El patrimonio natural de la Ribera del Júcar.. AAVV

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El patrimonio natural de la Ribera del Júcar. - AAVV


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      EL PAISAJE DE LA RIBERA DEL JÚCAR Y SU VALOR COMO PATRIMONIO NATURAL

      EMILIO IRANZO GARCÍA

       Departamento de Geografía Universitat de València

       1. Introducción

      Como explicaba en sus clases el profesor del Departament de Geografía, Joan Mateu, La Ribera es un don del Júcar. El llano aluvial, que está en la base del vasto paisaje agrícola, es una consecuencia de la deposición sucesiva de arenas, limos y arcillas, transportadas por las aguas del río. Avenida tras avenida, el río y sus afluentes Magro, Sellent y Albaida, como más destacados, han ido edificando una llanura que, paradójicamente, no es estrictamente llana. Una llanura de inundación es un espacio sedimentario de mínima pendiente, sobre el que circula, más o menos encajado, un curso de agua. La llanura es consecuencia de la dinámica fluvial, al tiempo que soporte del río.

      Así pues, La Ribera, que en buena medida está constituida por el llano del río Júcar, en su tramo final antes de desembocar en el mar Mediterráneo, es un espacio geomorfológicamente diverso. Durante las inundaciones, también denominadas avenidas, en donde el río vehicula agua con una gran energía, rompiendo los diques del cajero y desbordándose, los materiales transportados se redistribuyen por la llanura, desdibujando su homogeneidad. Tal y como señalan Lewin (1978) y Mateu Bellés (1980), se pueden llegar a diferenciar básicamente dos geometrías: llanuras de inundación de río encajado y llanuras de inundación con diques y cuencas de inundación.

      Pero en la comarca de La Ribera no todo es llano de inundación; sus paisajes también dependen de las alineaciones montañosas que la enmarcan y que dan lugar a microclimas y a usos del suelo, diferenciados de los de la zona central. Asimismo, tenemos los espacios construidos: pueblos y ciudades que salpican la llanura y que configuran paisajes urbanos, bien distintos de los agrarios, y diseminados e infraestructuras viarias que matizan el carácter rural de la llanura y de la montaña.

      La Ribera del Júcar tiene contrastes paisajísticos. Son resultado de la geodiversidad y del histórico trabajo del ser humano, el cual ha ido modelando el espacio geográfico y generando una trama de relaciones, que dan sentido a la unidad comarcal. El espacio ha sido domesticado, territorializado y gestionado. El punto de inflexión se sitúa en la Edad Media, pues fue con la dominación musulmana cuando se produjo una transformación progresiva del paisaje, con el desarrollo de sistemas de irrigación a partir afluentes del Júcar, de barrancos, fuentes y pozos, de asentamientos de población clánicos, con alquerías como hábitats. Después, la ocupación cristiana continuó con el desarrollo de los sistemas hidráulicos y espacios irrigados, iniciándose el momento de los grandes regadíos desde el propio río Júcar (Furió y Martínez 2000).

      La proliferación de azudes, pozos, acequias, norias, azarbes, la apertura de caminos para acceder a las zonas de cultivo, la estructuración del parcelario agrícola, primero en pequeñas huertas, y luego en extensos huertos citrícolas delimitados por muros, el abancalamiento de las laderas para los cultivos de secano, las construcciones auxiliares para aperos agrícolas, los motores con sus chimeneas de ladrillo para la elevación de las aguas subterráneas, los asentamientos concentrados y los dispersos, los lugares de oración… han ido, en un proceso histórico, transformando las marjales, los bosques de ribera, los pastos y secanos del llano, en un paisaje agrícola irrigado (Sanchis et al. 2010) escoltado por secanos y monte mediterráneo. Erigiéndose todo ello en un rico patrimonio ambiental, cultural y paisajístico.

      El texto que presentamos tiene como hilo conductor el temario seguido durante la Universidad de Primavera de Alzira, celebrada en mayo de 2017. Es por ello por lo que, aun siendo el objetivo la presentación al alumnado de la geodiversidad y paisajes de La Ribera del Júcar, lo efectuamos en clave patrimonial. Para ello es necesario ir de los conceptos más genéricos a las cuestiones más específicas. Definiremos cultura, patrimonio natural y cultural, geodiversidad, sistema ambiental, espacio natural protegido y sobre todo incidiremos en el concepto paisaje; hablaremos de los componentes que estructuran el paisaje, de los componentes que lo integran y las características perceptuales. Y terminaremos caracterizando los paisajes de La Ribera del Júcar.

       2. Patrimonio ¿natural o cultural?

      Los términos patrimonio y paisaje no significan lo mismo, pero guardan entre ellos una estrecha relación. Seguidamente trataremos de argumentar esta afirmación. Pero vayan por delante estos axiomas: “el paisaje es un patrimonio de una comunidad”; y “el paisaje alberga elementos del patrimonio cultural de un pueblo”. Se trata de dos conceptos eminentemente culturales, incluso cuando se habla de paisaje natural o de patrimonio natural. Y esto es así porque en ambos casos estamos tratando con unos constructos que necesitan de la presencia de los seres humanos para su afianzamiento. La cultura, que comprende el sistema de valores, los modos de pensar y de actuar, es esencial en la maduración de los conceptos paisaje y patrimonio (Iranzo y Hermosilla 2015). La cultura produce pautas de comportamiento, objetos, artefactos y estructuras espaciales, que han sido asimilados como patrimonio cultural y como patrimonio paisajístico.

      La cultura confiere a un colectivo la capacidad idear, de transformar un espacio geográfico, de reconocerse en él mediante su paisaje. La UNESCO (1972) define la cultura como “el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o grupo social. Engloba a las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales de los seres humanos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”. No es algo estático, sino que evoluciona. Se aprende y se transmite. Constituye un capital social que se convierte en un capital territorial a través del patrimonio y del paisaje. Patrimonio y paisaje son dos conceptos polisémicos, a veces ambiguos, porque son abordados por diferentes disciplinas y con diferentes puntos de vista. Al igual que el concepto cultura, no son conceptos que permanezcan estáticos. Definimos patrimonio y paisaje como el testimonio de la cultura y de la naturaleza. Son la manifestación consensuada de la cultura y de los procesos ambientales. No son la cultura o la naturaleza en sí misma, sino una representación de ellas a través de objetos, símbolos y enclaves comúnmente aceptados (García 1998, Iranzo y Hermosilla 2015).

      Si nos centramos en la definición de patrimonio cultural, podemos decir que se trata del conjunto de elementos naturales o culturales, de tipo material o inmaterial, heredado como resultado de la acción, a veces conjunta, de la naturaleza y los seres humanos. Pero también son patrimonio cultural los bienes generados más recientemente, con capacidad de reflejar las señas de identidad de un colectivo. Representa algo valioso, que se considera oportuno legar como nexo de unión entre diferentes épocas y generaciones. Sin embargo, la percepción de lo que es o no es patrimonio cambia con el paso del tiempo y con el área geográfica en la que nos hallemos.

      No obstante, la sociedad moderna está intentando configurar una noción de patrimonio colectivo común para toda la humanidad, como concepto universal. Éste es una expresión irremplazable de la riqueza y de la diversidad de la cultura mundial. Es un punto de referencia universal con el que la humanidad se siente identificada. El patrimonio, como herencia cultural colectiva, contribuye a establecer vínculos entre las comunidades del pasado y las actuales (Rodríguez 1997), favoreciendo la incorporación en las últimas de aquellos elementos culturales más enriquecedores, y fortaleciendo el sentimiento de pertenencia de los grupos (Iranzo 2009). Efectivamente, en reiteradas ocasiones, el orgullo nacional y étnico queda asociado al patrimonio (Rioja 1999).

      El geógrafo Juan Francisco Ojeda (2004) habla de la cultura territorial como el más elemental, pero también el más complejo y elaborado patrimonio de una sociedad. Elemental tanto en cuanto representa al conjunto de respuestas básicas de un grupo humano ante las limitaciones y recursos que halla en su espacio vital. Complejo debido a la acumulación de experiencias en la gestión de ese espacio, que da lugar a “los productos más elaborados de dicha cultura territorial: los paisajes”. El patrimonio de un territorio es el nexo, el puente entre la cultura de la zona y la persona que viene de fuera. Los productos del ingenio humano, con sus usos diversos, facilitan la comprensión de ese espacio y el modo de vida de sus habitantes.


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