Grupo TA.LI.UM.. Группа авторов
Читать онлайн книгу.literarias nos permiten no solo afianzarnos como grupo, sino también crecer nuestra dinámica personal frente a lo que bien pueda ser simplemente un hobby como estudiantes universitarios o pueda llegar a convertirse en su máxima proyección.
En adelante, mientras sigamos buscándole la otra pata al gato nos llamaremos TA. LI. U. M. - RELATA Santa Marta.
“No dejar para mañana lo que se puede hacer hoy” o el III Concurso de Cuento Corto Semana Cultural 2019
Antes de la pandemia habíamos dinamizado también un concurso en el marco de la XIX Semana Cultural y Deportiva Unimagdalena que quedó en standy by buscando el momento preciso para la publicación de los textos ganadores. En aquella ocasión se convocó a todos los estudiantes activos de la Universidad del Magdalena. La temática fue un “Tributo al Mar”. Los participantes escribieron un cuento corto con máximo 250 palabras, totalmente inédito. El cuento debía incluir exacta y completamente cinco palabras o conceptos clave: tributo al mar, caribe, playa, cano y ola. El jurado estuvo conformado por Ibeth Noriega Herazo (artista plástica y poeta), René Escorcia (artista plástico y poeta) y Rafael Darío Jiménez (escritor y poeta), quienes realizaron una preselección de los diez mejores cuentos cortos, los cuales fueron leídos el día de la premiación a los tres primeros lugares.
Primer puesto
Cuento: Jo’sa, eco de la armonía
Autor: María Alejandra Zapata Izquierdo (estudiante de Antropología)
Vivíamos a las orillas del inminente mar, las olas chocaban de manera incesante y abrupta contra las piedras, Cheychi1 decía que los espíritus del agua estaban enojados, él llevaba en sus arrugadas manos un caracol blanco como las perlas, plateado y transparente como su ser. Pronto, cuando calmó la marea y las olas descansaron, fuimos a visitar a Jiwu2 para rendirle tributo al mar, a las olas, a los peces y al misterio de las aguas más profundas y solemnes de todo el Caribe; la playa estaba desolada, los árboles danzando al compás de la brisa, las sombrías nubes nos gritaban: “No son dignos de venir, aléjense”, no entendíamos por qué tanto disgusto, estábamos realmente preocupados.
Él sacó de su mochila algunas hojas de Ayu3, tomó el Jo’sa4 y comenzó a emitir las más dulces notas de esta caracola, era el sonido del alma de mi abuelo, de la vida y del pagamento divino. De pronto empezaron a caer meteoritos diminutos en forma de cristal líquido, los cielos se abrieron, el padre Jwi5 se asomó y el puente de colores, Kumeyti6, convino nuestro pacto. Regresamos a nuestra casa, la canoa del vecino estaba destruida, la basura estaba regada en la superficie y muchos peces pequeños, muertos.
Quizás él no estaba enojado con nosotros, sino con aquellos que aún no lo entienden.
Segundo puesto
Cuento: Retorno a las aguas
Autor: David Martínez Martínez (estudiante de Antropología)
Aquella mañana, Marcelo escuchó su sentencia por la radio. El locutor informaba que el responsable del desfalco al Puente Taykú había sido visto en un hotel de Taganga. Ya no tenía tiempo. En cualquier momento la policía o los matones de su tío derribarían la puerta de la habitación. Sentado en la cama, repasó por última vez la tarde que le reclamó a Mateo por inculparlo ante las autoridades:
—Robaste esa plata. Esos muertos bajo el puente no son míos.
—No fui el que firmó los papeles —dijo Mateo antes de ser baleado por Marcelo. Oprimía furioso el reloj Cartier, reliquia símbolo del poder familiar. Lo había arrebatado a su primo. Se levantó. Ajustó su traje de buzo. Metió en la mochila la careta y su ultimo millón. Dejó la habitación.
En la playa, sobornó a un incrédulo pescador que preparaba su canoa. Le pidió llevarlo a Punta Aguja, sin preguntar. El fajo lo deslumbró, convencido por la cara de muerte del cachaco. La canoa remontaba una ola grande, mientras del cerro bajaban patrullas en su búsqueda. Este era su final elegido. Moriría como buzo, su pasión; no como gerente financiero en desgracia. Descendería a los arrecifes del Caribe, que, de joven, nunca debió abandonar.
Cerca del islote, largó el dinero al pescador con una sonrisa apesadumbrada, como de agradecimiento.
—Loco, ¿qué vas a hacer?
—Pagar un último tributo al mar —dijo Marcelo mientras lanzaba lejos el reloj seguido de su humanidad en las verdosas aguas.
Tercer puesto
Cuento: Polychrommytho
Autor: Antonio Escorcia Valencia (estudiante de Antropología)
El cielo irradiaba su gris vestido. Restos de barcos verdes, blancos y negros dormían en la orilla de la playa. Una ola saludó, estirando sus dedos a la arena. Huellas desaparecían al contacto con el agua. Burbujas reflejaron piernas canelas por el sol, pero torneadas por el oficio. El cedro esculpió tronco y senos marrones, y los mangles pintaron de ojos cafés la cabeza morena. Era Terra, sosteniendo su atarraya. El Oasis ofrenda salinas como tributo al mar, armonizando al Caribe. Descendiente de Gaia, la madre tierra que volvió a perecer, alistaba su faena. Subió a su canoa rosada “Delfín Lacustre”, y canaleteó, sola, sin más compañía que garzas y gaviotas, coloreadas lavanda y mostaza, por el océano incoloro que anula el rosicler del ocaso, maldición de humanos que antaño degeneraron el mundo. Lanzó la red, pescando toda clase de seres marinos sin color. De pronto, entre unas rocas cercanas, observa a un hombre moribundo, pecho plateado, piel avellana, con cinturón de plumas amarillas, anaranjadas y rojas, el cabello caído en churcos sobre la frente: era Vendaval, hijo de Eolo, condenado a morir. Resuelta a darle vida, dejó todo y lo abrazó fuertemente. Se fundieron creando un líquido, translúcido por iridiscencias de todos los minerales, deslizándose entre las piedras, besando el piélago. Los seres marinos que antes no tenían color se llenaron con infinidad de estos, y la mar, de haber sido maldita, revive como explosión de alba, teñida con el eterno destello del universo: azul.
Gustavo Hermógenes Arrieta López
Director, Taller Literario Unimagdalena
1. Papá.
2. Mar.
3. Hoja de coca.
4. Concha de caracol de mar.
5. Padre sol.
6. Arcoíris.
Ilustración – Adailton Aguirre
Adailton Manuel Aguirre Alarcón
Así empezó el mundo
Absorto en la impaciencia forjada por el tiempo
En el designio del dios falso
El deseo de vivir se tradujo en una contienda trivial
—Una fachada mezquina—
Solo
En la incertidumbre
Queriendo ser algo o nada
Siendo en verdad un ente amorfo
Extraviado en la audacia de máximas maquiavélicas
Que