La palabra facticia. Albert Chillón
Читать онлайн книгу.1992) y La memoria del logos (Madrid: Taurus, 1996); y el maestro José María Valverde, a lo largo de su valiosa obra completa, oral y escrita. Por su parte, George Steiner ha hecho incursiones sugerentes en el tema que nos ocupa, entre ellas Extraterritorial (Barcelona; Barral, 1973), Después de Babel (Madrid: FCE, 1990), Lenguaje y silencio (Barcelona: Gedisa, 1982) y Presencias reales (Barcelona: Destino, 1991). Sobre la relación entre la consciencia lingüística y el esclarecimiento de las relaciones entre periodismo y literatura, véanse —además de la versión matriz de esta obra— los libros de Albert Chillón (Literatura i periodisme. Literatura periodística i periodisme literari en el temps de la postficció, Valencia: UA/UJI/UV, 1993) y David Vidal, El malson de Chandos (Bellaterra: UAB/UJI/UV, 2005).
3.José María Valverde, Nietzsche, de filólogo a Anticristo (Barcelona: Planeta, 1993), p.28. Valverde ha sido, sin duda, el pensador que más ha hecho por extender esta consciencia lingüística en el ámbito cultural hispano. Sus inquietudes al respecto comenzaron ya con su tesis doctoral Guillermo de Humboldt y la filosofía del lenguaje (Madrid: Gredos, 1955).
4.Otro romántico, el poeta alemán Heinrich von Kleist, reflexionó ya acerca de ello en «Sobre la gradual puesta a punto de los pensamientos en el habla» (publicado en Quimera, 30, Barcelona: Montesinos, 1982, trad. de José María Valverde). «Empalabrar» y «empalabramiento» son neologismos acuñados por Lluís Duch en sus relevantes reflexiones acerca de la naturaleza logomítica del lenguaje. Véanse, al respecto, Mite i cultura (Barcelona: Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1995); Mite i interpretació (Barcelona: Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1996); y La educación y la crisis de la modernidad (Barcelona: Paidós, 1997).
5.Nietzsche en Valverde, op. cit., p.30–31. Existe una traducción al castellano de este curso de retórica, incluida en F. Nietzsche, Libro del filósofo (Madrid: Taurus, 1974). Utilizo la traducción del propio Valverde porque es, a mi juicio, muy superior a la de la antología citada. Acerca de la compleja y revolucionaria concepción de Nietzsche sobre el lenguaje, pueden leerse los ensayos de Enrique Lynch, Dioniso dormido sobre un tigre (Barcelona: Destino, 1993); Jesús Conill, El poder de la mentira. Nietzsche y la política de la transvaloración (Madrid: Tecnos, 2007); y L. E. de Santiago Guervós, «Introducción» a Escritos sobre retórica (Madrid: Trotta, 2000).
6.Nietzsche en Valverde, op. cit., p.33–35.
7.Entiendo aquí creencia, distinguiéndola de idea, en el sentido en que lo hace Ortega y Gasset en Ideas y creencias (Madrid: Espasa-Calpe, 1968), p.18–19: «Estas “ideas” básicas que llamo “creencias” —ya se verá por qué— no surgen en tal día y hora dentro de nuestra vida, no arribamos a ellas por un acto particular de pensar, no son, en suma, pensamientos que tenemos, no son ocurrencias ni siquiera de aquella especie más elevada por su perfección lógica y que denominamos razonamientos. Todo lo contrario: esas ideas que son, de verdad, “creencias” constituyen el continente de nuestra vida y, por ello, no tienen el carácter de contenidos particulares dentro de ésta. Cabe decir que no son ideas que tenemos, sino ideas que somos. Más aún: precisamente porque son creencias radicalísimas, se confunden para nosotros con la realidad misma —son nuestro mundo y nuestro ser—, pierden, por lo tanto, el carácter de ideas, de pensamientos nuestros que podían muy bien no habérsenos ocurrido».
8.Me remito a cualquiera de las ediciones de calidad de la Retórica. La concepción aristotélica de lo verosímil es muy bien explicada por Roland Barthes en «La retórica antigua», prontuario recogido en La aventura semiológica (Barcelona: Paidós, 1993), p.85–161.
9.«Diseccionamos la naturaleza a través de líneas trazadas por nuestras lenguas nativas. Las categorías y tipos que aislamos del mundo de los fenómenos no nos los encontramos allí porque salten a la cara del observador; por el contrario, el mundo se presenta como un flujo caleidoscópico de impresiones que debe ser organizado por nuestras mentes —y eso significa sobre todo por los sistemas lingüísticos de nuestras mentes. Diseccionamos la naturaleza, la organizamos en conceptos y le adscribimos significados como lo hacemos principalmente porque somos partícipes de un acuerdo para organizarla de ese modo —un acuerdo que se establece a lo largo y ancho de nuestra comunidad lingüística y que está codificado según las pautas de nuestra lengua. El acuerdo es, por supuesto, implícito y tácito, pero sus términos son absolutamente obligatorios; no podemos hablar en absoluto si no es suscribiendo la organización y clasificación de datos que el acuerdo decreta». Benjamin Lee Whorf, «Science and Linguistics» (1940), artículo incluido en Language, Thought and Reality (Cambridge: MIT Press, 1956), p.157. Al respecto, véase también la obra anterior de su maestro Edward Sapir, Language. An Introduction to the Study of Speech (1921), publicado en castellano: El lenguaje (México: FCE, 1954).
10. Tal es el sentido de la famosa proposición 5.6. del Tractatus Logico-Philosophicus de Ludwig Wittgenstein: «Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo» (Barcelona: Laia, 1989), p.130.
11. Cassirer, op. cit., 1971, p.34.
12. Así, en palabras de Lluís Duch, op. cit., 1997, p.52: «A menudo de forma soterrada, la tradición, como contenido y también como diversidad de formas expresivas, continúa manteniendo su presencia activa en el momento actual. No debe olvidarse que la tradición, a lo largo de la historia, ha sido un insustituible factor estructurador de la humanidad del hombre a partir de los estratos más profundos de su propia arqueología. Además, resulta un hecho harto conocido que ni el contenido ni las formas expresivas de la tradición humana poseen posibilidades infinitas, sino que sólo dispone de las que corresponden a un ens finitum capax infiniti, es decir, a un ser que se ve obligado a someterse a un incesante proceso de clasificación de los nuevos datos y circunstancias que irrumpen en su horizonte físico y mental». Sobre la importancia de la tradición, y sobre su naturaleza eminentemente lingüística, ha reflexionado brillantemente George Steiner en Antígonas. Una poética y una filosofía de la lectura (Barcelona: Lumen, 1966), pássim.
13. Cesare Segre, Principios de análisis del texto literario (Barcelona: Crítica, 1985), p.59. Véase, así mismo, Umberto Eco, Tratado de semiótica general (Barcelona: Lumen, 1977), p.110–14.
14. Sobre la pragmática y su aplicabilidad a los estudios sobre comunicación, véanse: John Austin, How to do things with words (Oxford: Clarendon Press, 1962); John Searle, Speech Acts (Cambridge: Cambridge University Press, 1969); Geoffrey Leech, Principles of Pragmatics (Londres y Nueva York: Longman, 1983); Stephen Levinson, Pragmatics (Cambridge: Cambridge University Press, 1983); Siegfried J. Schmidt, Teoría del texto. Problemas de una lingüística de la comunicación verbal (Madrid: Cátedra, 1977); Umberto Eco, Lector in fabula (Barcelona: Lumen, 1981); o Graciela Reyes, La pragmática (Barcelona: Montesinos, 1990).
15. La pragmática, sin embargo, presenta como novedosa una idea que la longeva retórica formuló —con mucha mayor precisión y detalle, por cierto—, hace aproximadamente veinticinco