La democracia a prueba. Ciro Murayama
Читать онлайн книгу.más allá de la contundencia del triunfo de Andrés Manuel López Obrador en la elección presidencial de 2018 (obtuvo el 53% de los 56.6 millones de votos emitidos), lo cierto es que las condiciones para un cambio de gobierno estaban dadas por un sistema electoral que desde fines del siglo XX permitía, una y otra vez, hechos políticos que sólo ocurren en democracia. Baste enunciar que a partir de 1997 el presidente de la república, otrora vértice y árbitro de la vida nacional, perdió el control de la Cámara de Diputados; lo mismo ocurrió con el Senado desde el año 2000, lo que hizo efectiva la división de poderes y los contrapesos del Legislativo al Ejecutivo. En 1989 por primera vez la oposición ganó una gubernatura (Baja California), mientras que entre 2015 y 2018, de 33 elecciones a gobernadores, en 21 casos ganaron candidatos opositores. Esto arroja un índice de alternancia de 63.63%, el más alto de la historia, por lo que el federalismo político y la autonomía local respecto a los designios presidenciales han sido una realidad que conviene preservar.
Vale la pena detenerse en estos datos duros, en la expresión del sufragio como mecanismo privilegiado para renovar los mapas de gobierno y de representación política, pues se trata de un fenómeno fractal, es decir, que ocurre en las distintas escalas del sistema político, tanto en el plano nacional como en el ámbito de las entidades federativas y también en el nivel municipal.
Frente a visiones adánicas, que suponen que la historia política de un país puede tener un día cero, de creación, y no –como ocurre en la realidad– nutridos procesos de construcción social, política, institucional y legal con múltiples actores, es preciso analizar los resultados electorales de 2018 a la luz de las preferencias ciudadanas de elecciones previas, que subrayan una constante expansión de las alternancias y de la pluralidad. Un análisis que vaya más allá de una jornada electoral –sin excluirla, por supuesto– permite reconocer que las novedades democráticas en México no comenzaron en 2018 y que tampoco tendrían por qué darse por concluidas a partir de entonces.
PRESIDENCIA: CUATRO ELECCIONES COMPETIDAS Y TRES ALTERNANCIAS
En la elección presidencial de 2018 el candidato ganador obtuvo 30 millones de sufragios, que representan el 53% de la votación emitida (por lo que el resto de los sufragios, 47%, favorecieron a otras opciones en la boleta, se destinaron a candidatos no registrados o fueron votos nulos) y 54.8% de la votación válida.25 Habían transcurrido cinco elecciones presidenciales y 30 años desde la última vez que el ganador recibió más de la mitad de los votos. Pero poco tienen que ver ambas elecciones entre sí, salvo que fueron presidenciales, pues la de 1988 careció de los elementos de certeza básicos de la de 2018: autoridad electoral autónoma del gobierno, padrón confiable, condiciones equitativas de la competencia, mesas de casilla integradas por ciudadanos independientes, actas de escrutinio públicas, cifras oficiales de resultados el mismo día de la elección, calificación por un tribunal adscrito al Poder Judicial y no por un órgano político –la Cámara de Diputados convertida en colegio electoral– donde los partidos eran juez y parte.
2 En el cuadro 1 se muestran los partidos que encabezaron coaliciones y fueron los más votados en el seno de ellas. En 2000, el PAN encabezó la coalición Alianza por el Cambio junto con el Partido Verde Ecologista de México (PVEM); en 2018 conformó, junto con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Ciudadano (MC), la coalición Por México al Frente. En 2006, PRI y PVEM dieron forma a la coalición Alianza por México; en 2012 constituyeron la coalición Compromiso por México y en 2018, junto con Nueva Alianza (NA), la coalición Todos por México. El PRD, por su parte, se alió en 2000 con los partidos del Trabajo (PT), Convergencia, de la Sociedad Nacionalista y Alianza Social; en 2006, con el PT y Convergencia formó la coalición Por el Bien de Todos; en 2012, junto con el PT y MC, la coalición Movimiento Progresista.
Como se ha señalado, de cuatro elecciones presidenciales, tres han producido cambio de partido en el gobierno, esto es, un índice de alternancia muy alto, de 75%. El cuadro 1, que recoge los resultados de las elecciones presidenciales celebradas a lo largo del siglo XXI, muestra que en 2018 el ganador obtuvo, junto con el más alto porcentaje de sufragios, la mayor cantidad absoluta de votos. También permite conocer cómo les ha ido a los partidos en el gobierno al tratar de refrendar su mandato en las urnas. En 2000, el PRI perdió la Presidencia para quedar en segundo lugar. Fue una elección que se definió entre el candidato del gobierno y un opositor. Algo similar sucedió en 2006: una elección muy cerrada, con apenas 233 000 votos de diferencia entre los dos primeros lugares, que tuvo como protagonistas al candidato del partido en el gobierno (Felipe Calderón por el PAN) y el abanderado de la coalición de izquierda (López Obrador). En 2012, en la segunda alternancia presidencial, la disputa real fue entre dos candidatos provenientes de partidos en la oposición, mientras que la candidata del partido gobernante (el PAN) quedó en tercer lugar. Lo mismo ocurrió en 2018: López Obrador fue seguido a una considerable distancia por otro candidato de oposición (Ricardo Anaya). Así, la de 2018 fue la elección con el peor resultado para el partido en el gobierno en lo que va del siglo: en 2000 el saliente PRI tuvo 36.9%; en 2006 el PAN retuvo el gobierno con 37%; en 2012 el PAN perdió al lograr el 26%, y en 2018 el PRI alcanzó solamente 16.9%.
En la elección de 2006 frente a la de 2000, el PAN perdió 1 072 000 sufragios, por lo que redujo en 6.5% sus votos entre una elección y otra. Para 2012, el PAN recibió 2.1 millones menos de sufragios que en 2006, por lo que su respaldo cayó en 14.6%. En 2018 el PRI obtuvo 9.8 millones de votos menos que en 2012, esto es, su apoyo se redujo 51.5%. Como se aprecia, el ejercicio del poder ha implicado cada vez más desgaste electoral para el partido gobernante.
El cuadro 2 permite ver desde otro ángulo los resultados de la elección presidencial, que es el triunfo de cada fuerza política en las entidades de la federación. Así, mientras en 2000 y 2012 el candidato ganador de la elección obtuvo también las preferencias en 20 entidades, en 2006 la cerrada disputa electoral se tradujo en una división, en dos, de las preferencias electorales en el territorio nacional. En cambio, la contundencia del triunfo de Andrés Manuel López Obrador en 2018 fue tal que resultó el candidato más votado en 31 de las 32 entidades federativas –sólo en Guanajuato ganó Ricardo Anaya–.
Los mapas de la votación por la Presidencia de 2000 a 2018 permiten constatar cómo han cambiado las preferencias electorales geográficamente (figura 1). En el 2000, la izquierda, representada por la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, ganó sólo Michoacán; en tanto, fue abrumador el triunfo de Vicente Fox en el norte del país: obtuvo la victoria en los seis estados fronterizos con Estados Unidos. El PRI, a su vez, ganó en estados del sur, como Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Tabasco y Campeche (figura 1.A).
En 2006 la disyuntiva entre la coalición encabezada por el PAN y la del PRD hizo bicolor el mapa nacional, con un triunfo de Calderón en el norte –de nuevo toda la franja fronteriza– mientras que en el sur ganó López Obrador (figura 1.B).
La victoria electoral del PRI en 2012 se dio con la recuperación del voto mayoritario para la Presidencia en 20 entidades que no había logrado ganar seis años antes, e incluso obtuvo el triunfo en algunos estados donde no era la fuerza más votada desde el año 2000: arrebató al PAN Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Colima, Jalisco y Yucatán, que habían optado por la derecha en 2000 y 2006. El PRI ganó, además, Michoacán, que había votado por la izquierda en las dos elecciones presidenciales previas, y también Baja California Sur, que había votado antes por el PAN y el PRD de forma alternada (figura 1.C).
En 2018 López Obrador conquistó 15 entidades más de las que ganó en 2006 y 11 más de las que obtuvo en 2012. Entre los estados donde nunca había triunfado y alcanzó la más alta votación en 2018 están: Aguascalientes, Baja California, Coahuila, Colima, Chihuahua, Durango, Jalisco, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas y Yucatán (figura 1.D).
Figura 1. Mapas de resultados de elecciones presidenciales 2000-2018 por entidad federativa