Mercedes Sanz-Bachiller. María Jesús Pérez Espí
Читать онлайн книгу.de resina durante el invierno. Tanto la piña como el piñón se vendían, la primera para encender el fuego y el segundo para consumo humano. Si bien la familia de Mercedes tenía en Montemayor pinares de la variedad albar25 y tierras en la finca de «El Quiñón»,26 con el paso de los años Mercedes Sanz-Bachiller fue vendiendo todas estas propiedades y solo conservó las pimpolladas, es decir, los bosques de pinos jóvenes.27 En Montemayor también se cultivaban viñas, de lo que todavía dan testimonio las bodegas familiares que existen a las afueras de la localidad. Estas bodegas, excavadas en el subsuelo rocoso sobre el que se asienta Montemayor, solían tener una extensión de entre cuarenta y cincuenta metros cuadrados, y mantenían la temperatura constante a lo largo del año, sirviendo tanto para la elaboración del vino como para su conservación. El cultivo de avena, trigo, centeno y cebada también tenía una presencia destacada en los aledaños del municipio, donde todavía son visibles las eras. Los vecinos de Montemayor molían el grano del trigo en tres molinos hidráulicos próximos al pueblo, situados en el arroyo del Valcorba, afluente del río Duero, en Torrescárcela y en Aldealbar. Con la llegada de la electricidad, se instaló un molino eléctrico en el pueblo. El pastoreo de los rebaños o hatajos de ovejas completaba las actividades económicas más destacadas en el pueblo que vio crecer a Merceditas. Otras actividades, como la recogida de la miel de los colmenares o la crianza y matanza del cerdo, escalonaban el ciclo agrario anual.28
Pero ¿cómo eran las tierras vallisoletanas y castellanas que vieron nacer a Mercedes Sanz-Bachiller? Montemayor y Valladolid compartían con el resto de Castilla la Vieja29 su predominante carácter agrario. El peso de los terratenientes era indiscutible, aunque también había «una masa inmensa de propietarios pobres, poseedores de parcelas que apenas producían para sostener a sus familias, viviendo al límite de la supervivencia y viéndose obligados a trabajar parte del año como jornaleros». Añadido a ello, estaban los arrendatarios que intentaban sacar el máximo provecho a las tierras con el mínimo coste posible, y «sometidos a contratos de cortísima duración y cláusulas draconianas: obligación de pagar los nuevos impuestos y recargos que se impusieran durante el arriendo, el compromiso de hacer efectiva la totalidad de la renta aun en el caso de que se hubiese perdido la cosecha», entre otras. Las técnicas de cultivo eran arcaicas; predominaban el cultivo extensivo y la rotación bienal o, en menor medida, la trienal. La nula mecanización de las tareas agrícolas y el empobrecimiento de las tierras repercutían muy negativamente en la productividad, de tal forma que el campesino acababa endeudándose con prestamistas. Ante tales circunstancias, tanto para los terratenientes como para los pequeños propietarios y los arrendatarios, la política proteccionista y el mantenimiento de unos altos aranceles para la entrada de trigo foráneo eran fundamentales.
La situación de la industria tampoco era nada halagüeña.30 Al tratarse de un territorio agrícola, las industrias con mejor implantación eran las que transformaban los productos del campo, como las de sémola, almidón o las conserveras. A la altura de 1914, las únicas industrias que vendían sus productos fuera de la provincia de Valladolid eran las harineras, las metalúrgicas, las cerámicas, las del yeso y las azucareras. Al extranjero solamente se exportaban piñones, pieles y lanas. Por otra parte, Valladolid era la única provincia castellana en la que se habían fundado sociedades con anterioridad a 1914: las azucareras Sociedad Industrial Castellana y Colonia Industrial del Duero, y el Banco Castellano, todas ellas en 1900. La Electra Popular Vallisoletana se fundó en 1906.
Cuando nació Mercedes Sanz-Bachiller los líderes políticos de la primera Restauración31 ya habían desaparecido. De hecho, en Valladolid, después del fallecimiento de Germán Gamazo en 1901,32 se inició el relevo generacional en la élite política que, además, venía con ideas regeneracionistas. Santiago Alba, zamorano de origen, pero vallisoletano por su trayectoria profesional y política, fue la figura más destacada de esta nueva generación, aunque no el único.33 Estos políticos solían iniciar su carrera en la ciudad de Valladolid,34 donde compaginaban las actividades en el Ayuntamiento y la Diputación con el ejercicio de la abogacía y los negocios asociados al crecimiento urbanístico y la modernización de la ciudad. Y es que Valladolid, que pasó de tener 68.789 habitantes en 1900 a 91.089 en 1930,35 generó demandas en viviendas y servicios públicos que hombres como Santiago Alba y César Silió36 supieron aprovechar. El primero de ellos fundando la Electra Popular Vallisoletana, con el objetivo de suministrar electricidad a la ciudad, y el padre de César Silió con la industria La Cerámica, dedicada a la fabricación de materiales de construcción. Alba y Silió, además, compraron y modernizaron el periódico El Norte de Castilla, aunque Silió lo abandonó posteriormente para unirse a Antonio Maura, convirtiéndose en su hombre de confianza y líder del partido conservador vallisoletano. Sin embargo, en Valladolid nada podían hacer los conservadores frente al predominio de los albistas. De hecho, en cada convocatoria electoral el dominio albista era indiscutible.37 Santiago Alba, además, llegó a fundar junto a Joaquín Costa la Unión Nacional, una fuerza política regeneracionista desaparecida a la altura de 1900.
Sin embargo, las ideas regeneracionistas no cayeron en saco roto.38 A nivel nacional, Francisco Silvela, pero sobre todo Antonio Maura, impulsó reformas regeneracionistas, como la Ley de Reforma Electoral de 1907 o la fundación del INP en 1908. Ahora bien, también tuvo que afrontar los incidentes del Cu-Cut, la aprobación de la Ley de Jurisdicciones de 1906 y el envío de reservistas a Marruecos para sofocar la rebelión cerca de Melilla en el verano de 1909. Este último hecho, que en Barcelona provocó la protesta de las esposas de los reservistas en el puerto de la ciudad y acabó con la Semana Trágica, la ejecución de Francesc Ferrer i Guàrdia y la dimisión de Antonio Maura, no provocó manifestaciones de oposición en Valladolid,39 más bien al contrario. De hecho, se promovieron subscripciones para atender las necesidades de las familias de los que combatían en Marruecos, e incluso hubo muestras colectivas de entusiasmo con la llegada de la noticia de la toma del monte Gurugú o con el paso de las tropas por la ciudad. Finalmente, con José Canalejas se redujo el impuesto de consumos y se aprobó la Ley de Reclutamiento Obligatorio o la Mancomunidad de Cataluña, avanzando hacia la secularización del país, promoviendo el proyecto de la conocida como «ley del candado». Sin embargo, los años del Gobierno liberal de Canalejas también fueron años convulsos por el incremento en el número de huelgas y la movilización de las organizaciones obreras.
Aunque los tiempos estaban cambiando, la oposición al sistema de la Restauración, en general, era débil y estaba desorganizada. Si bien Pablo Iglesias ya disponía de su acta de diputado desde 1910, el socialismo no representaba una fuerza política potente, ni en resultados electorales ni en afiliación a su sindicato, la UGT. Ahora bien, el socialismo había estado detrás de las primeras huelgas agrarias que se dieron, en el verano de 1903, en Andalucía, La Rioja o en algunas provincias de Castilla la Vieja como Zamora, Salamanca, Burgos, Segovia y también Valladolid. A partir de este momento, la influencia del socialismo castellano no paró de crecer,40 un proceso en el que tuvo un papel muy relevante Remigio Cabello, fundador