Contra la corriente. John C. Lennox

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Contra la corriente - John C. Lennox


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En una ocasión, cuando era estudiante, me encontraba en una cena, sentado al lado de un ganador del premio Nobel. Traté, como mejor sabía en aquel momento, de involucrarlo en una conversación sobre la realidad de Dios. Después de la cena, me invitó junto con algunos de sus colegas profesores a su oficina para un café. Yo era el único estudiante presente y la atmósfera era intimidante, para expresar lo menos. Cuando estábamos más o menos acomodados (excepto en mi caso) me preguntó si me gustaría hacer una carrera seria en la ciencia:

      —Sí, señor —expresé. Él respondió:

      —Entonces desiste de esas ideas infantiles sobre Dios. Solo te van a traer desventaja intelectual entre tus compañeros.

      Era un momento decisivo. Le pregunté qué tenía para ofrecerme como explicación racional sobre el universo y sus leyes, como una alternativa a Dios. Me sorprendió al tratar de explicar que el responsable era algún tipo de «fuerza vital». Yo creía que tal tipo de pensamiento estaba arcaico. Traté de hacerle ver de manera gentil que para mí eso era menos racional que lo que ya yo creía. Quedé descartado de inmediato.

      La presión aumenta hoy en día. Si va a lucir bien, desde el punto de vista de muchos científicos y de aquellos que los siguen, entonces es mejor que sea ateo. Una prometedora estudiante de Biología de Oxford me contó que sus profesores le habían repetido mucho esto. Ellos le expresaban que las convicciones sobre el mundo que ella tenía solo obstaculizarían su ciencia. ¡Como si su propio ateísmo no fuera una cosmovisión! Los nuevos ateos se denominan los «brillantes» (término de Dan Dennett), la implicación es que el resto somos tontos.

      Si va a ser tolerante en estos días, se le informará que no puede confesar de manera pública que Jesucristo es el camino, y la verdad, y la vida (Juan 14:6). Tendrá que reconocer que todas las religiones son formas válidas de buscar algún tipo de realidad última: Dios, dioses, o lo que sea. No se puede permitir que una aldea global sea dividida por demandas de verdad absoluta. Y así sucesivamente…

      Por tanto, es cada vez más difícil evitar la marginalización como resultado de caminar fuera de la línea políticamente correcta. Puede ser un negocio costoso. Daniel y sus amigos estaban dispuestos a pagar cualquier precio con tal de mantener a Dios como su valor supremo.

      Leemos que Dios los honró, y no solo con una mejor apariencia física: les dio instrucción y capacidad en toda ciencia y literatura. Además, Daniel resultó estar especialmente dotado para entender visiones y sueños, un don que pronto sería puesto a prueba. Cuando Nabucodonosor en persona los examinó al final del curso intensivo de tres años, Aspenaz debe haber estado orgulloso al ver que sus encargados eran los mejores de la clase. De hecho, el emperador los halló diez veces mejores que a cualquier otro en todo el imperio. Estaban claramente destinados para la prominencia.

      Sin embargo, sería un error (tal vez doloroso) pensar que esta historia de algún modo nos garantiza que si honramos a Dios con nuestro testimonio Él nos hará genios intelectuales y administrativos como Daniel y sus amigos. Es bien cierto que Dios les dio su capacidad. Eso es lo que Dios hizo por cuatro personas en aquel tiempo. No es garantía de que hará lo mismo por nosotros en nuestro tiempo. Él tenía un propósito muy especial para ellos, y también tiene uno para nosotros. Así como Dios los equipó para su propósito, Él nos equipará para el nuestro; pero quizás ambos propósitos sean muy diferentes. En términos cristianos: como a Él le plació, Dios nos ha incluido en el gran cuerpo de Cristo, esa unidad orgánica que es la iglesia. Cada uno de nosotros tiene una función diferente. Todas son de igual modo necesarias y valiosas, aunque no todas son tan visibles (ver 1 Corintios 12:1-26). Debemos aprender a contentarnos con el valor que Dios nos da, como hizo Abraham (como vimos en nuestro estudio de la ideología de Babilonia); y el contentamiento viene cuando entendemos que a Dios le plació hacernos tal cual somos.

      La primera etapa del relato de Daniel ahora está completa. Él y sus amigos han puesto a Dios como su objetivo. El resto del libro nos contará cómo esa resolución inicial se desarrolló hasta ser un hábito establecido de por vida.

      CAPÍTULO 8

      LA ESTRUCTURA LÓGICA DE DANIEL

      Ahora que hemos visto algunos de los temas que introducen la obra de Daniel, debemos hacer una pausa para examinar el libro como un todo y obtener una idea de cómo está formado. Esto nos dará el sentido de la línea de pensamiento y desarrollo del libro y, por lo tanto, nos ayudará a captar su mensaje vivo en nuestras mentes y corazones.

      Cuando se compara con la obra de grandes profetas como Isaías y Jeremías, el libro es relativamente corto. Es único en la literatura bíblica ya que fue escrito en dos idiomas. Una sección corta en hebreo, a la que le sigue una larga sección en arameo y al final otra sección en hebreo. El arameo era una lengua franca en aquel tiempo, por lo tanto, habría sido accesible a muchas más personas que el hebreo, el cual estaba mucho más localizado en su uso. Quizás Daniel tenía diversos tipos de lectores en mente. Solo podemos especular. Al menos podemos ver que la sección en arameo contiene una declaración extraordinaria escrita en primera persona por el emperador Nabucodonosor. Nos relata cómo llegó a reconocer la existencia y el poder del único Dios verdadero, y a adorarlo. La disponibilidad por escrito de la declaración del emperador habría sido muy útil para los exiliados en su testimonio de Dios entre las naciones. En mis comentarios sobre la estructura del Libro de Daniel, el artículo de gran influencia del profesor D. W. Gooding MRIA11 desempeña una función especial. Podemos obtener una idea de lo que está en el libro como un todo al hacer una lista sencilla de su contenido.

      Tabla de contenidos del libro de Daniel

      1. Daniel rechaza la comida del rey

      2. La imagen del sueño de Nabucodonosor

      3. La estatua de oro de Nabucodonosor: tres hombres en el horno de fuego ardiendo

      4. La disciplina y la restauración de Nabucodonosor

      5. El juicio de Belsasar: fin del poder imperial de Babilonia

      6. Daniel se niega a orar al rey Darío: Daniel en el foso de los leones

      7. La visión de Daniel de cuatro animales

      8. La visión de Daniel de dos animales

      9. La profecía de Jeremías sobre Jerusalén: La oración de Daniel

      10. La escritura de verdad: el tiempo del fin

      De esta manera, pareciera que hay diez secciones principales en la obra de Daniel. Las primeras nueve corresponden a las divisiones de capítulos que se han hecho (mucho después) en nuestras traducciones, y la décima abarca el resto del libro, como es obvio los capítulos 10–12 forman una unidad literaria.

      ¿Qué sentido tienen en su conjunto? Las primeras seis secciones parecen estar en orden cronológico, pero la séptima y la octava regresan otra vez al reinado de Belsasar, así que el orden del material no es uniformemente cronológico. Por supuesto, existen muchas y diversas maneras de ordenar un material: de forma cronológica, geográfica, temática, y así sucesivamente, y cada una de ellas es lógica en su manera. Así que necesitamos preguntarnos qué consideraciones razonables podrían haber estado en la mente de Daniel cuando juntó su material.

      Cuando observamos nuestra tabla de contenidos, comienza a aparecer un patrón cuya función es un tipo de esqueleto o andamio que sostiene la línea de pensamiento y lógica del argumento. Muestra las conexiones entre la serie de temas que Daniel había seleccionado. Las secciones se agrupan fácilmente de la siguiente manera.

      El libro comienza con una escena en la corte de Babilonia, el principal incidente es el relato de la negación de Daniel y sus amigos a comer la comida real en la universidad del rey. Las dos secciones siguientes se refieren a imágenes de enormes proporciones: la imagen gigantesca que Nabucodonosor vio en su sueño y luego la estatua real y colosal que él construyó. La primera imagen tenía una cabeza de oro, que se interpreta por ser Nabucodonosor mismo; y la segunda fue hecha de oro por completo.

      Las dos secciones siguientes se refieren a la disciplina de


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