Contra la corriente. John C. Lennox

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Contra la corriente - John C. Lennox


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Lo que lo hace no accidental no puede estar en el mundo, porque de lo contrario esto sería accidental nuevamente. Debe estar fuera del mundo.

      El corazón del monoteísmo es que Dios, que está fuera de la historia, es el garante del significado. Como Aquel que está fuera del cosmos en expansión, Él está capacitado de forma excepcional para darle significado. Uno de los principales enfoques de la obra de Daniel es la lucha con las dificultades morales que la historia presenta. Pero Daniel, al igual que los otros escritores bíblicos, no quiere por ese motivo insinuar un fatalismo o un determinismo que reduzca a los seres humanos a peones indefensos cuyas vidas individuales, con sus amores y elecciones, sus éxitos y fracasos, no tienen ningún significado fundamental. Es evidente que en un universo completamente determinista el amor y la elección genuinas serían imposibles.

      Cuando Pablo, el apóstol cristiano, se dirigió al augusto tribunal filosófico ateniense, el Areópago, señaló que ni la explicación estoica del universo (que resalta procesos deterministas) ni la explicación epicúrea (que resalta procesos fortuitos) eran adecuadas para captar la sutileza de las cosas como ellas son.

      Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros (Hechos 17:26-27).

      Según Pablo, Dios tiene el control total de la historia; pero esto no elimina, evita o invalida la responsabilidad humana de buscar y acudir a Dios.

      Este tema ha sido objeto de debate filosófico durante siglos. Sin embargo, la Biblia no trata la cuestión mediante un tratado filosófico sobre el tema, sino que más bien centra la atención en la forma en que esto funciona en la historia práctica. Este es un método de comunicar las ideas que encontramos en la buena literatura rusa. En un sentido real, sus filósofos son sus novelistas. Si los rusos desean explorar ideas profundas y complejas, como el problema del mal y el sufrimiento, escriben novelas sobre el tema, La guerra y la paz de Tolstoi o Los hermanos Karamazov de Dostoievski son ejemplos de ello.

      Así sucede también en la Biblia. El apóstol Pablo indica en otra parte (en Romanos 9–11) que podemos comprender mejor la relación entre la participación de Dios en la historia y la responsabilidad humana al echar un vistazo a la (compleja) historia de Jacob, a cuyos padres se les comunicó antes de su nacimiento que él jugaría un papel especial. Como el relato del Génesis lo muestra, esta elección soberana ciertamente no implicaba un determinismo divino que privara a Jacob de su libertad de elegir. De hecho, la narración muestra en detalle cómo Dios responsabilizó a Jacob por los métodos que adoptó para asegurar ese papel, y como consecuencia Dios lo disciplinó, particularmente a través de su relación con sus propios hijos. Por ejemplo, Jacob engañó a su padre Isaac, quien estaba casi ciego, al usar la piel áspera de un cabrito para fingir ser su hermano mayor Esaú. Muchos años más tarde, el mismo Jacob fue engañado cuando lo hicieron pensar que José, su hijo favorito, había muerto, cuando sus otros hijos le llevaron la capa de José empapada en la sangre de un cordero. Esta historia por sí sola es suficiente para mostrar cuán compleja es la obra del control general de Dios en la historia, al tener en cuenta un grado de verdadera libertad y responsabilidad humanas.

      Historias como estas también muestran que nosotros, con todas las limitaciones de nuestra humanidad, nunca podemos tener una comprensión plena de la relación entre el gobierno de Dios en la historia y la libertad, y las responsabilidades humanas. No obstante, eso no significa que no debemos creer en ambas cosas. Después de todo, la mayoría de nosotros creemos en la energía, aunque ninguno de nosotros sabe lo que es. La creencia de que tanto el gobierno de Dios como la libertad humana son reales, se justifica principalmente porque esta perspectiva tiene un poder explicativo considerable. (De manera similar, en las explicaciones físicas de la luz se tolera el conflicto de ver la luz simultáneamente como partículas y como onda.) La narrativa bíblica, y de hecho la historia misma, tiene más sentido a la luz de esta compleja perspectiva que negar ya sea el gobierno de Dios o un grado de libertad humana. También se requiere mucha humildad, en vista de lo que en última instancia (y quizás necesariamente) está marcado por cierto grado de misterio.

      Poder explicativo

      En una ocasión, después de dar una conferencia sobre la relación de la ciencia con la teología en una institución científica importante en Inglaterra, un físico me preguntó cómo yo podía ser un científico matemático en el siglo XXI y mantener la creencia fundamental de la fe cristiana de que Jesucristo era humano y Dios a la vez. Le respondí que estaría encantado de atender a su pregunta si él primero me contestaba una pregunta científica mucho más fácil. El aceptó.

      —¿Qué es la conciencia? —Pregunté.

      —No lo sé —respondió él, después de vacilar un poco.

      —No importa —le dije—. Pensemos en algo más fácil. ¿Qué es la energía?

      —Bueno —expresó—, podemos medirla y escribir las ecuaciones que rigen su conservación.

      —Sí, lo sé, pero esa no fue mi pregunta. Mi pregunta fue: ¿qué es la energía?

      —No lo sabemos —dijo con una sonrisa— y pienso que usted está al tanto de eso.

      —Sí, he leído a Feynman al igual que usted y él afirma que nadie sabe qué es la energía. Eso me lleva a mi punto principal. ¿Estoy en lo correcto al pensar que usted iba a descartarme (y a mi creencia en Dios) si no era capaz de explicar la naturaleza divina y humana de Cristo?

      Él sonrió otra vez y no dijo nada. Yo proseguí: —Bueno, del mismo modo, ¿se sentiría usted feliz si ahora yo lo descartara y a todo su conocimiento de la física por no poder explicarme la naturaleza de la energía? Después de todo, de seguro la energía por definición es mucho menos compleja que el Dios que la creó.

      —¡Por favor, no lo haga!

      —No, no voy a hacerlo, pero voy a formularle otra pregunta: ¿por qué cree usted en los conceptos de conciencia y energía, aunque no los entienda plenamente? ¿No es por el poder explicativo de esos conceptos?

      —Veo a dónde quiere llegar —respondió—. Usted cree que Jesucristo es Dios y hombre a la vez porque esa es la única explicación que tiene el poder de dar sentido a lo que sabemos de él. ¿No es así?

      —Exactamente.

      Si no hemos de sentirnos intimidados innecesariamente por este tipo de argumentación, necesitamos comprender que los creyentes en Dios no son los únicos que creen en conceptos que no entienden por completo. A los científicos también le sucede esto. Descartar a los creyentes en Dios como si no tuvieran nada que decir, porque no pueden explicar la naturaleza de Dios, sería tan absurdo y arbitrario como descartar a los físicos por no saber qué es la energía. Sin embargo, eso es exactamente lo que a menudo sucede.

      Esta argumentación, útil a nivel de un debate académico, también puede ayudar a calmar las aguas tempestuosas de la experiencia práctica. Daniel no brinda una explicación filosófica detallada, que resuelve el conflicto entre la soberanía de Dios y la responsabilidad humana; aunque con su conocimiento de la Escritura, sospecho que habría sido capaz de hacerlo. Sea cual sea la respuesta a esa pregunta, no es difícil imaginar que las predicciones de Jeremías fueron una ayuda inmensa para prepararlo a él y a sus amigos para los días oscuros y turbulentos de su deportación:

      Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros… (Jeremías 29:10-14).

      Si analizamos la historia de Daniel es obvio que él tomó en serio lo que Jeremías había profetizado; y así debemos hacer nosotros también. En tiempos de estrés


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