Gerencia de programas sociales. Enrique Vásquez H.

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Gerencia de programas sociales - Enrique Vásquez H.


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      .

      © Enrique Vásquez H., 2020

      De esta edición:

      © Universidad del Pacífico

       Jr. Gral. Luis Sánchez Cerro 2141

       Lima 15072, Perú

      Investigador responsable:

      Enrique Vásquez H.

      Asistentes de investigación:

      Ronald Cueva

      Bruno Chereque

      Equipo de investigación:

      Alessandra Jordán

      Adriana Llallico

      María Alejandra Madueño

      Ricardo Vásquez

      Daniela Pacussich

      Gerencia de programas sociales. Análisis para mejorar la gestión

      Enrique Vásquez H.

      1.ª edición: agosto de 2020

      Diseño de la carátula: Icono Comunicadores

      Tiraje: 150 ejemplares

      ISBN: 978-9972-57-446-7

      Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2020-04800

      BUP

      Vásquez, Enrique.

       Gerencia de programas sociales: análisis para mejorar la gestión / Enrique Vásquez H. -- 1a edición. -- Lima: Universidad del Pacífico, 2020.

      295 p.

      1. Programas sociales -- Perú -- Administración

      2. Personas socialmente vulnerables -- Perú

      3. Adultos -- Perú -- Condiciones sociales

      4. Ancianos -- Perú -- Condiciones sociales

      5. Pobreza -- Perú

      6. Desigualdad social -- Perú

      I. Universidad del Pacífico (Lima)

      361.25 (SCDD)

      La Universidad del Pacífico no se solidariza necesariamente con el contenido de los trabajos que publica. Prohibida la reproducción total o parcial de este texto por cualquier medio sin permiso de la Universidad del Pacífico.

      Derechos reservados conforme a Ley.

      Introducción

      La preocupación

      La desigualdad es un problema que continúa presente a nivel mundial, tanto en ámbitos económicos como sociales y demográficos. El Perú, lamentablemente, no es ajeno a esta problemática; si bien el coeficiente de Gini se redujo de 49,1 en el año 2000 a 43,3 en el año 2017 (Banco Mundial, 2020), se pueden observar grandes diferencias en ingresos entre distintos grupos. Existen peruanos que están en la lista de Forbes de los más ricos de América Latina (Forbes, 2019) y otros que forman parte del 20,5% de la población que vive en situación de pobreza (INEI, 2019c). Dichas diferencias, lamentablemente, son determinantes en el acceso a oportunidades y en la posibilidad de ejercer derechos como a un trabajo decente, a la alimentación, a la salud, a la educación, entre otros. Aquellos peruanos que son parte de los quintiles más altos cuentan con más y mejores oportunidades laborales y acceso de servicios de mejor calidad, mientras que el 20,5% que vive en situación de pobreza a menudo no cuenta con servicios básicos como agua potable (16% de los hogares), desagüe (8,2% de los hogares) o alumbrado eléctrico (5% de los hogares) (INEI, 2019c).

      No cabe duda de que las diferencias entre peruanos se han ido acortando en los últimos tiempos, pero siguen siendo preocupantes si se ven desde perspectivas como el género y la ubicación geográfica. Esto es particularmente cierto para sectores como el empleo, el acceso a servicios de salud, pensiones, etc. Por ejemplo, en el año 2007, el 50,7% de los hombres urbanos estaban empleados adecuadamente, y en el caso de las mujeres la cifra era del 29,1%. Para áreas rurales, el empleo adecuado masculino era del 16%, y del 4,4% para las mujeres (INEI, 2018h). Por su parte, en 2009, el 76,9% de las mujeres sufrieron algún tipo de violencia por parte de sus esposos o compañeros (INEI, 2019d). En 2007, además, el 40,9% de los hombres rurales estaban afiliados a un sistema de pensiones, y, para el caso de las mujeres urbanas, la cifra era del 24,7%. Para las zonas rurales, los hombres afiliados a un sistema de pensiones eran el 8,5% y las mujeres, el 2,2% (INEI, 2018h).

      Estas cifras, no obstante, fueron mejorando a medida que pasaba el tiempo y que el Estado intensificaba sus esfuerzos por crear un país con más igualdad. Las cifras respaldan esta afirmación. El 69% de los hombres en áreas urbanas estaban adecuadamente empleados en 2017, mientras que, para el caso de las mujeres, esta cifra era solamente del 47,3% (INEI, 2018h). Para las áreas rurales, la tasa de empleo adecuado masculino era del 32,5% mientras que la de empleo adecuado femenino era del 10,3%. Del mismo modo, problemáticas sociales como la violencia contra la mujer continúan siendo un obstáculo para la calidad de vida de muchas mujeres del país; en 2018, el 63,2% de las mujeres habían sufrido violencia a manos de sus parejas (INEI, 2019d). Asimismo, para 2017, en el caso de los hombres urbanos, el 49,7% estaban afiliados a un sistema de pensiones, mientras que, para el caso de mujeres urbanas, la cifra era del 34,5%. Para las áreas rurales, sin embargo, solo el 14,4% y 4,5% de los hombres y mujeres estaban afiliados, respectivamente (INEI, 2018h).

      En nuestro libro La niñez en la mira (2020), retratamos cómo, desde que nace un niño hasta la adolescencia, es difícil acortar las diferencias. Si no naciste en una cuna de oro (de plástico), tienes que llevar a tu hijo a un Cuna Más; si no hay para el desayuno, debes, como más de un millón de jefes de hogar, hacer cola a las 5 a. m. para recoger el Vaso de Leche; si no puedes matricular a tu hijo en un colegio privado bilingüe donde te piden una colaboración de miles de soles mensuales, debes dormir la noche previa en el frontis del colegio público; y así sucesivamente, hasta ver cómo un adolescente, aunque forme parte del 1% más talentoso, si no es uno de los pocos beneficiarios de Beca 18, no podrá conseguir un trabajo adecuadamente remunerado cuando pase a ser parte de la PEA, y terminará siendo, más bien, parte del 78% de jóvenes de entre 14 y 29 años en el sector informal (INEI, 2019d).

      La carencia de recursos económicos suele llevar a que no sea posible para las familias dar a sus hijos una adecuada nutrición, salud y educación de calidad (Cepal, 2018). Es muy cierto que el panorama social del Perú ha cambiado en la medida en que el país ha crecido a un ritmo promedio anual del 3,2% del PBI entre los años 2000 y 2018. No se puede negar que, mientras que en el año 2000, según el INEI (2019d), la anemia afectaba al 60,9% de las niñas y los niños de 6 a 35 meses, en el año 2018 esta impacta al 43,5% (INEI, 2019d). No cabe duda de que la mortalidad infantil del año 2000, de 27 por cada 1.000 nacidos según el INEI (2019d), ha descendido a 15 por cada 1.000 nacidos en 2018. De manera similar, en el año 2008, el 12,4% de las mujeres y el 4,1 % de los hombres a partir de 15 años eran analfabetos, mientras que, para el año 2018, los datos apuntan al 8,3% y el 2,9% para mujeres y hombres respectivamente (INEI, 2019h). De esta manera, cuando estos niños crecen, carecen de la formación necesaria para insertarse en el mercado laboral formal y obtener salarios dignos. Así, sus familias también carecen de recursos suficientes para garantizar sus derechos. Esta es la manera como las diversas desigualdades llevan a que se produzca y persista el ciclo de la pobreza en el Perú (Castañeda & Aldaz-Carroll, 1999) y que la transmisión intergeneracional de la pobreza siga flagelando a una quinta parte de los peruanos. Es posible darse cuenta, entonces, de que, a pesar de que el Perú tuvo un crecimiento económico del 3,9% en 2018 (Banco Mundial, 2019), no todos se benefician de manera equitativa de este.

      De acuerdo con Anthony Painter (2017), en el mundo de hoy, los puentes entre la política y el ciudadano son débiles, la confianza disminuye cada vez más y el descontento se ha tornado más sonoro. La economía moderna se ha dividido en su abordaje, aún más en relación con el ingreso, la riqueza y la seguridad económica. Algunas de las tensiones visibles


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