Poetas de color. Calcagno Francisco

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Poetas de color - Calcagno Francisco


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pero es preciso deslindar bien ese punto de la culpabilidad honorífica que le supone: creo que el erudito aleman tuvo razon en dar fé á su propia declaracion de inocencia.» (Suarez Romero, 1875.)

«..... Mis noticias conducen á dar por sentado que la muerte de Plácido fué un asesinato jurídico, si jurídico se puede llamar lo que hace una comision militar, aunque sea asesinato. A esa conclusion llegamos porque nos parece que la tal conspiracion no fué histórica, sino un fantasma creado (sobre una pequeña base cierta) por el miedo y el remordimiento, y exagerado por la maldad y toda la caterva de malas pasiones que se anidan en el corazon del hombre, y salen á causar estragos cuando se las deja sin freno. Además de eso Plácido, ni en lo que hubo de cierto tomó jamás la menor parte, sin que el soneto El Juramento y otras composiciones signifiquen nada para probar lo contrario… Nuestros datos son que Plácido murió inocente como dice el escritor francés que usted cita é impugna. Y en llamarle inocente de esto, además de tributar homenage á la verdad histórica, creo que se ensalza á la víctima..... La muerte de Plácido es un delito sobre la conciencia de los que la causaron. (J. I. Rodriguez, Washington, Nov. 1878.)

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Gan-Eden or Pictures of Cuba, Boston, 1854. Tambien el Salas y Quiroga ya citado. Nuestro escritor, presbítero camagüeyano Fuentes y Betancourt en una luminosa tésis escrita, 1877, para incorporarse en la Universidad de Lima dice que quizás Plácido aventaje en inspiracion, espontaneidad y sonoridad métrica al mismo Heredia. Concepto semejante hallamos en una corta biografía que en 1873 publicó El Abolicionista, de Madrid.

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Thales Bernard llama el Adios á mi lira la obra maestra de Plácido: es sin duda muy bella, y las circunstancias en que la escribió la hacen más apreciable, pero le superan en mérito literario el Jicotencal, Al Yamurí, los sonetos á Guillermo Tell, la Muerte de Gessler.

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No debe llamársele poema bíblico, como lo hizo La Aurora: el asunto es puramente fantástico. Se publicó por separado en Matanzas 1843, Imprenta del Gobierno (El hijo de Maldicion) despues se insertó en sus posteriores ediciones.

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Un biógrafo, Nueva York 1875, nos dice que principió un poema La toma de la Habana por los ingleses, que se estravió sin concluirse; tambien se perdió su poesía El eco de la gruta, 1834, que dedicó á Heredia entónces accidentalmente en Cuba; sin contar sus numerosas improvisaciones ya solo, ya en certámen con el popular José del Ocio, certámenes en que improvisaban alternativamente empezando cada cual su décima por el último verso de la de su competidor. ¡Y así divertian en banquetes y reuniones! Plácido desde su aurora tuvo renombre de repentista: se le solia dar pié forzados, á veces conteniendo un contrasentido para disolver ó una impropiedad que debia salvarse: de aqui sus décimas que concluyen Besar la cruz es pecado, La campanilla, de qué, La Virgen fué gran…» (La Guirnalda, Diciembre 30, 1872) Siempre salia airoso de estos esfuerzos intelectuales, por lo comun del género jocoso á que se prestaba su carácter jovial. ¡Cuán melancólica, sin embargo, cuán sentida, amarga y profunda, aquella improvisacion en el Festin Campestre de Iturrondo, 1834, es un arranque de dolor y de reconvencion contra la injusticia que lo humillaba: no la hemos leido: hemos oido hablar de ella al Sr. Bachiller que estuvo allí y que por entonces tambien escribia versos.

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Solo en francés hemos visto cinco versiones de las cuales tres en verso: de estas la mejor es la de Mr. Fontaine, de aquellas la de Villemain. Las dos citadas son anteriores á la traduccion completa de Plácido que hizo al aleman Duzanna de Ochoa, Hannover. La plegaria fué tambien muy bien interpretada por Longfellow, traduccion que apareció en North American Review, Boston, tomo 68, página 129 y siguientes en un opúsculo sobre poetas cubanos, vidas y caractéres, segun datos que creemos su ministró el Sr. Guiteras de Matanzas. D. Narciso Campillo y Correa, catedrático de Retórica y Poética en el Instituto del Noviciado de Madrid, inserta en una obra suya la Plegaria á Dios á la que llama «un modelo de deprecacion.»


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