Un Rastro de Esperanza . Блейк Пирс
Читать онлайн книгу.el pasillo se habían ido.
—Está bien. Susan me dijo que ellos hablaron de mi hija. Lo que quiero es que te concentres en la ubicación. Sé que siempre realizan esto de la Vista en Hollywood Hills. ¿Pero fueron algo más específicos? ¿Mencionaron una calle? ¿Alguna referencia?
—No mencionaron una calle. Pero uno de ellos se estaba quejando de que iba a ser más problemático que el año pasado porque estaría amurallada. De hecho, él dijo ‘la propiedad tiene portón’. Así que asumo que era mucho más que una casa.
—Eso es de gran ayuda, Lupita. ¿Alguna otra cosa?
—Uno de ellos dijo que estaba en el confín porque no estarían lo suficientemente cerca como para ver el letrero de Hollywood. Me imagino que el año pasado, la casa estaba muy cerca de él. Pero en esta ocasión estará demasiado lejos, en un área distinta. ¿Ayuda eso?
—De hecho, sí. Eso significa que está probablemente más cerca de West Hollywood. Lo reduce bastante. Realmente es de ayuda. ¿Algo más?
El hombre que tenía encima gruñó suavemente y comenzó a menearse.
—No se me ocurre nada más —musitó Lupita, con una voz que apenas se oía.
—Está bien. Esto es más de lo que tenía antes. Has sido de gran ayuda. Y si alguna vez decides salirte de esta vida, puedes contactarme a través de Susan.
Lupita, a pesar de su situación, sonrió. Keri se quitó la gorra, sacó una capucha negra de su bolsillo, y se lo puso. Tenía unas pequeñas rajas para sus ojos y su boca.
—Ahora recuerda —dijo de manera intencionada con una voz grave a fin de disimular la propia—, espera veinte segundos o te mataré.
El hombre que estaba encima de Lupita estaba despertando del todo, así que Keri se giró y se apresuró a salir de la habitación. Corrió por el pasillo y ya iba a mitad de camino escaleras abajo cuando escuchó los gritos pidiendo socorro. Los ignoró y salió por la puerta del frente, donde se quitó la capucha, la metió en su bolsillo, y se puso la gorra.
Registró la billetera del sujeto, y, luego de tomar el efectivo —un total de veintitrés dólares— la lanzó hacia un rincón de la puerta. Con la mayor naturalidad posible, cruzó la calle para llegar a su auto. Al subirse, pudo escuchar gritos de hombres enfurecidos, quienes se dirigían a la habitación de Lupita.
Una vez hubo abandonado la zona, llamó a Ray para ver si había tenido suerte con su pista. Contestó al primer repique y ella pudo asegurar por el tono de su voz que no le había ido bien.
—¿Qué es lo que pasa? —preguntó.
—Es un punto muerto, Keri. He retrocedido hasta diez años atrás y no hallo ningún registro de una antigua estrella infantil que haya sido encontrada con un corte en la garganta. Encontré un registro de una antigua actriz infantil llamada Carly Rose, que cayó en una mala racha y desapareció siendo adolescente. Tendría ahora veinte años. Muy bien podría ser ella. O pudo haber muerto de sobredosis en un túnel del metro y nunca fue encontrada. Es difícil saberlo. Encontré también registros de otras chicas de entre once y catorce que responden a una descripción similar: corte de garganta. Los cuerpos fueron simplemente dejados en vertederos o en la esquina de una calle. Pero por lo general son chicas que estuvieron por un tiempo en las calles. Y ellas realmente están dispersas a lo largo del tiempo.
—Eso en realidad me parece lógico —dijo Keri—. Esta gente probablemente no tiene escrúpulos en cuanto a tirar en el basurero los cuerpos de chicas que trabajaron en las calles o no tenían familia. Pero ellos no querrían atraer la atención dejando abandonados los cuerpos de chicas de buena familia que hubiesen sido raptadas recientemente, o el de una chica que fuese bien conocida. Estas sí que echarían a andar verdaderas investigaciones. Apuesto a que esas chicas fueron quemadas, enterradas o echadas al océano. Son a las que nadie haría seguimiento las que simplemente tiran en cualquier lado.
Keri optó por ignorar el hecho de que había dicho todo eso de manera tan pragmática. Si se fijara en ello, le molestaría ver cómo se había acostumbrado a este tipo de atrocidades.
—Eso encaja —convino Ray, sonando igualmente natural—. Podría también explicar la laguna en los años. Si en un año usaron una callejera, luego usaron unas chicas de las afueras —que habían secuestrado—, para después volver a usar a otra prostituta adolescente; así sería difícil establecer un patrón. Quiero decir, si siempre una prostituta adolescente apareciera una vez al año con el cuello cortado, eso podría generar también interés.
—Buen punto —dijo Keri—. Así que entonces no hay nada que seguir.
—No. Lo siento. ¿Tuviste más suerte?
—Un poco —dijo—. Basándome en lo que Lupita me dijo, parece que la ubicación pudiera estar en West Hollywood, en una propiedad amurallada.
—Eso es prometedor —comentó Ray.
—Eso creo. Hay un millar de esas allá arriba, en las colinas.
—Podemos hacer que Edgerton cruce las informaciones para ver si los nombres de los propietarios coinciden con alguien que conozcamos. Habiendo compañías fantasmas, es probablemente una posibilidad remota. Pero uno nunca sabe qué puede conseguir este chico.
Era cierto. El Detective Kevin Edgerton era un genio cuando se trataba de tecnología. Si alguien podía establecer una conexión significativa, ese era él.
—Okey, haz que se ponga en ello —dijo Keri—. pero haz que lo haga fuera del radar. Y no le des demasiados detalles. Mientras menos personas sepan qué está pasando, menos probabilidad habrá de que alguien sin darse cuenta deje filtrar algo que alerte a la gente equivocada.
—Comprendido. ¿Qué vas a hacer?
Keri pensó por un momento y se dio cuenta que no tenía nuevas pistas que seguir. Eso significaba que tenía que hacer lo que siempre hacía cuando se topaba con una pared de ladrillos, comenzar de cero. Y se dio cuenta de que había una persona con la que definitivamente necesitaba un nuevo inicio.
—De hecho —dijo—, ¿puedes pedirle a Castillo que me llame? Pero tiene que hacerlo afuera, con su celular.
—Okey. ¿Qué estás pensando? —preguntó Ray.
—Estoy pensando que es tiempo de que vuelva a relacionarme con una vieja amiga.
CAPÍTULO CUATRO
Sentada en su auto, Keri aguardaba ansiosamente, echándole un vistazo a su reloj, en las afueras de las oficinas de Weekly L.A., el periódico alternativo donde le había pedido a la Oficial Jamie Castillo que se vieran. Era también donde su amiga, Margaret "Mags” Merrywether, trabajaba como columnista.
El tiempo comenzaba a acortarse. Eran ya las 12:30 del viernes, unas treinta y seis horas antes del momento en que su hija sería violada y asesinada para el placer de un grupo de hombres ricos y depravados.
Keri vio a Jamie bajar por la calle y alejó los negros pensamientos de su mente. Necesitaba estar concentrada para evitar la muerte de su hija, en lugar de obsesionarse con lo horripilante de lo que pudiera ocurrir.
Tal como se lo pidió, Jamie vestía un abrigo civil sobre su uniforme para no llamar la atención. Keri le hizo señas desde su asiento. Jamie sonrió y se dirigió hacia el auto, con sus oscuros cabellos agitados por el fuerte viento a pesar de llevarlos recogidos hacia atrás en una cola de caballo. Era unos centímetros más alta que Keri y más atlética también. Era una entusiasta del Parkour y Keri había visto de lo que era capaz bajo unas duras condiciones.
La Oficial Jamila Cassandra Castillo no era todavía detective. Pero Keri estaba segura de que una vez lo lograra, sería de los mejores. Además de sus condiciones físicas, era ruda, inteligente, implacable, y leal. Ya había arriesgado su propia seguridad e incluso su empleo por Keri. Si ella no fuera ya compañera de Ray, Keri sabía cuál hubiera