Contra la corriente. John C. Lennox
Читать онлайн книгу.de nuestro propio siglo, especialmente en Occidente. Ya sea que crea en Jesús, Buda, los Beatles, cristales, la Madre Tierra, o alguna otra cosa que llame su atención, todo debe considerarse al mismo nivel; todo tiene el mismo valor para el relativista. De hecho, muchos están convencidos de que esta posición es por mucho la más segura de adoptar. Ellos expresan: los absolutistas son peligrosos, en especial las religiones absolutas. Sam Harris escribe (2005, pág. 15): «Hemos sido lentos en reconocer el grado al que la fe religiosa perpetúa la inhumanidad del hombre hacia el hombre». La solución que sugiere es radical: «Palabras como “Dios” y “Alá” tienen que seguir el camino de “Apolo” y “Baal”, o van a deshacer nuestro mundo» (pág. 14). Él no solo desea relativizarlos, sino relegarlos al museo de la historia de las ideas anticuadas y descartadas. Considera el ateísmo como la única opción defendible.
La historia sin duda ha mostrado que esto no puede ser tan simple, si no existe otra razón, por el hecho evidente pero fácilmente ignorado de que el comunismo inspirado en el ateísmo ha sido responsable de más derramamientos de sangre que la suma de todos los conflictos por motivos religiosos, sin importar cuánto Dawkins, Harris, Hitchens y otros intenten disimularlo (ver Lennox 2011, cap. 4). Sin embargo, debemos tomar en serio su crítica, ya que la cristiandad ha sido marcada de forma trágica por escándalos penosos e inexcusables, no son para menos las Cruzadas de la Edad Media y la violencia en Irlanda del Norte. Es importante analizar por qué estos eventos fueron inexcusables. La razón es que la misma Persona que las Cruzadas decían que representaban, abiertamente les prohibió a Sus seguidores el uso de la espada para defenderlo a Él o Su mensaje. Lejos de ser seguidores de Jesús, estaban desobedeciéndolo. (Tenga en cuenta que la cuestión de la defensa de un país o nación en particular lógicamente no tiene que ver con la defensa de Cristo y Su mensaje.)
Es necesario aclararle a nuestra generación (muchos de los cuales solo tienen una vaga idea de los hechos, cuanto más) que cuando Jesús fue traído ante el procurador romano bajo la acusación de activismo político contra el estado, es decir, fomento del terrorismo, Pilato públicamente lo declaró inocente de esa acusación. Bajo interrogatorio, Jesús con detenimiento le explicó a Pilato la naturaleza de Su reino y gobierno: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían (Juan 8:36). Así que estaba bien claro para el gobernador romano que Jesús no representaba ninguna amenaza revolucionaria. Pilato habría sabido que Jesús quería decir lo que expresó, porque él habría recibido el informe de las circunstancias que rodearon Su arresto. En especial, sabría que cuando uno de los discípulos de Jesús, Pedro, hizo una salvaje acometida con una espada y le cortó la oreja a uno de los siervos del sumo sacerdote, Jesús le ordenó que pusiera a un lado la espada, y le sanó la oreja a aquel hombre. Se nos pudiera perdonar si tan solo reconociéramos que el uso de espadas o cualquier otra fuerza física para defender a Jesús y Su reino tiene el efecto de cortar orejas, de una forma u otra: la violencia sigue siendo una de las principales razones por la que las personas no escuchan el mensaje de Cristo.
La principal implicación de todo esto es obvia. Si alguien usa fuerza de cualquier tipo para imponer el mensaje de Cristo a las personas desafía Sus mandamientos explícitos. En otras palabras, está involucrado en actividades anticristianas. Por lo tanto, se prueba que su pretensión de ser seguidor de Cristo es falsa. La existencia de dinero falso no prueba que no exista lo real y lo genuino, aun cuando se haga más difícil encontrarlos.
Rechazar las afirmaciones de Cristo sobre la base de que son absolutistas y que de forma inevitable conducen al derramamiento de sangre, sería una reacción muy superficial y desequilibrada. Sería mucho más justo para la historia leer sus declaraciones contra los antecedentes que, desde tiempos remotos, el cristianismo genuino ha tenido un registro positivo por cuidar a los miembros débiles e indefensos de la sociedad.
Relativizar la verdad
La tendencia a relativizar no termina con la religión. De hecho, cuando usted analiza esto, se da cuenta de que cualquier tendencia a relativizar afecta de forma inevitable los valores y al final incluso la verdad en sí misma. Este aspecto del postmodernismo está lejos de ser nuevo. Alrededor de tres siglos después de la época de Daniel, el sofista griego Protágoras desestimó la noción de la verdad absoluta sobre la base de que las personas bien podrían tener diferentes opiniones sobre si el viento se sentía frío o no. Más tarde, Sócrates expuso el error en la lógica de Protágoras, al hacer la distinción entre la verdad objetiva y nuestra respuesta subjetiva a ella. Nos preguntamos qué habría hecho Protágoras con un termómetro.
En el centro del postmodernismo yace una patente auto contradicción. Espera que aceptemos como verdad absoluta que no existen verdades absolutas. Debemos notar esta característica común y funestamente errónea del pensamiento relativista: trata de excluirse a sí mismo de sus propios pronunciamientos. El hecho es que nadie puede vivir sin un concepto de verdad absoluta. Si usted no cree esto, trate de convencer a un gerente de banco de que las cifras rojas que ve en su computadora debajo de su número de cuenta no son valores absolutos.
De hecho, en los negocios prácticos y comunes de la vida, las personas tienden a ser relativistas solo en aquellas áreas que consideran asuntos de opiniones y no de hechos. Todos actuamos como si creyésemos que los relojes nos indican la verdad sobre el tiempo. No somos pluralistas sobre si Londres es la capital de Inglaterra, o si 2+2=4. Los nuevos ateos no son postmodernos cuando se trata de proclamar la verdad del ateísmo y negar la existencia de Dios.
Este punto merita énfasis. Es muy superficial expresar que alguien es un relativista, por la sencilla razón de que nadie es un relativista en todas las áreas. De hecho, en la mayoría de las áreas, todos resultamos ser absolutistas.
CAPÍTULO 4
CUESTIÓN DE IDENTIDAD
Daniel 1
Aunque Nabucodonosor era un monarca despiadado, poseía la inteligencia y perspicacia suficientes como para no adoptar una política de total opresión a la hora de gobernar sobre los disímiles pueblos de su imperio. Creía que podía cambiar a las personas, así que elegía a los más capaces entre los cautivos de las naciones conquistadas y los entrenaba a fondo. Adiestraba a los jóvenes porque generalmente las personas mayores tienen conductas muy arraigadas y resulta más difícil moldearlas. Debían ser bien parecidos, poseer una excelente presencia física y mostrar grandes aptitudes tanto intelectuales como administrativas. Era necesario que aprendieran el idioma y la literatura babilónicos. Nabucodonosor conocía la importancia del lenguaje y de las letras en el proceso de asimilación cultural. Insistía en que su futura élite recibiera un curso intensivo de saturación cultural por tres años. Su intención a todas luces era que, al finalizarlo, los aprendices fueran partidarios y no extranjeros. Con el tiempo enviaban a algunos de los graduados a sus países de origen, para que combinaran su formación con el conocimiento local y ejercieran como representantes del gobierno de Babilonia. Sin embargo, Daniel y sus amigos demostraron ser tan capaces que permanecieron en el círculo de poder del imperio.
Daniel es parco en detalles. Registró un incidente temprano, que revela el tipo de ingeniería social que formaba parte de la filosofía de Babilonia. Estaba relacionado con los nombres. Aspenaz, el funcionario encargado de los nuevos reclutas del curso élite de la universidad, les comunicó a los cuatro jóvenes que iba a reemplazar sus nombres hebreos por nuevos nombres babilónicos. Pudiera parecernos algo inofensivo, pero en realidad era una forma de erradicar cualquier tipo de distinción que sus nombres extranjeros pudieran comunicar.
Las autoridades impedían tal posibilidad porque sus nombres no solo indicaban su origen hebreo, sino que daban testimonio del Dios en quien creían. A juzgar por el relato que sigue, podrían utilizarlos con facilidad en sus conversaciones y de esta manera comunicar algunos atributos de Dios que resultarían completamente nuevos para sus compañeros de estudios en Babilonia.
¿Qué transmite un nombre?
Imaginemos una conversación entre Daniel, sus amigos y tres estudiantes babilonios a quienes llamaremos Adapa, Ninurta y Nabu. Entramos en el debate cuando se enteran de que Adapa toma su nombre del primer mortal, hijo de los dioses Enlil y Ninlil, que Ninurta