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transmissions across frontiers not easily traced. [...] Critical discourse about poetry has said little about the daily conditions of our material existence, past and present: how they imprint the life of the feelings, of involuntary human responses _how we glimpse a blur of smoke in the air, look at a pair of shoes in a shop window, at a woman sleep in her car or a group of men on a street corner, how we hear the whir of an helicopter or rain on the roof or music on the radio upstairs, how we meet or avoid the eyes of a neighbor or a stranger. That pressure bends our angle of vision whether we recognize it or not. A great many well-wrought, banal poems, like a great many essays on poetry and poetics, are written as if such pressures didn’t exist. But this only reveals their existence. [...] And such a line can also be drawn between ideologically obedient hack verse and an engaged poetics that endures the weight of the unkonwn, the untracked, the unrealized, along with its urgencies for and against.

      Adrienne Rich, Poetry and Commitment

      Capítulo 1

       ¿Qué es la poesía digital?

      EL ENTORNO DIGITAL Y LA LITERATURA

      No t’adones de com ha anat canviant, el paisatge. No sols per l’acció dels elements sinó, i sobretot, perqué la teva mirada és ja una altra. (De qui és la mirada?)

      Antoni Clapés, in nuce

      La creación artística siempre da cuenta, de una manera u otra, de los cambios que se producen en las sociedades, tanto desde el punto de vista de los discursos que genera, como sirviéndose de los cambios tecnológicos con finalidades creativas. Ahora, la presencia de la literatura en el entorno digital es un fenómeno que se percibe con cierta normalidad, lo cual, por otra parte, ha sido posible a partir de la llamada web 2.0, es decir, desde que se ha hecho realidad la posibilidad de creación de contenidos y de apropiación de las herramientas por parte de los usuarios de la red sin tener que saber código de programación. El autodidactismo que promueve una Internet tan intuitiva hace que el hecho literario circule libre y vivo por el ciberespacio entre los lectores, los creadores, los agentes culturales y los negocios empresariales que se vinculan a ellos, como, por otra parte, circulan tantas otras cosas. Es innegable, sin embargo, que el entorno digital es el origen de cambios radicales en nuestra manera de comunicar y de comunicarnos y, por consiguiente, también transforma la creación y el consumo de la literatura.

      La literatura, en este contexto digital, se plantea como un diálogo fluido y constante, que se establece en múltiples direcciones. Desde el punto de vista de la recepción, la accesibilidad a las obras y la posibilidad de realizar lecturas compartidas son los ejemplos más ilustrativos de la potencia de los cambios provocados por Internet en relación con el consumo de literatura en nuestra vida cotidiana. La presencia de portales desde los que conseguimos acceder a multitud de obras (muchas de las cuales proceden de los caudales bibliográficos más importantes de la cultura occidental, ahora digitalizados), los intentos de las editoriales de crear y consolidar plataformas capaces de abastecer a nuestros lectores electrónicos de las últimas novedades editoriales y de las lecturas más especializadas y la gran cantidad de fórums literarios aptos para todas las generaciones y sobre todos los géneros, son testimonios directos de la colonización de la red por parte de la literatura y también por todo lo que acompaña al hecho literario. El rompimiento de barreras entre autores y lectores que la red facilita en muchas ocasiones, y la amplificación de los papeles que juegan los autores y los lectores, se tornan más globales y completos en este contexto internáutico. Será necesario valorar en profundidad cómo afecta esta nueva percepción de ambos protagonistas e interlocutores, autores y lectores, al fenómeno literario en sí mismo. De momento, el entorno digital y la red permiten un intercambio de papeles, lo cual facilita la permeabilidad del proceso de creación-recepción que se ha vuelto, en muchos casos, más poroso, con la retroalimentación de las valoraciones del público abre las obras literarias y el diálogo de los autores con sus lectores.

      Estos cambios, en lo que se refiere al consumo de la literatura en la era digital y en el entorno digital, podemos considerarlos radicales por como nos obligan a revisar todos los aspectos del hecho literario vinculados al autor y al lector (autoría y recepción, horizonte lector...) y, además, todos los aspectos sociales vinculados al hecho literario como bien de consumo cultural. De todas maneras, solo es necesario que situemos la mirada sobre la obra literaria como creación para comprender que, desde este punto de vista, la radicalidad de la metamorfosis se ha vuelto profundísima. La digitalidad y el entorno digital han provocado una transformación profunda en la literatura.

      Que la materia artística concreta (sea literaria, plástica o musical) experimente mutaciones fruto de un cambio tecnológico no es un hecho novedoso, sino que se ha dado a lo largo de los siglos de acuerdo con los cambios técnicos que los artistas siempre han aprovechado para explorar e investigar. Frecuentemente, sin embargo, perdemos de vista cómo otras evoluciones tecnológicas han influido antes sobre otras creaciones artísticas porque, siendo como somos protagonistas de cambios cada vez más acelerados, es difícil sustraerse a la rapidez de lo que nos rodea y comparar los tiempos y los protagonismos con perspectiva. Walter Benjamin nos ofrece en Breve historia de la fotografía (1931) algunos ejemplos valiosos, acertados y, sobre todo, útiles, a la hora de establecer una analogía sobre los cambios que provoca el entorno digital en la literatura.

      Benjamin apunta algunas reflexiones sobre el avance tecnológico que supuso la fotografía y como esta hacía vacilar las seguridades metodológicas de algunos pintores. Estas breves pinceladas las volveremos a encontrar en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1936), donde Benjamin reflexiona con mayor abundamiento sobre cómo la possibilidad de reproducción de las grandes obras de arte diluye su “aura”, su alma auténtica, pero, contrariamente, esta posibilidad de difusión las convierte en productos culturales pertenecientes a la colectividad. Esta apropiación colectiva de la cultura, del arte, se da también en el entorno digital o, mejor dicho, el entorno digital e Internet contienen las características necesarias para que esta apropiación se pueda dar.

      La reflexión sobre la técnica, el arte y la idea de “aura” la inicia Benjamin por vez primera en relación con la fotografia y apunta con lucidez aspectos singulares sobre la transformación que la difusión de la fotografia provocó tanto en las artes plásticas como en la literatura, mostrando las relaciones entre las diferentes disciplinas artísticas como un sistema global que se ve alterado, obviamente, por cualquier cambio tecnológico en su seno. O, dicho de otra manera, cómo los cambios socials (los tecnológicos lo son de alguna manera) trastocan la expresión artística de manera global, aquella que se sirve de estas herramientas directamente y también aquella que no lo hace en primera instancia:

      Pero no conviene olvidar como con la extensión de las técnicas de reproducción, ha cambiado la percepción de las grandes obras. Ya no se perciben como obras de un individuo, sino que se han convertido en producciones colectivas, tan poderosas que, para poder asimilarlas, hay que empequeñecerlas. Los procedimientos de reproducción son, en definitiva, técnicas reductivas que permiten contener unas obras que, de lo contrario serían inutilizables1.

      También manifesta esta misma idea, y lo hace en relación con la fotografía y la literatura, Paul Valéry, en el discurso del 7 de enero de 1939 como delegado de la Academia Francesa:

      Incluso, al principio, pareció que la maravillosa invención pudo mermar la importancia del arte de escribir y sustituirlo en más de una ocasión, antes que procurarle nuevos recursos o enseñanzas de gran valor. El grado de precisión que puede pretender el lenguaje, cuando se desea emplearlo para dar idea de cualquier objeto de la visión, es casi ilusorio. Por más hábiles que seamos en nuestro oficio de escritores ¿cómo describir un lugar o un rostro de manera que lo que hayamos escrito no sugiera tantas visiones diferentes como lectores tengamos? Abran un pasaporte y la diferencia es notoria: la descripción que garabateamos en él no soporta la fotografia pegada a su lado.

      Así, la existencia de la fotografia nos invitaría, más bien, a dejar de querer “describir” aquello que puede en sí mismo, quedar “registrado”; y es necesario reconocer que, en realidad, el desarrollo de este procedimiento y de sus funciones tiene por consecuencia un


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