Un Rastro de Muerte . Блейк Пирс
Читать онлайн книгу.real.
Ella parece temer en verdad por su hija. Pero hay algo que se está reservando.
—Usted es más joven de lo que yo esperaba —Keri dijo finalmente.
—Tengo treinta. Tuve a Ashley cuando tenía quince.
—Wow.
—Sí, eso es más o menos lo que todo el mundo dice. Yo siento que como somos tan cercanas en edad, tenemos esta conexión. A veces puedo jurar que sé lo que ella está sintiendo incluso antes de verla. Sé que suena ridículo pero tenemos este lazo. Y yo sé que no hay evidencia, pero puedo sentir que algo está mal.
—No entremos en pánico todavía —dijo Keri.
Pasaron revista a los hechos.
La última vez que Mia vio a Ashley fue esa mañana. Todo estaba bien. Desayunó yogurt con granola y fresas fileteadas. Se había ido a la escuela de buen humor.
La mejor amiga de Ashley era Thelma Gray. Mia la llamó cuando Ashley no apareció después de clase. De acuerdo a Thelma, Ashley estaba, como se suponía que debía estar, en la clase de geometría de tercer período, y todo parecía normal. La última vez que vio a Ashley, fue en el corredor, como a las 2 PM. Ella no tenía idea de por qué Ashley no había llegado a casa.
Mia también había hablado al novio de Ashley, un chico de tipo atlético llamado Denton Rivers. Él dijo que vio a Ashley en la escuela por la mañana pero que eso fue todo. Le envió unos pocos mensajes de texto después de clase, pero ella nunca respondió.
Ashley no tomaba ninguna medicación, no tenía problemas físicos que mencionar. Mia dijo que más temprano había pasado por el dormitorio de Ashley y todo se veía normal.
Keri garrapateó todo en una pequeña libreta, destacando los nombres sobre lo que volvería más tarde.
—Mi marido debe llegar a casa desde la oficina en cualquier momento. Sé que él quiere hablar con usted también.
Keri levantó la vista de la libreta. Algo en la voz de Mia había cambiado. Sonaba más a la defensiva, más cautelosa.
Sea lo que sea que está ocultando, apuesto a que está relacionado con esto.
—¿Y cuál es el nombre de su esposo? —preguntó, tratando de parecer indiferente.
—Su nombre es Stafford.
—Espere un minuto —dijo Keri—. ¿Su marido es Stafford Penn, el Senador de los Estados Unidos Stafford Penn?
—Sí.
—Esa es una información importante, Sra. Penn. ¿Por qué no la mencionó antes?
—Stafford me pidió que no lo hiciera —dijo ella a modo de disculpa.
—¿Por qué?
—Dijo que quería tratar eso con usted cuando él llegara.
—¿Cuándo dijo usted que estaría aquí de nuevo?
—Con seguridad, en menos de diez minutos.
Keri la miró de manera inquisitiva, tratando de decidir si debía presionarla. Al final, lo dejó como estaba, por ahora.
—¿Tiene una foto de Ashley?
Mia Penn le entregó su teléfono. La foto de fondo mostraba a una adolescente con vestido escotado, sin mangas. Se veía como la hermana menor de Mia. Apartando el cabello rubio de Ashley, era difícil distinguir a una de la otra. Ashley era ligeramente más alta, más bronceada y con una constitución más atlética. El vestido no podía ocultar sus piernas musculosas y sus poderosos hombros. Keri sospechó que practicaba el surf con regularidad.
—¿Es posible que simplemente ella haya olvidado la cita y esté atrapando olas? —preguntó Keri.
Mia sonrió por primera vez desde que Keri llegó.
—Estoy impresionada, Detective. ¿Adivinó basándose en una foto? No, Ashley le gusta surfear en las mañanas, mejores olas y menos gente inoportuna. Revisé el garaje por si acaso. Su tabla está allí.
—¿Puede enviarme esa foto junto con unos pocos acercamientos, con y sin maquillaje?
Mientras Mia hacía eso, Keri hizo otra pregunta.
—¿A qué escuela va?
—Secundaria West Venice.
Keri no pudo ocultar su sorpresa. Conocía bien el lugar. Era una gran escuela secundaria pública, un crisol de culturas de miles de chicos, con todo lo que eso entrañaba. Ella había arrestado a muchos estudiantes que acudían a West Venice.
¿Por qué diablos la rica hija de un senador de lo EEUU va allí en lugar de asistir a una exclusiva escuela privada?
Mia debió haber leído la sorpresa en el rostro de Keri.
—A Stafford nunca le ha gustado. Siempre ha querido tenerla en escuelas privadas, que la pongan en el camino de Harvard, donde él fue. Pero no era solo por la mejor educación. Él también quería una mayor seguridad —dijo ella—. Yo siempre la he querido en escuelas públicas, que se mezcle con chicos reales y donde pueda aprender algo de la vida real. Es una de las pocas batallas que le he ganado. Si Ashley termina herida debido a algo de la escuela, será mi culpa.
Keri quería sacarle el jugo a tales razonamientos lo más rápido posible.
—Uno, Ashley va a estar bien. Dos, si algo le fuese a pasar sería culpa de la persona que la hiera, no de la madre que la ama.
Keri esperó a ver si Mia Penn se mostraba de acuerdo pero era difícil decirlo. La verdad era, que sus palabras para devolverle la confianza, apuntaban más a impedir que un recurso valioso se desmoronara. Decidió presionar.
—Hablemos un segundo de eso. ¿Hay alguien que quisiera hacerle daño a ella, a usted o Stafford, por esa razón?
—Ashley, no; yo, tampoco; Stafford, nada específico que yo sepa, más allá del terreno donde se desenvuelve. Quiero decir amenazas de muerte de residentes que afirman ser extranjeros. Así que es difícil decir qué es lo que hay que tomar en serio.
—¿Y nadie ha llamado pidiendo rescate, correcto?
La repentina tensión en el rostro de la mujer era visible.
—¿Es lo que usted piensa que es esto?
—No, no, no, Solo estoy revisando las posibilidades. Todavía no pienso que sea nada. Estas son solo preguntas de rutina.
—No. No ha habido pedidos de rescate.
—Ustedes obviamente tienen algún dinero...
Mia asintió.
—Vengo de una familia muy rica. Pero nadie lo sabe en realidad. Todos suponen que nuestro dinero viene de Stafford.
—Apartando la curiosidad, ¿de cuanto estamos hablando, exactamente? —preguntó Keri. Algunas veces este trabajo hacía imposible la discreción.
—¿Exactamente? No lo sé… tenemos una casa junto a la playa en Miami y un condo en San Francisco, ambos a nombre de compañías. Estamos activos en el mercado y tenemos muchos otros bienes. Usted ha visto todas las obras de arte que tenemos en la casa. Poniéndolo todo junto estaríamos hablando de cincuenta y cinco a sesenta millones.
—¿Lo sabe Ashley?
La mujer se encogió de hombros.
—Hasta cierto punto. Ella no conoce las cifras exactas pero sabe que es bastante y que se supone que el público no conoce nada de esto. A Stafford le gusta proyectar una imagen de ‘hombre del pueblo’.
—¿Habrá hablado acerca de esto? ¿Solo a sus amigos, quizás?
—No. Ella tiene instrucciones estrictas de no hacerlo —la mujer suspiró y dijo—. Dios, estoy hablando demasiado. Stafford estaría furioso.
—¿Ustedes