Un Rastro de Esperanza . Блейк Пирс
Читать онлайн книгу.una leyenda urbana. Los proxenetas la usan para tener a sus chicas bajo control. ‘Sé insolente y podrías ser el Premio de Sangre de este año’. Solo que esta leyenda es en realidad cierta.
Algo en el tono de voz de Susan —una mezcla de miedo y de tristeza— arrancó a Keri de su mutismo. Esta muchacha había progresado tanto en los meses recientes. Pero Keri temía que pidiéndole que regresara, así fuera en los recuerdos, al oscuro lugar que había habitado por años era injusto y cruel. Susan había compartido todo lo que había podido, al costo de su propio bienestar emocional. Era tiempo de dejar que intentara ser una niña de nuevo.
Los adultos tenían ahora que hacerse cargo.
—Susan —dijo—, muchas gracias por decirme todo esto. Sé que no fue fácil para ti. Con la información que nos has dado, creo que tenemos bastante para encontrar a Evie. No quiero que te preocupes más por esto, ¿okey?
—Podría averiguar algo más —insistió la chica.
—No. Has hecho suficiente. Es tiempo de que regreses a tu nueva vida. Prometo contactarte. Pero por ahora necesito que te concentres en tus deberes escolares. Puedes leer un nuevo libro de Nancy Drew sobre el que podamos hablar la semana que viene. A partir de ahora nos encargamos nosotros, pequeña.
Se dijeron adiós y Keri colgó. Miró a Ray.
—¿Crees que tenemos bastante para encontrar a Evie? —preguntó escéptico.
—No, pero no le podía decir eso. Además, quizás no sea bastante. Pero es un comienzo.
*
Keri y Ray estaban sentados en la Cafetería de Ronnie, perdidos ambos en sus pensamientos. El ajetreo matutino en el anodino tugurio de Marina del Rey había finalizado y la mayoría de los comensales en el lugar disfrutaban de un calmado desayuno.
Ray había insistido en que salieran del apartamento y Keri estuvo de acuerdo. Se había vestido de manera más casual de lo ordinario, con una blusa manga larga y jeans desteñidos, además de una chaqueta ligera para protegerse de la fría y despejada mañana de enero.
Tenía puesta una gorra de béisbol, con la visera bajada sobre la mitad superior de su rostro. Dejó suelto su cabello rubio ceniza, que normalmente llevaba recogido hacia atrás en una cola de caballo, a fin de ocultar su cara debido a los moretones que pondrían a los demás a mirarla.
Se encogió en su rincón mientras sorbía café, ocultando aún más su breve figura. Keri, casi llegando a los treinta y seis años, medía un nada imponente uno sesenta y siete. Había optado recientemente por ponerse ropa más ajustada, al tiempo que había dejado de beber y recuperado su excelente forma. Pero no hoy. Esta mañana, esperaba pasar desapercibida.
Era agradable simplemente levantarse para salir al cabo de dos días de cama por orden médica. Pero Keri también esperaba que un cambio de escenario le diera una fresca perspectiva sobre cómo encontrar a Evie. Y había funcionado hasta cierto punto.
Para cuando les trajeron la comida habían acordado no involucrar de manera formal en la búsqueda a su equipo, la Unidad de Personas Desaparecidas del Departamento de Policía de Los Ángeles, División Pacífico Los Ángeles Oeste. La unidad había estado ayudando a Keri, de manera intermitente y a lo largo de los años, a buscar a su hija, pero había sido en vano. No había razón para presumir que el resultado sería diferente sin ninguna evidencia para continuar.
Pero había otra razón para mantener el bajo perfil. Esta era verdaderamente la última oportunidad de Keri de encontrar a su hija. Sabía el momento exacto en el que Evie estaría en cierta parte de Los Ángeles —Hollywood Hills a la medianoche de mañana— aunque todavía no tuviera la ubicación precisa.
Pero si el equipo empezaba a husmear y se corría el dato de que ellos estaban al tanto del evento Vista, la gente que tenía a Evie podría cancelar el evento o simplemente matarla antes para evitar complicaciones. Keri necesitaba mantener las cosas calladas.
Implícito pero compartido por los compañeros que ahora formaban pareja estaba otro asunto. No podían asegurar que no estaban siendo vigilados por la persona que más necesitaban mantener a oscuras: Jackson Cave.
El año pasado Keri había atrapado a un secuestrador en serie de niñas llamado Alan Jack Pachanga, matándolo al tiempo que rescataba a una adolescente. Y aunque Pachanga ya no era un problema, su abogado sí que lo era.
Jackson Cave, el defensor de este hombre, era un exitoso abogado corporativo con un fabuloso despacho ubicado en una torre del centro. Pero también había hecho carrera representando a los despojos de la sociedad. Parecía tener una particular afinidad con los depredadores de niños. Él afirmaba que mucho de eso eran casos pro bono y que incluso los peores merecían una representación de calidad.
Pero Keri había descubierto información que parecía relacionarlo con una vasta red de secuestradores de niños, un red con la que, ella así lo sospechaba, se lucraba y además ayudaba a dirigir. Uno de los secuestradores de la red era un hombre que respondía al alias de El Coleccionista.
El otoño pasado, cuando Keri supo que el Coleccionista era el raptor de Evie, ella lo atrajo a una reunión. Pero el Coleccionista, cuyo verdadero nombre era Brian Wickwire, descubrió su treta y la atacó. Ella acabó matándolo en la pelea, pero no antes de que él le jurara que nunca encontraría a Evie.
Desafortunadamente, ella no tenía evidencia que pudiera probar la conexión de Jackson Cave con el hombre que se había llevado a su hija, o con la gran red que parecía dirigir. Al menos una que ella hubiese conseguido legalmente.
En su desesperación, ella una vez había irrumpido en su despacho y hallado un archivo codificado que había resultado útil. Pero el hecho de que lo había robado lo hacía inadmisible en la corte. Aparte de eso, las conexiones entre Cave y la red estaban tan bien disimuladas y eran tan poco convincentes que probar su participación era poco menos que imposible. No había alcanzado esa posición de poder en el mundo legal de Los Ángeles siendo descuidado y negligente.
Ella incluso trató de convencer a su ex-marido, Stephen, un rico agente de talentos de Hollywood, que la ayudara a pagar un investigador privado que siguiera a Cave. Un buen investigador estaba fuera de su alcance para los medios con que ella sola contaba. Pero Stephen se rehusó, diciendo simplemente que creía que Evie estaba muerta y Keri fantaseaba.
Por supuesto, Jackson Cave no tenía tales limitaciones financieras. Ya en una ocasión Keri se había dado cuenta que había comenzado a vigilarla. Tanto ella como Ray habían encontrado micrófonos en sus casas y en sus autos. Cada uno de ellos hacía ahora con regularidad barridos electrónicos de todo —desde sus ropas hasta sus teléfonos, pasando por sus zapatos— antes de discutir algo de peso. También sospechaban que incluso su oficina en el Departamento de Policía de Los Ángeles estaba siendo monitoreada y actuaban en consecuencia.
Es por eso que se sentaron en una ruidosa cafetería, vistiendo ropas que habían barrido buscando dispositivos de escucha, asegurándose que nadie en las mesas cercanas pareciera estar a la escucha, mientras formulaban su plan. Si había una persona que no querían que supiera que ellos estaban enterados de la Vista, ese era Jackson Cave.
En sus múltiples confrontaciones verbales con él, a Keri le había quedado claro que algo había cambiado en Cave. Puede que originalmente él la viera simplemente como una amenaza para su negocio, como otro obstáculo que salvar. Pero ya no era así.
Después de todo, ella había matado a sus dos más grandes asalariados, había robado archivos de su despacho, descifrado códigos, y puesto su negocio, y quizás su libertad, en riesgo. Por supuesto, ella estaba haciendo todo ello para encontrar a su hija.
Pero sentía que Cave había terminado viéndola como algo más que una oponente, una policía desesperada por encontrar a su niña. Parecía considerarla casi como su némesis, como una especie de enemiga mortal. Él ya no solo la quería derrotar. Él quería destruirla.
Keri estaba segura que por eso era que Evie iba a ser el Premio de Sangre en la Vista. Dudaba que Cave supiera dónde tenían a