El patrimonio natural de la Ribera del Júcar.. AAVV

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El patrimonio natural de la Ribera del Júcar. - AAVV


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Figura 2. Sistema modelo

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      Fuente: Elaboración propia.

      El biotopo comprende tres partes:

      • una porción de la litosfera, es decir un relieve de una determinada naturaleza geológica y con una topografía concreta;

      • una porción de la hidrosfera, constituida por aguas continentales o marinas, estancadas o corrientes;

      • y una parte de la atmósfera, la capa gaseosa atravesada por los rayos del sol que envuelve a la Tierra.

      La biocenosis es el conjunto moléculas orgánicas con elementos de carbono. También la podemos definir como el conjunto de seres vivos de un geosistema. Se puede distinguir entre la fitocenosis (vegetación), la zoocenosis (mundo animal), y la edafocenosis (o suelo). En un geosistema y, por tanto, en su manifestación, que es el paisaje, la biocenosis no sólo está superpuesta al biotopo, sino que se halla unida a él mediante un conjunto de complejas conexiones.

      Por lo que respecta a los elementos del geosistema que dan lugar a la configuración de paisajes naturales, podemos hablar de: el clima, las formas del relieve, la litología, la vegetación, el agua y la fauna.

      • El clima: Cualquier paisaje está inmerso en la atmósfera y experimenta variaciones estacionales de temperatura y de humedad. En cada parte del planeta, la situación atmosférica que se repite a lo largo del tiempo, y que difiere a la de otras partes del planeta, hace que podamos diferenciar entre distintos tipos de climas. El clima es un elemento clave para el paisaje pues condiciona tanto al biotopo (al relieve) como a la biocenosis (vegetación y animales). Paisajísticamente hablando, tiene una especial relevancia porque condiciona a las formaciones vegetales, que son el vestido del paisaje.

      • Las formas del relieve: Constituyen el esqueleto, la base del paisaje. Es el resultado de la geodinámica interna (tectónica de placas) y de la geodinámica externa (modelado resultante de la erosión, transporte y sedimentación). Los factores que condicionan el relieve de un lugar son el clima, las características litológicas y estructurales, y el tiempo de exposición de la roca. De acuerdo con el factor que sea más determinante, podremos encontrar:

      – Sistemas geomorfológicos zonales: el principal protagonista es el clima, y los relieves resultantes se reparten de acuerdo con las bandas climáticas en franjas paralelas al ecuador, o a la altitud (como es el caso del modelado glaciar o el desértico).

      – Sistemas geomorfológicos azonales: no son particulares de un clima, y predominan otros factores (como es el caso del modelado litoral o el karst).

      Los factores geomorfológicos que influyen en el paisaje son las pendientes de las laderas, la orientación de las vertientes, y la diferencia de altitud.

      • La litología: La composición de las rocas influye en la formación de las estructuras del relieve y en su modelado. Además de su meteorización, no sólo son las formas del terreno lo que va a condicionar al paisaje; también el tipo de suelo resultante, la vegetación que lo ocupa y la circulación del agua. Las características litológicas van a condicionar las actividades antrópicas, las cuales tendrán efectos en el paisaje. Por ejemplo, un roquedo aprovechable en la industria extractiva a cielo abierto va a provocar que, en el proceso de explotación, se alteren las formas del paisaje.

      • El suelo: Derivado del componente anterior, el suelo se define como un componente que se sitúa entre lo biótico y lo abiótico. Determina la existencia de cobertura vegetal, en función de su profundidad, composición granulométrica, porosidad, pedregosidad, composición química, y contenido de agua.

      • El agua: Otro componente básico de los paisajes naturales es la presencia de agua o su ausencia. El agua modela el paisaje de muy distintas formas, según el relieve sobre el que actúa (vertical, inclinado, llano …) y el tipo de materiales con los que se encuentra. Además, el agua es un elemento imprescindible para los organismos. La cantidad presente determinará el tipo de formación vegetal y el tipo de fauna. Desde un punto de vista estético, en cualquiera de sus estados, despierta el atractivo: en forma de lámina, como agua corriente con un caudal abundante, en forma de nieve o hielo, o en forma de niebla.

      • La vegetación: Ésta varía según el clima, según las formas del terreno, según la cantidad de agua presente en el suelo y según el tipo de suelo. Es uno de los elementos más importantes del paisaje, pues viste a las formas del terreno, capta agua y CO2, frena la erosión y sirve de refugio y da alimento a otros seres vivos. El paisaje cambia en función de la composición florística y estructura de la vegetación (estratos presentes).

      • La fauna: Es un elemento del geosistema, pero que no siempre es perceptible cuando se observa el paisaje. Sin embargo, su escasa visibilidad no significa que no juegue un papel importante en las dinámicas paisajísticas. Además, allí donde está presente, dota al paisaje de una gran fuerza y vitalidad.

       6. Los paisajes de la Ribera del Júcar

      Al principio del texto ya apuntamos que hablar de paisajes naturales, entendidos como paisajes vírgenes en los que no se ha experimentado la acción del ser humano, en contextos mediterráneos es poco acertado, por ser cuestionable esa “naturalidad”. Hemos de tener en cuenta la ancestral presencia humana en este ámbito, con la consecuente transformación paisajística. Y esto es lo que sucede en La Ribera del Júcar, un territorio que no se puede explicar sin la intervención de los distintos grupos que lo han ocupado.

      El paisaje de La Ribera está marcado por la evolución del río Júcar y de sus afluentes. A la salida de los relieves montañosos que enmarcan el espacio deprimido (Caroig, Ave y Caballón), se ha ido creando la gran llanura sedimentaria, cerrada al sudeste por las sierras de Corbera, Agulles y de Carcaixent. Estas últimas, con un carácter agroforestal, pero con una revalorizada función ambiental, se han convertido en el sector con un paisaje “más naturalizado”.

       Figura 3. Hoces del Júcar. Tous

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      La Ribera del Júcar es fundamentalmente un gran llano de inundación resultante de la fracturación y hundimiento de diversos bloques del Sistema Ibérico. Este llano está enmarcado por relieves del Mesozoico, que han experimentado un proceso de carstificación, y por una pequeña banda, al suroeste, de cerros triásicos. Ha sido su topografía, la disponibilidad de agua superficial y subterránea, la fertilidad de sus suelos cuaternarios, y sus bosques adyacentes, lo que propició que este espacio se antropizase intensamente a partir de la Edad Media (Sanchis et al. 2010). Estamos ante un paisaje que se ha ido reconfigurando a partir de su puesta en cultivo.

       Figura 4. Citricultura en el llano de inundación del Júcar. Alberic

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      No obstante, topográficamente la llanura no posee la misma morfología. Existe una alternancia de tramos de geometría cóncava y tramos de geometría convexa. Cuando el Júcar sale del cañón a la llanura circula en un valle confinado por glacis, piedemontes y abanicos aluviales de los ríos Sellent y Albaida. Aguas abajo de la confluencia Júcar-Albaida, la llanura adquiere una geometría convexa, siendo sus laterales drenados por los ríos Verd y Barxeta. Y aguas abajo, la llanura queda cerrada por el abanico del río Magro y el barranco de la Murta (Mateu 1980, Ruiz, Carmona y Bellés 2006, Sanchis et al. 2010). El contacto entre el río Magro y el Júcar marca la diferencia entre dos espacios geomorfológicos, que vienen a coincidir con la histórica división entre La Ribera Alta y La Ribera Baja. Desde este punto, hasta su desembocadura en el mar, el río divaga sobre una cresta sedimentaria, dejando dos extensos llanos de inundación a cada margen.

      Si en la Antigüedad La Ribera era un extenso llano ocupado por


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