Un Rastro de Esperanza . Блейк Пирс

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Un Rastro de Esperanza  - Блейк Пирс


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que explotó en el apartamento del sujeto. La misma había matado a un agente del FBI, había producido graves quemaduras a otro, y dejó a Ray con un pedazo de vidrio enterrado en su pierna derecha, algo que él no había mencionado desde entonces. Jamie había quedado con una conmoción cerebral y varios traumatismos de consideración.

      —¿Acababas hoy de salir del hospital? —preguntó incrédula Keri.

      —Sí —dijo con orgullo en su voz—. Me dejaron ir esta mañana. Fui a casa, cambié mi uniforme, y llegué al trabajo diez minutos tarde. El Teniente Hillman lo dejó pasar, sin embargo.

      —¿Cómo están tus oídos? —preguntó Keri, refiriéndose a la pérdida de audición que Jamie había sufrido inmediatamente después de haber explotado la bomba.

      —Ahora mismo puedo escucharte bien. Tengo algunas campanillas intermitentes. El doctor dice que deberían desaparecer en una o dos semanas. No hay daño permanente.

      —No puedo creer que estés trabajando hoy —musitó Keri, moviendo su cabeza—. Y no puedo creer que te esté pidiendo que vayas más allá en tu primer día de vuelta.

      —No hay problema —la tranquilizó Jamie—. Necesitaba salir un rato. Todos me tratan como una muñeca de porcelana. Pero tengo que regresar enseguida si no quiero que me cuelguen. Traje lo que pediste, sin embargo.

      Sacó un archivo de su bolso y se lo entregó a Keri.

      —Gracias.

      —No hay problema. Y antes de que preguntes, empleé un nombre de usuario ‘general’ cuando busqué en la base de datos, así que no me podrán rastrear. Supongo que hay una razón por la cual no querías que usara mi propia identificación. Y presumo además que hay una razón por la que no me revelaste el por qué pediste este material.

      —Supones bien —dijo Keri, aspirando a que Jamie lo dejara así.

      —Y supongo que no me vas a decir qué está pasando ni me vas dejar que te ayude de alguna manera.

      —Es por tu bien, Jamie. Mientras menos sepas, mejor. Y mientras menos sepa alguien que me ayudaste, será mejor para lo que estoy haciendo.

      —Okey. Confío en ti. Pero si en algún punto del camino necesitas ayuda, tienes mi número.

      —Lo tengo —dijo Keri, dándole a Castillo un apretón de manos.

      Aguardó a que la oficial regresara a su auto y saliera de la calle antes de apearse. Apretando fuertemente contra su cuerpo el archivo que Castillo le había dado, Keri subió de prisa los escalones del edificio del Weekly L.A., donde Mags, y ojalá algunas respuestas, estarían esperándola.

      *

      Dos horas más tarde, tocaron a la puerta de la sala de conferencias donde Keri se había instalado para revisar unos documentos. El mesón en el centro de la habitación estaba cubierto con papeles.

      —¿Quién es? —preguntó. La puerta se abrió un poco. Era Mags.

      —Solo chequeaba —dijo—. Quería ver si necesitabas ayuda, querida.

      —De hecho, necesito un receso. Entra.

      Mags pasó adentro, cerró la puerta y pasó el pestillo, luego se aseguró de que las persianas estuvieran bien bajadas de manera que nadie pudiera mirar hacia adentro, y se acercó. Una vez más, Keri se maravilló de haberse hecho amiga de lo que esencialmente era una versión de carne y hueso de Jessica Rabbit.

      Margaret Merrywether medía más de uno ochenta y dos, eso sin los tacones que acostumbraba llevar. Escultural, con la piel blanco leche, sus amplias curvas, el llameante cabello rojo que hacía juego con sus labios rojo rubí, y los brillantes ojos verdes, parecía como si hubiera salido de las páginas de una revista de alta costura para mujeres Amazon.

      Y todo eso antes de que abriera la boca y dejara salir un acento que recordaba a Scarlett O’Hara, ligeramente afeado por una lengua cortante, que era más Rosalind Russell en His Girl Friday. Solo que ese moderado tono mordaz apuntaba al alter ego de Margaret (Mags para sus amigos). Resultaba que ella también respondía al seudónimo de "Mary Brady" —la columnista, de un periódico alternativo, que destapaba escándalos y había derribado a políticos locales, expuesto los malos manejos de algunas empresas, y denunciado a policías corruptos.

      Mags era también una feliz divorciada, madre de dos hijos, con una fortuna aún mayor luego de dividir la comunidad con su ex-marido, de profesión banquero. Keri la había conocido mientras trabajaba en un caso y luego de la sospecha inicial de que toda su personalidad era una forma elaborada de arte escénico, una amistad había surgido. Keri, que no tenía muchos amigos fuera del trabajo, estaba feliz de ser la chica anodina al menos por una vez.

      Mags tomó asiento junto a Keri y miró el collage de documentos policiales y recortes de periódico esparcidos por el mesón.

      —Bueno, querida, me pediste que reuniera copias de cada uno de los artículos que el periódico ha publicado sobre Jackson Cave. Y veo que le pediste a alguien en el departamento que hiciera lo mismo con todo lo que tienen sobre él. Luego te encerraste aquí por dos horas. ¿Estás lista para decirme qué está pasando?

      —Lo estoy —dijo Keri—. Solo dame un momento.

      Se levantó, sacó un detector de dispositivos de escucha de su bolso, y procedió a barrer toda la sala de conferencias. Mags enarcó las cejas pero no pareció sorprendida.

      —Sabes, querida —comenzó a decir—, difícilmente puedo decirte que te pasas de cautelosa. Porque yo procuro que hagan esto profesionalmente dos veces a la semana.

      —Sí, claro —dijo Keri—. Gracias por la chanza. Esto me lo dio un amigo experto en tecno en quien confío.

      —¿Alguien del departamento? —preguntó Mags.

      —No, en realidad es un guardia de seguridad de un centro comercial. Es una larga historia, pero digamos que el hombre conoce oficio y me debía un favor, así que cuando le pedí que me recomendara un buen detector de dispositivos, me dio este como regalo.

      —Eso suena como una larga historia que me gustaría escuchar cuando tengas algo más de tiempo —dijo Mags.

      Keri asintió distraída mientras continuaba barriendo la habitación. Mags sonrió y esperó pacientemente. Cuando Keri terminó sin hallar nada, regresó a su asiento.

      —Okey, esto es lo que está pasando —dijo, y largó su historia con Cave, buena parte de la cual era familiar para Mags.

      De hecho, su amiga la había ayudado recientemente para sacar información de un asesino a sueldo conectado con Cave. Era un hombre conocido solamente como el Viudo Negro, una figura misteriosa que conducía un Lincoln Continental negro sin placas.

      Meses atrás, Keri había visto en la grabación de una cámara de seguridad cómo había matado de la manera más natural al hombre que había estado reteniendo Evie, para luego meter a esta en la cajuela, y desaparecer en medio de la noche, todo, sospechaba Keri, por órdenes de Cave.

      De alguna manera, Mags se las había arreglado para contactar de manera anónima al Viudo Negro. Resultó que él estaba más que dispuesto a suministrar una pista sobre el paradero de Evie por un precio exorbitante. Parecía que no era leal a nadie, lo que resultó bueno para Keri en esa ocasión, porque su información eventualmente la condujo a enterarse de la existencia del evento Vista.

      Pero aunque algunos de los detalles, como lo de la conexión con el Viudo Negro, eran periódico de ayer para ella, Mags no dijo nada. No la interrumpió ni una vez, aunque sacó una libreta y tomó alguna que otra nota. Escuchó con atención, desde el inicio hasta la llamada de esa mañana de Susan Granger sobre que Evie era el Premio de Sangre en la Vista.

      Cuando estuvo segura de que Keri había terminado, hizo una pregunta.

      —Entiendo tu situación, Keri. Y estoy horrorizada. Pero sigo sin


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