Teorías del Imperialismo y la Dependencia desde el Sur Global. John Smith

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Teorías del Imperialismo y la Dependencia desde el Sur Global - John Smith


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el chovinismo colonial al proletariado de esos países” (Lenin [1907] 1960, T. 13: 71). Y finalmente, polemizando contra la arrogancia del “socialismo” colonialista difundido en la Segunda Internacional, Lenin aporta una teorización de una importancia incalculable a los fines de este estudio. Entonces escribe: “Pues bien, la vasta política colonial ha llevado en parte [subrayado de Lenin. N. K.] al proletariado europeo a una situación por la que no [subrayado de Lenin. N. K.] es su trabajo el que mantiene a toda la sociedad, sino el trabajo de los indígenas casi totalmente sojuzgados de las colonias [subrayado de N. K.]” (Lenin [1907] 1960, T. 13: 71).

      Si observamos detenidamente su razonamiento, resulta que, en el capitalismo imperialista comprendido como sistema mundial, no sería el trabajo de las clases obreras europeas y occidentales —aquellas que operarían con mayor nivel de “productividad” y tecnología— el que mantendría a toda la sociedad, permitiendo su reproducción social, sino... “el trabajo de los indígenas casi totalmente sojuzgados de las colonias” (sic).

      Esta reflexión de Lenin, quien jamás escribe “a vuelapluma” ni formula juicios de manera puramente retórica, sino precisando y puliendo de manera obsesiva cada uno de sus conceptos, hipótesis y categorías, plantea la tesis según la cual la explotación de “los indígenas” (es altamente probable que mediante este término el líder bolchevique no se esté refiriendo exclusivamente a los pueblos originarios, tal como los entendemos hoy en día [2022], sino a todos los pueblos explotados de las sociedades coloniales y dependientes) permite reproducir no solo el capitalismo colonial, semicolonial y dependiente, sino también... a las sociedades metropolitanas, occidentales y “civilizadas” del capitalismo imperialista.

      En el conjunto de su obra, Lenin no profundiza ni desarrolla con lujo de detalle esta hipótesis suya, de altísimo valor teórico y político para los estudios contemporáneos, formulados desde el Sur Global. Se concentra prioritariamente en el análisis, la crítica y la denuncia de las empresas, sociedades y naciones imperialistas. Pero evidentemente tenía muy en claro el papel fundamental de esta explotación de “los pueblos indígenas” por parte de sus burguesías nativas y del régimen imperialista, en tanto sistema mundial, al punto que llega a afirmar que ese trabajo indígena... brutalmente sojuzgado... es el que “mantiene a toda la sociedad” (¡sic!).

      Semejante hipótesis de 1907, aún sin desarrollar al detalle, está presente en sus planteos sobre el derecho de las naciones oprimidas a la autodeterminación (de 1914) y, sobre todo, en la política radicalmente antiimperialista y anticolonialista que adoptará la Internacional Comunista bajo su liderazgo, en sus primeros congresos (Schlesinger [1967] 1977: 46-48).

      Aun sin haber empleado la palabra textual “superexplotación” ni haber recurrido a la expresión “explotación redoblada”, resulta innegable que dicho concepto teórico explicativo se encuentra en su teoría crítica y en la denuncia económica y política que Lenin hace del imperialismo. Aproximadamente seis décadas antes de que lo empleara y desarrollara Ruy Mauro Marini como una de sus categorías centrales en la teoría marxista de la dependencia.

      Habiendo entonces superado y dejado atrás aquellos antiguos debates y polémicas contra populistas liberales y marxistas legales de la última década del siglo XIX, a inicios del siglo XX, Lenin se introduce de lleno en nuevas controversias de largo aliento y alto nivel teórico. Ahora centradas en la presunta teoría del “derrumbe” automático del capitalismo, que algunos quisieron encontrar en El Capital para cuestionar a Marx y su proyecto revolucionario, tratando de derivar el socialismo, no de la teoría de la crisis capitalista y la organización revolucionaria imprescindible para intervenir políticamente en el campo de probabilidades que abren sus contradicciones antagónicas sino a partir del... ¡iluminismo de la ética kantiana!

      A varios kilómetros de distancia de ese reformismo revisionista, Lenin nunca se desbarrancó por la pendiente de las unilateralidades de quienes creyeron toparse en los estudios de Marx con una consoladora teoría del “derrumbe”, ineluctable y automático, del sistema capitalista (sea por sus desproporcionalidades endógenas, propias de la acumulación capitalista; sea por el subconsumo, correspondiente a las dificultades de la circulación y la realización del plusvalor); así como tampoco cayó seducido ante los cantos de sirena de un supuesto mandato ético y su correspondiente “imperativo categórico” absoluto, acrítico y falsamente universal.

      Derrumbe ineluctable y depresión crónica, por un lado, mandato ético e imperativo categórico, por el otro. Una típica “antinomia del pensamiento burgués”, según explicó Lukács (Lukács [1923] 1982: 120). Antinomia que Lenin impugnó al mismo tiempo por constituir dos caras de la misma moneda reformista, manteniendo la brújula del marxismo revolucionario en medio de “revisionistas” y “ortodoxos”, ambos bandos enfrentados dentro de un mismo paradigma hegemónico en tiempos de la Segunda Internacional, que Lenin enfrentó con su teoría del imperialismo y su reflexión sobre la crisis capitalista y la emergencia de las “situaciones revolucionarias”.

      La aguda y encendida polémica del pensador bolchevique contra el reformismo en sus diferentes vertientes y matices resulta difícil de diluir o desdibujar, a pesar de los eruditos y denodados esfuerzos llevados a cabo por Giacomo Marramao (Marramao 1978: 7-49), ensayista italiano cuyos infructuosos intentos por borrar las fronteras entre la Segunda Internacional y la Internacional Comunista, así como los límites entre reformismo y leninismo, fueron seguidos al pie de la letra, y de modo completamente acrítico, durante la segunda mitad de los años 1970 y toda la década de 1980, por el argentino José Aricó, una vez que este último girara definitivamente hacia la socialdemocracia (Aricó [1976-1977] 2012: 211-244). Quién sabe qué malabarismos teóricos y políticos ensayarían Marramao y Aricó para resignificar la siguiente proposición de Lenin, presente en el prólogo a las ediciones francesa y alemana de El imperialismo, fase superior del capitalismo, escrito el 6 de julio de 1920: “La escisión internacional de todo el movimiento obrero se muestra ahora con toda nitidez (II y III Internacional). La lucha armada y la guerra civil entre las dos tendencias [subrayado N. K.] es también un hecho evidente [...]”, y a continuación Lenin enumera, una por una, las confrontaciones entre ambas internacionales en diversos países, incluyendo el asesinato de Rosa Luxemburg y los espartaquistas en Alemania a manos de la socialdemocracia reformista (Lenin [1916a] 1960, T. 22: 203; Lenin [1916b] 2009: 405).

      En ese nutrido y variopinto conglomerado del cual se fue desmarcando Lenin cada vez con mayor énfasis y contundencia, cabe incluir a una buena parte de quienes se empantanaron, confundiendo la lógica con la historia, girando en falso en torno a los esquemas marxistas de reproducción del libro segundo, descontextualizados del resto de hipótesis y teorías de El Capital.

      El principal pensador bolchevique logró desmarcarse y diferenciarse tanto de los “catastrofistas” como de los “revisionistas” por no haber confundido jamás los presupuestos lógico-dialécticos y metodológicos de El Capital con las realidades empíricas de cada una de las formaciones económico sociales integradas en el sistema mundial imperialista.

      Un segmento importante de esos nuevos debates comenzaron principalmente, a partir de las intervenciones del ya mencionado Mijaíl Ivanovich Tugán-Baranovski, primero con su obra Estudios sobre la teoría e historia de las crisis comerciales en Inglaterra [1894] y luego con su Fundamentos teóricos del marxismo [1905]. Tugán-Baranovski, marxista legal, neoarmonicista y revisionista, creyó identificar en Marx dos teorías distintas del “derrumbe”, una basada en la caída tendencial de la tasa de ganancia, la otra en el subconsumo. Primero le respondió, desde la supuesta “ortodoxia”, Heinrich Cunow, defendiendo la pretendida teoría del “derrumbe”. A su turno Karl Kautsky, por entonces también “ortodoxo”, le contestó a Tugán-Baranovski intentando reemplazar la teoría del “derrumbe” por la teoría de la crisis entendida como “depresión crónica continua”, pero sin salirse a fondo del planteo de origen. También participaron del debate Conrad Schmidt, homologando aquella supuesta teoría del “derrumbe” con el subconsumismo, posición que incluso profundizó Louis B. Boudin (Sweezy [1942] 1973: 211-236).

      El bando revisionista, aspiró a escapar de la presunta teoría determinista y objetivista del “derrumbe”, cayendo en los brazos de Kant, condimentado con el cooperativismo y el gradualismo,


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