver a casa después de un ajetreado día de trabajo.

      Describo cómo mi historia de vida me ha llevado a interesarme por la desigualdad de género porque quiero reconocer abiertamente que escribo desde un punto de vista en particular. Cada escritora, cada científica y, en concreto, cada científica social conceptualiza el mundo a partir de sus circunstancias vitales. Es importante que cada persona reflexione sobre cómo sus experiencias cotidianas influyen en su trabajo. En tanto que socióloga, tal reflexión me aflora de manera natural. Me interesa la desigualdad de género porque mi vida se ha conformado intentando escapar de las restricciones del sexismo propio del siglo XX. Llegué a la mayoría de edad durante la época del movimiento feminista, y comprender la desigualdad de género ha sido un motor impulsor en mi vida porque sé que no podemos


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